Por Virginia Rizzo.
Licenciada en Ciencias del Ambiente. Directora del Observatorio Socioambiental
Por Virginia Rizzo.
Licenciada en Ciencias del Ambiente. Directora del Observatorio Socioambiental
Hace ya seis años que el Instituto de Estudios Fueguinos me convocó para ofrecerme la Dirección del Observatorio Socioambiental, un espacio interdisciplinario que desde sus orígenes se planteó ser un instrumento de divulgación científica conformado por profesionales de las áreas de las llamadas ciencias exactas y sociales con la finalidad de generar y sistematizar datos, diagnosticar, evaluar propuestas de acción y proponer soluciones a las problemáticas ambientales de la región, con el fin de formar profesionalmente e informar sobre la realidad socioambiental de la Provincia de Tierra del Fuego.
Uno de los grandes debates del equipo interdisciplinario que se convocó en aquella oportunidad, fue el de utilizar el término «socioambiental», que poseía un estatus epistemológico quizá inmaduro, para referirse a las temáticas que tenían que ver con las relaciones entre la sociedad y el medio físico. Esto resultaba así, porque desde que se creó este espacio de reflexión y participación, se buscó siempre privilegiar la dimensión humana de las cuestiones ambientales y no a la arista naturalista y conservacionista, lo que en varias oportunidades hemos identificado con cierta «ola verde», presa de posturas conservadoras y reaccionarias al progreso material sustentable, que suelen primar en muchas áreas políticas y técnicas estatales y en la mayoría de las ONGs.
Fruto del signo de los tiempos que corren, en el que las cuestiones ambientales parecen dictar la nota común para asegurar la sostenibilidad de la humanidad, en el año 2015 el mundo recibió no sin sorpresas la encíclica papal Laudato Si’ (término italiano: «alabado seas») y que se subtitula con un sugerente «Sobre el cuidado de la casa común». Un documento fundamental para posicionarse ante las siempre comprometidas causas ambientales. Es interesante recordar que es la primera vez que se escribe una encíclica papal (circular para obispos y el pueblo de Dios) dedicada no sólo al pueblo creyente, sino a “todos los hombres de buena voluntad”.
En este documento, el Papa Francisco pone en agenda un tema central para el desarrollo sustentable, dimensionando la cuestión ambiental con las necesidades de la gente, a tal punto que puede afirmarse que Laudato Si es la encíclica del Papa sobre el cuidado del planeta (nuestra casa común). Claramente propone una ecología integral, incorporándole sin tapujos las dimensiones humanas y sociales. De este modo, se plantea el problema ambiental no como simple naturalismo (que suele identificarse con el cuidado del medio físico, su flora y fauna) sino como una causa “socio-ambiental”, incluyendo a la humanidad en el problema, no desde una óptica sesgada y negativista, sino en las objetivas dimensiones de la relación hombre – medio natural, no enfrentando a la humanidad con la tierra, sino como realidades que comparten la naturaleza.
Laudato Si’ enumera los desafíos actuales en materia ambiental, a los que identifica con el cambio climático, la cuestión social del agua, la pérdida de la biodiversidad, la deuda ecológica que los países desarrollados tienen con respecto a los menos desarrollados.
Ya Juan Pablo II había puesto el énfasis en la «conversión ecológica» que conmina a la conversión de creyentes y no creyentes a cuidarse entre prójimos a través del respeto y el cuidado del ambiente. Con esto, se abrió el camino para llegar a esta conjugación entre el medio natural y las relaciones sociales, con todo lo complejo que ello reviste.
En lo que hace al recurso fundamental del agua, Francisco adhiere al concepto del agua social, un neologismo que remite a que el agua es un derecho inalienable de la dignidad de la persona humana, que nunca debe tomarse como un bien de cambio en el merado de capitales. Detrás de ello, desde ya, se encuentra la molesta e inquietante posesión de este bien, lo que puede llevar, en un futuro muy cercano, a conflictos mayores por el control de este recurso. Particularmente, el tema del agua es hoy una de las problemáticas ambientales más destacadas de la Provincia, en su dimensión sanitaria, una agenda de atraso preocupante que esperemos podamos superar en el futuro cercano.
Tampoco se debe perder de vista las consideraciones que realiza Francisco sobre la tecnología, advirtiendo que se trata de un bien humano, un valor necesario para el progreso, pero que de ninguna manera debe indicar que en nombre de ella, se caiga en una tecnocracia, desde la cual pueda habilitarse el daño ambiental con seguridad de conciencia, para después recurrir a la tecnología para mitigar los efectos del mal uso de nuestros recursos. En ello, agregamos nosotros, la planificación urbana y una agenda de desarrollo sustentable en el tratamiento de los recursos, es fundamental para superar esquemas de impacto ambiental ligados a agendas políticas y de gestión consustanciadas con el lucro insensible, la improvisación pública y la falta de proyecto, por una parte; y a la insensibilidad de esquemas de pensamiento puristas y conservacionistas, que se alejan de la dimensión socioambiental, denigrando las necesidades sociales identificadas con la escasez de recursos, la falta de vivienda y afectación del hábitat.
Nuestra Provincia es rica en recursos naturales y con una buena planificación puede establecerse una agenda sustentable de su utilización y puesta en valor. Dicho valor debe tener una hipoteca social orientada a las necesidades de los sectores sociales más vulnerables y desposeídos y al cuidado de la casa común (el territorio) de la que nos habla Francisco. En el mismo sentido existe toda una legislación nacional y provincial que habilita a accionar sobre el territorio en el sentido de un desarrollo sustentable de nuestros recursos naturales. En ello, el uso que hagamos del suelo y el recurso hídrico en todo el ámbito provincial, merecerá una auditoría efectiva y responsable de todos, porque a todos compete una conversión ecológica que lleve a que se creen redes de sentidos para procurar calidad de vida con inclusión social.
El desafío es que dicho desarrollo sustentable sea realmente valorado y no solo una divisa que se pronuncia en discursos políticos porque «vende bien» hacia la opinión pública. Por eso es sumamente valorable la Encíclica socioambiental del Papa Francisco, para recordarle a todos los hombres de buena voluntad, vivan en el principio o el fin del mundo, que lo ambiental no empieza ni termina en la preservación de una especie de flora y fauna, sino, además, en la búsqueda de ordenar la casa común para que todos podamos gozar de una calidad de vida digna, en armonía con el prójimo y con nuestro territorio.
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