La Antártida Argentina forma parte del patrimonio cultural e identitario de cada ciudadano de nuestro país, desde la infancia misma, cuando en las aulas se trabaja con la silueta cónica de un territorio que se sabe lejano, gélido y propio. En concordancia, forman parte del calendario de conmemoraciones fechas como el 22 de febrero, Día de la Antártida o el 21 de junio, en que se alude al Día de la Confraternidad Antártica.
Para ilustrar a nuestros lectores sobre la historia de aquel pedazo de suelo en el que un grupo de civiles y militares a diario ratifican soberanía con su presencia, Diario Prensa Libre invitó al especialista en temas antárticos, docente y militar retirado, Alejandro Bertotto, a compartir sus conocimientos.
El expedicionario antártico Gustavo Adolfo Giró Tapper nació en Córdoba en 1931 y falleció en Ushuaia a los 73 años de edad, la tierra que adoptó como propia, en 2004. En la costa y mirando al mar, un busto emplazado en el paseo costero próximo a la esquina de Maipú y Rivadavia, lo evoca.
Gran prestigio internacional brindó a la actividad antártica argentina, militares de la talla del mayor Gustavo Giró, quién comandó la principal y más compleja expedición invernal en ese continente, al cruzar el Antartandes, entre la Bahía Hope – Base Esperanza y Bahía Margarita, Base San Martín – siendo el primer hombre en cruzar por tierra los Andes antárticos de la península antártica.
Giró fue reconocido como «El Intrépido Pionero Antártico», quién hizo gala de sus capacidades como conductor en situaciones muy difíciles, inauguró la Base Doctor Sobral en su camino al Polo Sur, comandó también la expedición sobre la barrera Filchner y experimentó saltos en paracaídas con perros polares para ser utilizados en eventuales rescates, entre muchas otras hazañas memorables. Don Gustavo, ya retirado, se radicó en Ushuaia en donde volvió a demostrar sus habilidades antárticas, constituyéndose en uno de los primeros impulsores del turismo invernal en la isla. A partir del empleo del esquí de fondo, motos de nieve, trineos tirados por perros y un sin número de experiencias forjadas durante su desempeño militar en el Continente Blanco, Giró traspoló a la ciudad del Fin del Mundo su experiencia. La familia Giró además, emprendió a principios de la década el 90, creativas experiencias con el turismo antártico, siendo la primer empresa argentina que incursionó en ese producto turístico arrendando, inclusive, sus propios buques polares.
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