Es necesario escuchar a nuestros políticos, mucho más cuando se trata de potenciales candidatos a ocupar un cargo tan importante como la gobernación de nuestra provincia. El pasado viernes, por ejemplo, hemos podido oír una entrevista que Sergio Sarmiento le hizo al intendente de Río Grande, Martín Pérez.
Obviamente que el funcionario aprovechó el espacio para exponer abundantes definiciones políticas que no es objeto de esta nota juzgar. Pero no podemos dejar de reflexionar respecto de algunas referencias expresadas sobre Ushuaia y su “potencial ambiental y turístico”. El candidato no ahorró elogios calificando a dicho potencial como “extraordinario”, además de considerar al entorno ushuaiaiense como “único”.
Sin embargo, al ser consultado respecto de los problemas energéticos y las posibles soluciones, recurrió inmediatamente al viejo proyecto del Interconectado Eléctrico Provincial y recomendó criterio a quienes reclaman que dicho interconectado se ejecute en forma subterránea.
Sin poder evitar imaginar “ese entorno extraordinario” al que segundos antes había hecho referencia, lleno de torres de 38 metros de altura sobre un camino de servidumbre con miles de árboles talados y todo el paisaje impactado irremediablemente, vale preguntarse qué uso imagina el actual intendente riograndense respecto de dicho “potencial”.
Es como decir: “Qué bonita es tu casa pero deberemos pasarle una autopista por encima y si dispones de criterio, no deberías oponerte”. Claro que luego cerró la frase expresando que “hay que dar el debate” aunque, por sus dichos, poco margen dejó para el mismo. ¿Cuál sería la opción?. ¿Elegir el color de las torres?.
Es cierto que hallamos torres de energía en Argentina y en muchos lugares del mundo, pero son muchos más los sitios donde no hallaremos estos atroces elementos y, sin embargo, aún en esos lugares, disponen de energía. Con esto decimos que por lo menos es tan arbitrario un mensaje como lo es el otro.
Ahora técnicamente sabemos que en aquellas regiones donde se pueden hallar torres de energía, existe un denominador común: se trata de lugares sin gran valor escénico (sin muchas posibilidades turísticas) y además de sectores “de sacrificio”. Por lo tanto, el señor intendente Martín Pérez deberá ir viendo, en uno de sus recorridos al sur de la isla, cuáles serán a su criterio las zonas que está dispuesto a “sacrificar”.
Es muy posible que en países que se caracterizan por sus bellezas naturales por ejemplo Suiza, también existan torres de energía. Ahora jamás las instalarían en sectores donde abundan bienes naturales y culturales, paisajes de singularidad escénica o paisajes simbólicos. En esos sectores no permiten ni siquiera un poste de luz o un aviso publicitario, cualquiera sea su tamaño. Para ello disponen de una ley de protección del paisaje que ya tiene varias décadas de ser sancionada y con casi 100 páginas que se cumplen sin alternativas de discusión.
Martín Pérez ha recurrido al viejo y remanido argumento de que llevar los cables de alta energía en forma subterránea es “más caro”. Hasta aseveró que sale “diez veces más”.
Más allá de que nunca hemos dado con un estudio serio y responsable, con nombre y apellido que asevere fehacientemente dicha cuantificación, es obvio que se parte de la absurda premisa de que el paisaje carece de valor. Todos los bienes naturales, escénicos y culturales que pueden ser afectados por este proyecto, no tienen un centavo de valor.
Parece que sólo disponen de estimación e importancia el precio de los cables, el acero, la mano de obra, la deforestación que se deba ejecutar y el mantenimiento posterior. Extraña premisa para alguien que ha dicho públicamente que toda esta zona tiene un potencial “ambiental y turístico extraordinario”. ¿Acaso dicho potencial es a los fines de colocarle 500 torres del tamaño de un edificio de 10 pisos encima?.
Es cierto que ninguno de quienes pensamos como pensamos y llegamos a determinadas conclusiones, se las sabe todas. Un debate serio y responsable implica exponer argumentos y no descalificaciones anticipadas, porque debatir partiendo de la premisa que se deberá aceptar resignadamente lo que una de las partes sugiere, es perder el tiempo.
La otra cuestión a mencionar es no ubicar a la opinión propia “en el centro racional” y mucho menos considerarse “dueño de la mesura”. De esa manera se ubica a quienes no piensan lo mismo en los extremos. Y los políticos recurren exasperantemente siempre a esa estrategia. Si es así, entonces comencemos por debatir si debemos hacer o no un interconectado o si en cambio debamos construir una nueva usina en Ushuaia que abastezca a la ciudad por los próximos 30/50 años, manteniendo a nuestros muy valiosos paisajes a salvo y tal como los vemos hoy.
En materia de opiniones todo es válido y cualquiera tienen derecho a disentir, pero no podemos ignorar que la opinión de alguien que pretende conducir el futuro de nuestra provincia es más importante e implica mayores riesgos. Entonces no debemos olvidar de recomendarle al potencial candidato a la gobernación, que el destino turístico Ushuaia, llegó a dónde llegó, luego de una historia de 50 o más años.
Hay quienes dejaron su vida por el desarrollo turístico de la ciudad. Todo eso no se puede poner en riesgo porque resulta – a criterio de Pérez – que debemos llegar con la energía “de la forma más barata”. Es necesario también tener en claro el significado de los pasivos ambientales, detalle de los que nunca se hacen cargo los gurúes del pseudo desarrollo.
Tenemos en claro, de acuerdo a la enorme crisis energética que estamos sufriendo, a qué nos exponemos con estas discusiones, pero nos parece que la consigna no debería ser “velas o paisajes destruidos”. Es fundamental buscar otras opciones.
Aún está a tiempo, amigo candidato, y si decide investigar o nutrirse de otras opiniones, cuente con nosotros incondicionalmente.
Julio César Lovece