6 años de ausencia.
Aunque ya no está físicamente, continúa desde la contratapa de Diario Prensa Libre reflejando en su columna “¿Te acordás, hermano?”, la historia de Ushuaia y de sus pobladores.
Carlitos, como todos lo conocían, trabajó en medios gráficos de Ushuaia y de Río Grande, y alternó esa actividad, de impecable criterio y redacción, con el oficio de imprentero gráfico, aprendido de su padre, fundador de “El Imparcial”, uno de los primeros diarios fueguinos. En tiempos en que los chicos trabajaban a la par de los adultos para aportar dinero al hogar, Carlos comenzó en la actividad gráfica con solo 5 años de edad y en la calle como canillita. Y no se detuvo nunca, hasta que se lo impidió el cuerpo, a sus 70 años.
Con su aspecto humilde y de bajo perfil, detrás de ese hombre de modos mesurados y tímidos, poco preocupado por cuestiones de ego, habían 65 años de trabajo constante e ininterrumpido. Con la barba ya blanca, hablar sereno y andar lento, arrastrando los pies por una enfermedad que lo tenía a mal traer, había un gran periodista. No vestía ropa de marca, ni olía a perfumes caros y mucho menos hablaba de manera impostada, haciendo gala de sus contactos o de sus viajes al exterior… pero detrás de su sencilla apariencia había un gran comunicador y un constructor de la memoria social de Ushuaia.
Carlos Peña Otarola, conocido por todos como “Carlitos” era de una época en la que la antigua escuela pública y un don natural, lo hizo acreedor de una excepcional narrativa, una equilibrada capacidad crítica y una incuestionable ortografía. Otros tiempos. Con esas herramientas, se abrió paso en el mundo de las máquinas gráficas y de la redacción periodística, alentado por un ambiente familiar que giraba en torno al diario “El Imparcial”, un medio gráfico de los años 50, editado por su papá, en la pequeña aldea que era Ushuaia.
Vendiendo diarios como canillita se interesó por todo lo que lo rodeaba, el paisaje, la flora, la fauna y las características siempre peculiares de la sociedad fueguina. Y si bien no tenía otro título que su más de medio siglo de experiencia en la profesión, podía escribir cualquier nota de interés general, aunque era el periodismo histórico lo que más lo apasionaba.
Custodio de infinidad de fotos de epocas inmemoriales que los mismos vecinos le confiaban para después verlas publicadas en la tradicional sección “Te acordas hermano”, en la contratapa de Diario Prensa Libre, Carlos hacía honor a su misión de arrebatarle nombres y paisajes al olvido y al inexorable paso del tiempo.
Y como su pasión era la comunicación – no la verbal porque era a veces callado e introvertido, sobre todo cuando tomaba conciencia de que los años le habían ido arrebatando uno a uno a sus familiares hasta dejarlo solo en la isla – también se manifestaba a través de la fotografía y el dibujo humorístico.
Entrevistado por Diario Prensa Libre en alguna oportunidad, contó que llegó al mundo en el año 1948, en la ciudad chilena de Punta Arenas, que llegó a Ushuaia con apenas 4 años de vida y que nunca más dejó a Argentina, a la que abrazó para siempre por elección y en donde permaneció hasta su último aliento.
«Cursé el 6° grado en el colegio ‘San Benito, ahora Don Bosco, mientras trabajaba en la imprenta de mi papá, Carlos Peña Otárola. Ahí, junto a mi amigo Raúl Muriel, aprendí el antiguo arte de la tipografía. También era canillita y vendía en las calles el diario ‘El Imparcial’, una publicación que mi padre había comenzado a editar a mediados de 1957» – contaba.
En 1965 el diario de su familia sufrió un ataque terrorista que terminó en la destrucción de la impresora ‘Minerva’. Pese a ello, El Imparcial volvió a salir a la calle, aunque el director decidió, junto a su familia emigrar a Chile, su país de origen, donde continuó con sus labores. Pero Carlos retornó a Ushuaia, la ciudad donde había aprendido las primeras letras y donde había dejado gran cantidad de amigos y recuerdos, para no irse nunca más del país.
De regreso se reencontró con la antigua ‘Minerva’ en el taller de Miguel Ángel Calderón, quien lo tomó a su servicio. Desde entonces se dedicó sin pausa a la industria gráfica, desempeñándose en distintos talleres de la zona, como Talleres Gráficos Santamaría, la Imprenta de don Germán Noguera en Río Gallegos, la imprenta ‘El Austral’ y diario ‘Noticias de Río Grande de Daniel Balanche, Impresora Sol, de Olga; Prensa Libre, de Sandra Mayor e Integraf de
Ushuaia pasando inclusive por la imprenta de Gobierno donde le tocó editar el periódico El Fueguino de Oscar “Nene’ Rubinos.
Aunque estaba obligado a dializarse regularmente, Carlitos no dejaba de generar sus características viñetas humorísticas para la contratapa de este medio, como así también el contenido de la sección “¿Te acordás, hermano?. Y además, había decidido editar la revista quincenal “Calafate”, dedicada a difundir la actividad cultural local.
Dejó de existir el miércoles 24 de octubre de 2018, en la ciudad de Río Gallegos, provincia de Santa Cruz, adonde había viajado para ser cuidado por una hermana, con la salud quebrantada por un cáncer impiadoso.
Te extrañaremos siempre Carlitos.