Una historia pasada, una costumbre actual

La foto que acompaña a esta historia fue tomada allá por el año 1987. Por esos años la Asociación de Guías de Turismo de Tierra del Fuego – hoy Asociación de Profesionales de Turismo – que había nacido en 1985, organizó algunas campañas de limpieza, preocupada por el estado ambiental de la ciudad. Disponía de un programa de radio y de una revista en la que se incluían notas de turismo, cultura y ambiente. Esta imagen, en blanco y negro, fue obtenida en la costa de Ushuaia, frente a una de las más importantes fábricas instaladas en pleno auge de la Ley 19.640. Fabricaba electrodomésticos, entre los que resaltaban televisores y lavarropas.

Como queda expuesto, la actitud de ésta y de casi todas las empresas asentadas en el otrora Territorio Nacional era de un desprecio absoluto hacia el entorno ambiental y escénico. Algunas de ellas cruzaban simplemente la avenida Perito Moreno y arrojaban los residuos voluminosos al mar.

Nadie les decía nada, no había multas, no había límites, no había controles y, a decir verdad, las leyes parecían escasas. Seguramente muchos recordarán que algunos de los gerentes de las más importantes fábricas, tenían más poder que el propio gobernador o intendente. Estas inversiones desembarcaban y las autoridades de entonces las recibían con guirnaldas de flores y bailando el “hula hula”. No es objeto de esta nota cuestionar lo que parecía necesario para poblar la zona y desarrollar nuestra economía, aunque también es justo pensar que se podía haber hecho mucho mejor. Las fábricas se instalaban y no construían viviendas para el personal y así comenzaron las descontroladas e improvisadas urbanizaciones.

 

En ese contexto aparecieron un grupo de guías de turismo a visibilizar determinadas situaciones que atentaban en contra de una actividad, por entonces mucho más modesta que hoy, que era el turismo. En una revista de la que editábamos 1.000 ejemplares con apoyo publicitario precisamente del sector turístico, habíamos instituido en las últimas dos páginas “la mención de oro” y “la mención de plomo”. La primera resaltando una acción beneficiosa para nuestra comunidad y la otra consistía en “el escrache” para lo contrario. Se habían popularizado tanto estas menciones que la gente comenzaba a leer la revista por el final.

Denunciar lo que se ve en la foto, generó mucho impacto. Hacer visible la actitud de desprecio e impunidad de una poderosa fábrica, motivó un debate respecto a la inexistencia de límites y condiciones que deberían tener también estas industrias, independientemente de los puestos de trabajo que generaran.

Los “hippies” de entonces, en realidad trabajadores del turismo, solamente pretendíamos que el destino ofrecido se viera mejor, convencidos que la contaminación y la irresponsabilidad de estas industrias, atentaban en contra de nuestras propias fuentes de trabajo. No poco esfuerzo demandó convencer a muchos que el turismo podría transformarse en lo que precisamente es hoy.

Durante dos temporadas hicimos estas campañas de limpieza, luego de lo cual la autoridad municipal de entonces comenzó a adherir. O quizás no le quedó otra. La limpieza se extendió a toda la ciudad: 40 camionadas de basura se recolectaron el segundo año, con la ayuda de muchos vecinos.

A decir verdad, aún hoy perdura esta desaprensiva actitud de parte de muchos ciudadanos que consideran que la gestión municipal es buena cuando se encarga de limpiar la basura que ellos arrojan. Y es muy triste observar que algunos inversores siguen con la misma estrategia de creer que hay que bailar alrededor de sus promesas de inversiones, incluso derogar leyes que les impiden contaminar nuestras aguas. Antes con basura, ahora con salmones.

La actitud es la misma y parece muy difícil de creer que sigamos cayendo en la misma trampa. Si queremos inversiones y puestos de trabajo, precarios, parece que ello debe implicar la renuncia a la preservación de nuestro patrimonio natural. Porque no se encontraba ni aún se encuentra en la agenda de estos inversores, respetar a la naturaleza y ello no resultaría preocupante si no fuera porque siempre hay funcionarios o políticos permeables a dicha premisa. Antes tiraban basura en el mar, hoy quieren tirar jaulas con especies exóticas y que de la contaminación se hagan cargo otros, como lo son nuestros hijos y nietos.

Nuestras aguas valen mucho más limpias que contaminadas y no hay, por lo menos en Ushuaia, una inversión más grande que la del empresariado turístico.

La realidad actual es diferente a aquella que se mencionaba en el comienzo de esta nota, por eso hoy, en que miles de trabajadores dependen del turismo, debemos comenzar a exigir que las nuevas inversiones resulten compatibles con las ya instaladas, en una convivencia que garantice que el beneficio de algunos no se apoye en el perjuicio de otros.


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