Hablemos claro.
“Si anhelamos convertirnos en un destino turístico de calidad y realmente competitivo, no solo “un lugar por donde pasen turistas”, deberemos asumir que la calidad de los atractivos debería ser una cuestión de Estado”.
Invitamos a imaginar a un destino turístico, como a un enorme carro sostenido por dos robustas ruedas. Una de estas ruedas es la de los “atractivos”, que pueden ser naturales y culturales, tangibles o intangibles. La otra es la de los “servicios”, que pueden ser privados o públicos. Hasta aquí la muy básica descripción de requerimientos para que un destino pueda ser considerado “turístico”. Sin embargo en un mundo cada vez más competitivo y accesible, con viajantes cada día más intrépidos y exigentes, resulta absolutamente insuficiente esta figura a menos que sumemos un elemento al que podemos ubicar en la base del carro, como una manera de graficar la necesidad de disponer de una solidez que otorgue fortaleza y capacidad al vehículo, este componente es la “calidad”.
Es precisamente la calidad la que otorga a un destino mayor competitividad, obviamente que junto a los costos.
Pero en cada ocasión en que hablamos de “calidad”, inmediatamente el sector gubernamental observa al sector privado adjudicándole la máxima responsabilidad como encargado del alojamiento, transporte, la gastronomía, el servicios de guías, choferes, mucamas, conserjes, etc., pero se olvida de la trascendental importancia que tiene la “calidad de los atractivos”.
Un turismo cada día más exigente y experimentado espera, no sólo la singularidad de “los atractivos” sino también la calidad. Obviamente que las políticas del Estado tienen una enorme responsabilidad a la hora de garantizar dicha condición. Hoy, mientras muchos destinos diseñan políticas que fortalecen una cultura de la calidad, otros lugares, ni la consideran o, como ya dijimos, se la adjudican exclusivamente a los servicios.
Nos preguntamos entonces, ¿en nuestra provincia, estamos garantizando calidad de atractivos? Un ejemplo: la contaminación visual de la ciudad. ¿Esta acaso no erosiona la calidad del destino?. Una ruta mal diseñada y construida insensiblemente respecto del entorno que recorre, ¿no malogra la calidad del paisaje o acaso no destruye bienes irrecuperables?. ¿El descuido de elementos históricos patrimoniales no atenta en contra de la identidad del destino y con ello resta valor a la calidad del producto?. ¿La ausencia de una correcta planificación de los usos del suelo no aniquila la posible puesta en valor de nuevas opciones de excursiones, como una manera de mejorar la diversidad de la oferta?.
Pensemos por favor: “No hay destinos turísticos de calidad sin atractivos de calidad”. Por lo tanto tampoco “puede existir un destino turístico de calidad donde el tema ambiental y cultural no formen parte de la agenda prioritaria de quienes nos gobiernan”.
El desafío indudablemente es evitar que lo coyuntural no nos devore el tiempo que debemos dedicar a la planificación, porque no sólo de promoción vive un destino turístico.
La política turística no puede estar divorciada de la cultura y el ambiente. Es incomprensible que los funcionarios turísticos se desentiendan de aquellos proyectos ajenos a sus áreas que ponen en riesgo los atractivos que forman parte indispensable de la oferta que promocionan en el mundo.
Hemos hablado durante muchos años respecto de la necesidad de diversificar la oferta, esto es sumar nuevos atractivos y esto está bien, pero todo parece indicar que paralelamente descuidamos los que ya ofrecemos. Por ejemplo, la ruta al Parque Nacional en verano es una nube de tierra que desprestigia el atractivo, mientras en repetidas oportunidades se ha prometido la pavimentación. En los últimos meses se ha anunciado nuevamente la concreción de la obra y anhelamos que esta vez sí ocurra. Otro caso a mencionar es el de las hosterías emplazadas en los sitios más estratégicos y bellos de la isla, pero que se encuentran en ruinas.
Hablar de estas cuestiones no debe tomarse como un ataque a alguien en especial, tampoco a una determinada gestión, pero debería ser un llamado a la reflexión. Porque atañe a la calidad y, con ello, a la competitividad de nuestro destino.
Hemos leído estos últimos días que el gobierno provincial, a través del Infuetur, actualizará el “Plan Estratégico de Turismo Sustentable de la Provincia de TDF”. Bienvenido sea, los felicito por ello, pero pregunto: ¿acaso el plan vigente hasta ahora ha sido tenido en cuenta por las diferentes gestiones gubernamentales?. Por ejemplo: ¿qué dirá el plan en vigencia respecto al tratamiento y uso que le dispensamos a las costas del Canal Beagle?.
La posible materialización de la extensión del ejido urbano hasta las costas del Lago Khami o Fagnano, la construcción de un interconectado con enormes torres cruzando de norte a sur la isla o la ausencia de protección de Península Mitre, por nombrar algunos ejemplos, ¿corresponde a lo recomendado por el Plan de Desarrollo Turístico?. ¿No amenazan estas cuestiones la calidad y competitividad del destino?.
La “Agenda para planificadores locales Turismo sostenible y gestión municipal” de la Organización Mundial del Turismo/ Año 1999, recomienda lo siguiente:
“La calidad de la organización territorial, protección ambiental y organización racional de los usos del suelo condicionarán en buena medida la competitividad del destino turístico. En suma, el diseño y calidad ambiental del destino pasa a ser un aspecto esencial, junto con la promoción, distribución y precio”.
Si anhelamos convertirnos en un destino turístico de calidad y realmente competitivo, no solo “un lugar por donde pasen turistas”, deberemos no esquivar estos debates y, sobre todo, asumir que la calidad de los atractivos debería ser una cuestión de Estado.
Diario Prensa
Noticias de: Ushuaia – Tolhuin – Río grande
y toda Tierra del Fuego.