Escribe: Rosana Marilina Rossoli, secretaria de “Herederos de la Causa Malvinas”.
Desde la cocina del rompehielos ARA Almirante Irízar (Q-5) (RHAI), perteneciente a la Armada Argentina, transformado en un buque hospital durante el conflicto de 1982, Herminio Rossoli cumplió con la noble labor de alimentar a quienes estaban alojados en el robusto barco capaz de atravesar hielos y tempestades australes.
Nacido en 1955, el veterano de guerra residente en Ushuaia, todavía suele escuchar en las reuniones de ex combatientes el comentario risueño de algún que otro camarada que le agradece “los bifes con papas fritas que nos preparabas para reconfortarnos del frío y hacernos sentir más cerca de casa…”.
Hoy su hija, al cumplirse cuatro décadas de aquella guerra de la que su padre logró regresar siendo un adolescente de 18 años marcado para siempre por el dolor de la experiencia vivida, lo homenajea:
“Hace 40 años comenzó un movimiento patriótico que se constituyó en un tributo malvinero. Nosotros, sus integrantes, tenemos varias cosas en común, ideales, valores y sentimientos. Son justamente esos profundos sentimientos los que nos movilizan y nos impulsan a desear fervientemente no solo recuperar nuestras Islas Malvinas si no también velar para que los héroes que lucharon por ellas, nuestros queridos veteranos de guerra, sean valorados y reconocidos.
Ellos son un pedazo de historia argentina viviente. Podemos verlos y escucharlos relatarnos sus experiencias en primera persona, lo que vieron, oyeron, sintieron y sufrieron. Porque estuvieron allí y pudieron regresar. Y hoy tenemos la dicha de que caminan entre nosotros.
Tenemos que aprovecharlos, disfrutarlos y sobre todo honrarlos, porque no siempre la historia tendrá una voz.
Diario Prensa
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