Con la inmersión de la vida en el océano de la internet, empezamos a encontrarnos nuevos especímenes, hasta ahora poco conocidos para los novatos digitales. Se trata de los “trolls” y los “haters” o por su traducción literal “odiadores”. ¿Qué se esconde tras estos personajes? Y ¿qué podemos hacer?
Nadie podría decir que el odio sea una novedad de la pandemia. Ni siquiera de la modernidad. La tendencia humana a la destrucción existe desde los inicios de la especie, aunque el paso del tiempo y la cultura van modelando la forma que adopta en cada época. Lo distintivo de este momento histórico es que el odio viró de una pasión a un discurso. El “discurso del odio” (Dr. Luciano Lutereau), donde el odio se convierte en algo colectivo, se comparte con otros y deja de producir vergüenza.
Tristemente es un fenómeno cada vez más conocido que, a medida que un individuo empieza a tener una imagen pública en las redes, hacerse conocido, tener seguidores, empiezan, proporcionalmente a su grado de exposición, a aparecer los personajes de la “cultura del odio”. Hablamos de “cultura” y “discurso” del odio porque trasciende lo individual para instalarse como un actor social que forma “parte activa y protagónica de la disputa de contenido que se da permanentemente en el terreno de lo simbólico y la formación cultural de nuestras sociedades. Sus prácticas, datadas a lo largo de este trabajo, se orientan hacia el fortalecimiento de una cultura del odio que, en principio, no parece tener límites en materia de desarrollo e incidencia, ni tampoco respeto alguno por la historia y sus conquistas en materia de derechos humanos.” (INADI)
Se llama hater “a aquella persona que se dedica a discriminar, denigrar u ofender a una persona, organización o producto a través de redes sociales. Su motivación puede variar de un hater a otro pero normalmente se debe al odio racial o el de género. Envían sus críticas destructivas tanto a sus objetivos de odio como a toda aquella persona que los defienda o sienta simpatía hacia ellos”. (ConceptoDefinicion.de)
Respecto de los “trolls”, operan desde un perfil falso y generalmente en manada. Mediante comentarios en internet, buscan desprestigiar a una figura pública, muchas veces a cambio de dinero. En el “Informe Haters” el INADI señala: “Una de las diferencias que existen entre los trolls y los haters, es que estos últimos en la mayoría de los casos son sujetos reales, que utilizan todas las herramientas que tienen en las redes para burlarse, reírse o tratar de generar un impacto negativo en la persona elegida como víctima. No realizan ataques en manada, sino de manera individual, con el objetivo de tener una ida y vuelta con la víctima o con otro usuario, para discutir armándose de argumentos basados en el odio.”
Cuando reflexionamos sobre el detrás de escena de estos personajes, distintos especialistas nos hablan de una profunda frustración y dolor que es puesta afuera como agresión hacia otro. Por supuesto que no podemos unificar en una categoría a quienes actúan desde el odio digital, puesto que una conducta puede ser transversal a distintos tipos de estructuración psíquica, pero en líneas generales puede decirse que el odio que poseen y que se convierte en agresión cuando la destilan al exterior, habla fundamental de ellos, de su historia y sus carencias.
Desde este tipo de discurso, hay solo dos formas de pensar, “como yo” o lo contrario. Es decir, no está contemplada la diferencia sino la visión del otro desde la oposición, como “enemigo” (Dr. Lutereau). Simultáneamente, hay algo del orden de la mostración. El odiador, no solo dirige su palabra al otro que ataca, sino a los otros que ven dicha escena. El público lo alimenta.
Subidos a la curva de la pandemia, los personajes del odio encontraron lugar en la infodemia y las fake news, que tuvieron por objeto confundir y angustiar a los que buscaban informarse sobre cómo protegerse del virus. El periodista y escritor español Ignacio Ramonet señaló que “el miedo al COVID-19 así como el deseo de sobreinformarse y el ansia de entender todo lo relacionado con la plaga han creado las condiciones para una tormenta perfecta de noticias tóxicas”.
Tanto trolls como haters pueden causar verdaderos estragos a sus víctimas, si no están advertidas del funcionamiento de este tipo de discursos y cómo defenderse. El derecho a la libertad de expresión, en este caso en las redes, tiene sus límites en el derecho del otro. El INADI, en el informe ya citado aconseja denunciar estas acciones las veces que sea necesario ante las políticas de uso de cada plataforma; bloquear a estos usuarios; e ignorarlos. Lo importante es cortar las cadenas de mensajes que satisfagan a estos mismos. La circulación de fake news es parte del modus operandi: en caso de que veas la expansión de información, vía redes sociales, de dudosa procedencia, chequeala en portales oficiales o con fuentes directas comprobables.”
Por otro lado, estos ataques no discriminan edad o género. Es importante que, como usuarios de las redes y como comunidad, estemos atentos y hagamos las consultas y denuncias que correspondan, ya que en algunas ocasiones el accionar de estos sujetos pueden convertirse en un delito u otro tipo de figura legalmente reprochable.
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