La Antártida Argentina forma parte del patrimonio cultural e identitario de cada ciudadano de nuestro país, desde la infancia misma, cuando en las aulas se trabaja con la silueta cónica de un territorio que se sabe lejano, gélido y propio. En concordancia, forman parte del calendario de conmemoraciones fechas como el 22 de febrero, Día de la Antártida o el 21 de junio, en que se alude al Día de la Confraternidad Antártica.
Para ilustrar a nuestros lectores sobre la historia de aquel pedazo de suelo en el que un grupo de civiles y militares a diario ratifican soberanía con su presencia, Diario Prensa Libre invitó al especialista en temas antárticos, docente y militar retirado, Alejandro Bertotto, a compartir sus conocimientos.
Por pedido de auxilio del “Magdalena Oldendorff” que estaba en grandes apuros en la Antártida, el rompehielos Almirante Irizar zarpó hacia el continente blanco, el 25 de junio de 2002. El 18 de agosto del mismo año regresó airoso al puerto de Buenos Aires, después de cumplir una riesgosa expedición denominada “Operación Cruz del Sur” en auxilio del buque de bandera alemana al que el hielo había atrapado en la Caleta Muskegbutka.
El Irizar brindó asistencia, abastecimiento y ayuda médica al Magdalena Oldendorff, constituyéndose la operación en un hito, dado que no existían antecedentes de otro salvataje realizado en esa inclemente época del año, con grandes riesgos de que nada resultara como lo previsto.
Navegando por hielos de hasta 2 metros de espesor, el 19 de julio el Irizar logró amadrinarse al buque atrapado y en 3 días lo proveyó de gasoil para energía y calefacción; le traspasó 60 toneladas de víveres para los tripulantes y además brindó asistencia sanitaria y apoyo moral.
El 27 de julio nuestra nave argentina – con gran esfuerzo – posicionó al “Magdalena Oldendorff” en zona segura y protegida de la acción de los hielos y de las corrientes marinas. Luego de dejar un médico argentino asignado en el buque alemán, el 4 de agosto el rompehielos emprendió el regreso. Dos semanas más tarde, nuestra gloriosa embarcación ingresó con el orgullo de la misión cumplida al puerto de Buenos Aires, luego de haber realizado todas las acciones necesarias para que al verano siguiente, el Magdalena Oldendorff pudiera por fin liberarse de los hielos antárticos.
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