Una nueva mirada sobre “lo verde”

Por Virginia Rizzo Lic. en Ciencias del Ambiente. Directora del Observatorio Socioambiental – Instituto de Estudios Fueguinos (I.E.F.)

 

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Virginia Rizzo
Lic. en Ciencias del Ambiente.
Directora del Observatorio Socioambiental – Instituto de Estudios Fueguinos (I.E.F.)

La pandemia ocasionada por el COVID-19 abrió un paréntesis en la marcha del ciclo económico mundial. Con intermitencias, los gobiernos de los diferentes países y el sector privado debieron generar cambios en las conductas del trabajo y protocolos sanitarios de procedimientos y movilidad impensados hasta el momento.
La producción, la circulación y la comercialización en las órbitas de la industria y los sectores de servicios debieron pensar y proponer adaptaciones en cada uno de los rubros. Con una movilidad física reducida, las barreras de las distancias “reales”, sólo fueron esquivadas por el mundo virtual de las transacciones comerciales remotas: las plataformas digitales como computadoras y teléfonos celulares (smartphones) mantuvieron vivo un mercado, que reemplazó la tradicional caja registradora presencial por las aplicaciones móviles informáticas (App) diseñadas para ser ejecutadas en teléfonos inteligentes, las que permiten a una persona, desde su casa, reconocer, investigar, seleccionar, contratar, comprar o vender, una cantidad considerable de bienes y servicios.
En otras oportunidades nos hemos referido a la economía circular como aquel ámbito dinámico donde la innovación productiva y la revisión y renovación de paradigmas y conductas, encuentran un campo fértil de desarrollo, capaz de generar un impacto social positivo tanto en la calidad de vida de las comunidades como en el ambiente, en todas sus dimensiones y complejidad ecosistémica.
La dimensión ambiental ha sumado al debate actual una batería de conceptos que compulsan con los saberes tradicionales. En el campo de la economía, por ejemplo, ha llevado a que se interpelen las tradicionales prácticas de producción, circulación y consumo de bienes. La irrupción de conceptos ecológicos y sostenibles novedosos llevó al surgimiento de la economía circular, un ámbito innovador que revisa prácticas y propone conversiones para reducir el impacto del sistema capitalista de producción masiva de bienes y servicios sobre el planeta.
Y la pandemia mundial, sin querer queriendo, se convirtió en un momento propicio para pensar un retorno a la actividad económica mundial plena, con agregados de la economía circular, que podrían reducir los impactos ambientales más graves, previos al 2020. Desde ya, ello queda sujeto a la permeabilidad que los sectores dirigentes (políticos, empresariales, burocracias, sociales) de cada país tengan sobre este nuevo paradigma y de pensar que quizá haya una forma de volver a la plena actividad de mejor forma, esto es, siendo más responsables con el ambiente.

RIO+20

En varias oportunidades hemos revisado, y hablado de las Conferencias de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Sabemos que su inicio formal se da en Estocolmo en 1972, como se la conoció a esta primera versión, de un mundo político y social que se juntaba para dar soluciones a las complejidades del momento. Así, a través de los años, y con una frecuencia cada diez años, se repite esta famosa reunión de líderes del mundo. Entre las reuniones más famosas y que tuvieron mayor impacto se encuentra Rio de Janeiro 1992 y dos décadas después, la misma dio que hablar en la célebre Conferencia de Naciones Unidas sugestivamente conocida como “Río+20”.
En efecto, Río+20 fue sede de la configuración de los conceptos de “economía verde” y “crecimiento verde”. Es importante recordar que ambos conceptos comenzaron a tomar gran relevancia a partir de la crisis financiera 2007- 2008, cuando los debates comenzaron a plantear la profunda necesidad de gestar programas y reformulación de políticas públicas fiscales que dieran respuesta a las cuestiones ambientales que se traducen en problemáticas socioeconómicas. Fue en esta agenda que nació la discusión sobre el crecimiento verde y la economía verde.

¿Qué es la economía verde?

Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, se trata de aquella economía que propone mayor bienestar humano y equidad social, al mismo tiempo que reduce significativamente los riesgos ambientales y la escasez de recursos naturales. Podríamos decir que una economía verde reduce considerablemente la producción de bienes y servicios a través de procesos productivos contaminantes, hace un uso eficiente de los recursos disponibles, sean estos, naturales, económicos o sociales, lógica que luego se redunda en beneficios inclusivos para las comunidades.
Ahora bien, esta economía verde, debe darse en el marco de procesos de desarrollo y crecimiento económico que fomenten el cuidado de los activos naturales, sostengan los servicios ambientales de los ecosistemas y ofrezcan soluciones sostenibles a las necesidades actuales y futuras. A este tipo de crecimiento holístico y respetuoso se lo denomina “crecimiento verde”.
Es difícil concebir una oposición general a las anteriormente mencionadas metas verdes, ya que en la actualidad, existe una especie de consenso en las que se ve articulada una paulatina incorporación de nociones sustentables a través de las proposiciones llevadas adelante por las ciencias del Ambiente, las agendas gubernamentales, el sector privado mediante la responsabilidad social empresaria y las exigencias de base de las comunidades que desean y requieren un equilibrio justo y equitativo entre, economía, ambiente y sociedad.
Así, a través del crecimiento verde, se pueden fomentar las sinergias necesarias para incorporar tecnologías limpias, crear empleo de calidad, sostenible y sustentable, potenciar ciclos de vida como el de los residuos sólidos urbanos y logar la reconversión y capacitación permanente de los sectores industriales.

Desafíos verdes

Sin embargo estas cuestiones han resultado preocupantes para algunos países en desarrollo, dado que, en contraposición con las ventajas que arrojaría la adopción y adecuación de las propuestas de los nuevos paradigmas, se plantean dudas vinculadas a si el crecimiento verde redundaría en una cambio de objetivos, una baja de apoyo a los programas orientados a eliminar la pobreza y mejorara la equidad social, la puesta de barreras o límites a las exportaciones o la perdida de posibilidades de exportación de productos ante un endurecimiento de las normativas vigentes.
Además, con los actuales grados y niveles de inversión, es comprensible el planteamiento de los países en desarrollo respecto de las posibilidades reales de invertir en tecnología e infraestructura verde. Pero lo cierto es que el crecimiento verde no implica de ninguna manera dejar de lado los postulados del desarrollo sustentable. Y en este punto reside el desafío actual de las adecuaciones que exigen los nuevos postulados.
Por el contrario, la nociones de la economía verde apuntan corregir las externalidades ambientales (el costo ambiental no considerado en las cuentas industriales) comprendiendo de ese modo una arista holística e integral, poniendo énfasis en el control del recurso natural en relación al sistema general planetario, que es en definitiva el gran prestador de servicios ambientales.


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