Reflexiones en cuarentena
Hace unos días se viralizaron unos twits de una mujer de 25 años, oriunda de Santa Fe, a través de los cuales reclamó no ser registrada por distintos profesionales con los que por años viene interactuando a raíz de su sobrepeso. Sus mensajes desencadenaron una ola de respuestas y menciones de otras personas que se sintieron identificadas con sus palabras.
El eje de sus comentarios apuntaba a que los profesionales, en lugar de registrar y preguntar qué le estaba pasando a ella y cómo llegó a determinada situación, dieron por hecho la causa de su sobrepeso, así como la “solución” para su padecimiento. “En mi caso, asumen que por ser gorda solo como ultraprocesados y hago una vida sedentaria. En lo que va del año hice cuatro consultas a especialistas y la misma cantidad de veces me mandaron a caminar y a dejar de comer galletitas” – señaló Victoria para una entrevista de un diario nacional.
Escuchar implica poner en suspenso, vaciarse de los propios pensamientos, significaciones, prejuicios, deseos, para registrar lo que el otro quiere decirme. Esto conlleva un entrenamiento por parte de los profesionales, un aprendizaje para poder ocupar este lugar, y desde allí cuestionar qué significa para una persona determinada ese síntoma.
El problema adviene cuando en lugar de preguntar al otro e indagar qué representan para él o ella sus palabras, escuchamos desde nuestro propio sistema de creencias y en consecuencia sobreentendemos, damos por hecho que algo es para todos igual y desde allí también hacemos indicaciones que no tienen por “norte” la singularidad de la persona.
Escuchar también implica una apertura a que aparezca algo diferente a lo que a mi me pasaría, o a lo que a otros les pasó. En general, los pacientes agradecen enormemente cuando un profesional puede ubicarse en esa posición en lugar de repetirle alguna “receta” que seguramente ya les dijeron. Ese tipo de indicaciones “estándar” muchas veces también encubren inseguridades de los profesionales que, ante la consulta y el temor a no tener las respuestas para todo, recurren a cuestiones genéricas que sirvieron en otras oportunidades o remiten a algún manual.
Esto no significa que haya una mala intención por parte de los profesionales tratantes, sino quizá una deuda en la formación académica, que incluya una evaluación que no se reduzca a parámetros objetivos, sino que pueda escuchar y leer a la persona que padece más allá de su síntoma.
También debemos tener en cuenta que, lo que para alguien es un padecimiento, para otro puede no serlo. Porque no todas las personas sufren por lo mismo.
Por otra parte, esto también revela la importancia del trabajo en equipo interdisciplinario para el abordaje de distintas patologías. Trabajar desde una perspectiva interdisciplinaria, no significa que profesionales de distintas disciplinas traten al paciente, sino que ese abordaje sea desde un diálogo entre los diversos saberes. Ya que sólo desde ese intercambio, va a producirse una diferencia, ese “plus” que permita decir algo sobre lo particular de una persona.
Esto que, en esta oportunidad, apareció en relación a los profesionales de la salud, es también la expresión de los que nos pasa como sociedad frente a determinados problemas y lo mucho que nos cuesta escuchar a otra persona cuando dice algo diferente (todos hacemos un uso distinto de las palabras) a lo que pensamos. Las palabras no significan lo mismo para todos, vale decir, si bien podemos acordar en llamar mesa a una tabla con cuatro patas, a alguien la mesa le recordará a las comidas en la casa de su abuela y a otro la discusiones interminables a la hora del almuerzo en su infancia. Esas particularidades que les agregamos a todas las palabras hacen que nunca hablemos de lo mismo cuando nombramos algo. Y es allí donde radica la importancia de escuchar a los demás, antes de dar un consejo que parta desde nuestro lugar.
Mientras leía los textos que usuarios de distintas redes sociales publicaron respecto de una entrevista periodística que le realizaron a la autora de los twits, me generó preocupación por un lado la utilización desde un cierto anonimato, de los comentarios como instrumento de odio, para herir al otro, en lugar de expresar una opinión. Y por otro lado, cómo se mal entiende el concepto de “responsabilidad” y se termina culpando a alguien por padecer, en la creencia errónea de que el que sufre es porque quiere y como si todo lo que nos pasa se ubicara en el marco de la consciencia.
Una forma de acercarnos a ese “otro mundo” que representa una persona y sus palabras, es preguntando, no naturalizando, ni obviando nada. Y cuestionando desde el respeto. Solo desde esta posición, se habilitará un cambio en lo que venía siendo más de lo mismo.
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