Sí, por fin se termina el 2020. Creo que nunca antes quisimos tanto que concluya un año como éste, pero… ¿qué finaliza?
En principio un ciclo de 365 días y junto a él varias actividades que se organizan en torno a dicho período. Aunque la causa por la que deseamos tanto una vuelta de página es otra. Fue un año dificilísimo. Convivimos con una pandemia mundial y tuvimos que despedir desde rutinas y proyectos, hasta seres queridos. Fue un año que nos puso a prueba y tuvimos que sacar herramientas de la galera para lidiar con la frustración y el temor.
Lo cierto es que, aunque el COVID no se termina, ni los cuidados, ni las comunicaciones vía Zoom, ponerle fin a este ciclo, y hacer un corte en el tiempo, es al menos un paño de agua fría para tanto agotamiento; es renovar esperanzas e imaginar nuevos horizontes para el 2021. Pero el fin de año no viene solo, trae en la mochila un combo de emociones con las que tenemos que lidiar. Veamos de qué se tratan:
– Tiempo de balances: para muchas personas fin de año suele ser una oportunidad para hacer balances. Solemos pensar en los sueños que teníamos antes de arrancar, en las metas propuestas y en lo que efectivamente sucedió. Ponemos de un lado todo lo positivo y del otro lo negativo. Sin embargo, el azar y lo imprevisible también inciden en nuestros planes, y debemos tenerlo especialmente en cuenta a la hora de analizar nuestro balance y no caer en el error de pensar que todo depende de nosotros. Por otra parte, están quienes dan un especial énfasis a lo negativo. Si bien, ello puede ser un motor para relanzar el deseo para el 2021, debemos cuidarnos de no quedar anclados en aquello que no se pudo lograr. Y sobre todo no debemos olvidar, que esto no es matemática, los “balances humanos” no dan un único resultado y la enumeración de sucesos vividos no tienen sentidos unívocos. Esto implica que no podemos calificar este periodo reduciéndolo a un buen o mal año. La vida está llena de matices, contradicciones y segundas oportunidades.
– No es el fin del mundo, solo el fin de un ciclo: esto de acercarnos al término de un período hace que por momentos podamos tomar algunas actitudes exageradas como comer/ tomar en exceso o gastar más de la cuenta en regalos. Como nos acercamos “al final” justificamos algunas conductas que en otro momento no haríamos. Mandamos mensajes a gente con la que jamás hablamos, y nos apuramos por hacer todo lo pendiente antes del 31. En el mismo sentido, otro riesgo, es adoptar comportamientos peligrosos, como aflojar con las medidas de prevención, como si el virus hiciera una “excepción” por las fiestas. ¡El mundo sigue! Lo cierto es que al otro día nos despertamos, y lo único que va a cambiar es la fecha en el calendario.
– Checklist de metas para el 2021: otro clásico de fin de año, es, concluido el balance, fijarnos objetivos para el ciclo entrante. Estas metas son la proyección de un ideal que está formado por deberes, prohibiciones y mandatos parentales; es un modelo al que intentamos adecuarnos… ¡pero atentos! porque el ideal forma parte de una instancia psíquica de la que emergen los sentimientos de culpa e inferioridad, generadora de crítica, autorreproches y censuradora. Siguiendo esta línea, muchas veces los objetivos para el próximo año están llenos de obligaciones y deberes que creemos que tenemos que alcanzar o se espera de nosotros, y con poco lugar para el deseo propio, que, con suerte, aparece al final de la lista en uno o dos ítems.
– El tiempo no lo cura todo: crecimos pensando que el paso del tiempo cura nuestras heridas. Pero no, solo las aleja. Entonces podemos pensar que un año nuevo, va a cambiar espontáneamente lo que nos hizo sufrir, y descansar en este pensamiento mágico para no enfrentarnos a los padecimientos y ponernos “a trabajar” con lo que queremos cambiar. Por otra parte, que el 31 de diciembre cierre un año no deja de ser una arbitrariedad, una convención social. Va a pasar el tiempo y vamos a seguir con los efectos del 2020. Que algo sea pasado o presente no depende solamente de cuando ocurrió sino de la actualidad con la que lo vivenciamos y sin duda, vamos a tener todos que vérnosla con la elaboración de distintos duelos, para que, en algún momento, algunas cosas queden atrás.
– Aceptar la incertidumbre: si hay algo que entendimos durante el 2020 es que el futuro tiene mucho de imprevisible. Por supuesto que algunas cosas pueden pronosticarse, pero no todo encuadra en la esfera del control. La existencia es compleja y un mismo hecho puede explicarse a partir de distintas causas. Esta incertidumbre puede causar mucha ansiedad si no aceptamos que algunas veces, por mucho que lo intentemos, la vida toma otros rumbos. Tendremos que aprender a qué hacer con eso.
Queridos lectores, gracias por acompañar estos meses de este espacio denominado “Reflexiones en cuarentena”.
Hoy iniciamos la cuenta regresiva. No sabemos muy bien que se termina, pero estamos contentos de que algo de lo que pasó, tenga fin.
2020, ¡chauuuu!
Diario Prensa
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