Si de algo sabemos los argentinos es reinventarnos. Desde que tengo uso de razón, el país vive de crisis en crisis. ¡Es un país para los amantes de la adrenalina! No da chances de aburrirse, porque por momentos la estabilidad parece un sueño de otros.
La pandemia dejó a muchas personas en situación de tener que rebuscárselas para generar un ingreso económico, algunos lo hicieron por elección y otros obligadamente. Hubo rubros especialmente castigados por las medidas que debieron adoptarse para hacer frente al Covid-19 y no quedó otra que agudizar el ingenio para seguir adelante.
Estos momentos de inflexión en la vida de alguien, también pueden ser la ocasión para animarse a retomar algún proyecto postergado o aquellos sueños que habían quedado en el tintero. Una oportunidad para detenernos en la vorágine del tiempo y analizar el camino recorrido, pero sobre todo meditar sobre cómo queremos seguir.
Parte de esta reinvención durante el último año, se volcó en la digitalización de muchas actividades que se realizaban presencialmente y se vieron en la imperiosa tarea de adaptarse con urgencia para subsistir. Si bien, en la mayoría de los casos, esta urgencia no fue sin una cuota de estrés; fuimos testigos en pocos meses de un gran desarrollo tecnológico. Y muchos de estos cambios, nos van a seguir acompañando porque trajeron facilidades, optimización del tiempo y mayor accesibilidad. Por otra parte, si bien la tecnología generó la desaparición de algunas tareas, en especial aquellas susceptibles de automatización, también creó otras nuevas, más la posibilidad de ampliar el mercado laboral a cualquier lugar del mundo mediante la modalidad de trabajo remoto.
Desde el punto de vista psicológico, una forma de pensar esta posibilidad de reinventarse o adaptarse a nuevas circunstancias, es a través del concepto de resiliencia. La “Guía práctica de salud mental en desastres” (2006) de la Organización Panamericana de la Salud, define a la resiliencia como “la capacidad de resurgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y volver a acceder a una vida significativa y productiva. Esta capacidad no es estática sino permanentemente fluctuante en relación con las circunstancias que se van viviendo y trata de lograr un equilibrio entre los factores de riesgo y los elementos protectores.” Hay que tener en cuenta que esta capacidad, no está determinada solamente por factores individuales sino también por nuestro entorno. Así podemos hablar de comunidades más o menos resilientes, en función de su capacidad para ofrecer sostén a sus integrantes, posibilidades de desarrollo, crecimiento, etc.
Una aliada a la hora de mezclar los dados y volver a tirar es la creatividad. No necesitamos ser grandes artistas o científicos innovadores para abrir paso hacia ella e incluirla en nuestros proyectos. Basta con introducir una duda donde antes había certezas y animarnos a ver algo diferente. En tal sentido, frente a la irrupción de lo traumático, el proceso creativo se erige como uno de los destinos posibles. Transformar ese caos inicial y hacer algo novedoso, con la potencialidad de tener un efecto reparador sobre el psiquismo.
¿Pero cómo podemos predisponernos para la creatividad? Así como los niños mediante el juego, tramitan activamente, sucesos vividos en calidad de sujetos pasivos, creando un mundo de posibilidades al alcance de la imaginación, de adultos también podemos recurrir a lo lúdico para emprender otros caminos. La psicoanalista y escritora Lola López Mondéjar señala en relación al proceso creativo que, como el juego, el artista huye de la realidad porque esta es fuente de frustración y de displacer y recrea un mundo a su antojo, con independencia del mundo exterior, pero que tiene efectos de transformación de este.
Otro recurso es la curiosidad, el deseo de saber e investigar, que nos motiva a no quedarnos quietos y explorar qué hicieron otros. Hay una frase muy conocida que dice algo así: “El que quiere ser un buen escritor, primero tiene que ser un buen lector”. Siempre que apuntamos a la creación, hablamos de un proceso que, como toda construcción, tiene sus antecedentes en cosas que han hecho otros, y que posibilitaron de alguna manera, que esa idea aparezca en ese momento y lugar. Por eso es importante no ensimismarse e interactuar con nuestro entorno.
Pero para que todo este proceso tenga inicio, es importante poder duelar aquello en lo que teníamos puestas nuestras expectativas y no funcionó. Aceptar nuestra situación actual y hacer un espacio para la llegada de nuevas ideas. Si continuamos aferrados a antiguos esquemas, sin cuestionarlos, por más de que se presente una oportunidad para emprender algo diferente, probablemente nos pase de largo. Duelar también nos permite resignificar lo vivido, encontrar otras formas de posicionarnos frente a lo que nos pasó y dejar ese quantum de energía disponible para otra cosa.
La clave es esa. Reinventarnos. Una vez más. Tenemos que animarnos a recorrer nuevos caminos y donde había oscuridad, que vuelva a entrar un rayo de luz.
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