RAPAL Y Ushuaia, punto de partida para un nuevo orden de las RCTA

La Antártida Argentina forma parte del patrimonio cultural e identitario de cada ciudadano de nuestro país, desde la infancia misma, cuando en las aulas se trabaja con la silueta cónica de un territorio que se sabe lejano, gélido y propio. En concordancia, forman parte del calendario de conmemoraciones fechas como el 22 de febrero, Día de la Antártida o el 21 de junio, en que se alude al Día de la Confraternidad Antártica.
Para ilustrar a nuestros lectores sobre la historia de aquel pedazo de suelo en el que un grupo de civiles y militares a diario ratifican soberanía con su presencia, Diario Prensa Libre invitó al especialista en temas antárticos, docente y militar retirado, Alejandro Bertotto, a compartir sus conocimientos.

Año 1996. Se realiza en Ushuaia la RAPAL VII.

 

Si en algo se distinguió el mandato de Jorge Edgard Leal cuando le tocó ser director nacional del Antártico en la década del 90, fue en que ya con la tranquilidad de haber llegado a la cúspide de su carrera con gran prestigio, especialmente por la exitosa campaña Operación 90 Sur de 1965, se dedicó a llevar adelante una actualización de la estrategia nacional en el continente blanco, con una visión más dirigida a lo regional. Y apoyándose en las fortalezas de los países del subcontinente. La idea era organizarse para actuar como bloque en el concierto antártico de las Reuniones Consultivas del Tratado – RCTA. Fue así como al ser convocado por el entonces presidente Carlos Menem, Leal condicionó la aceptación de su cargo a estas dos nuevas líneas de trabajo: desarrollar a Ushuaia como Puerta de Entrada a la Antártida e impulsar con los países sudamericanos miembros del Tratado un sub grupo de interés subcontinental a través de la llamada Reunión de Administradores de Programas Antárticos Latinoamericano, RAPAL, las que se sucederían anualmente en forma alternativa entre Argentina, Chile, Uruguay, Perú, Brasil, Ecuador y Perú.

Así pues, Menem firmó en 1990 el decreto 2.316 que establecía la política nacional antártica incluyendo estos dos conceptos y dando un fuerte respaldo al desarrollo logístico de Ushuaia como abastecedor de servicios logísticos específicamente antárticos. Esto se reforzaría luego con la sumatoria provincial al fomentarse con apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo – BID – el estudio de factibilidad de la instalación en el complejo aeroportuario de Ushuaia de un moderno sistema de logística antártica internacional emplazado en la capital fueguina. También hubo acciones concretas de la Cancillería al organizar en Ushuaia en 1995 la previa de la consultiva del Tratado, con la presencia de 19 embajadores de las principales naciones involucradas y luego en 1996 con la organización en el Fin del Mundo de la RAPAL VIIª, que llevó a que los responsables de las administraciones de programas antárticos latinoamericanos conociesen de forma directa las facilidades del complejo aeroportuario fueguino en relación con la actividad del hombre en la Antártida.

Se debe reconocer que existió un gran trabajo conjunto, en el que también las empresas privadas no dudaron en aportar esfuerzos para emprender junto al Estado aquella aventura polar. Sin embargo no se logró en esos tiempos, romper el statu quo y en medio de intereses encontrados la idea fue quedando sin fuerzas. Mucho ruido y pocas nueces, lo que le sirvió a Chile y al Reino Unido para recuperar el tiempo perdido e intentar quedarse ellos con una buena parte del negocio estratégico, a pesar de las evidentes ventajas comparativas que evidencia el puerto de aguas profundas en Tierra del Fuego.

 

 

Edición:

Diario Prensa
Noticias de:  Ushuaia – Tolhuin – Río grande
y toda Tierra del Fuego.

http://www.diarioprensa.com.ar


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