Francisco “Paco” Fernández tenía 96 años de edad.
Ushuaia acaba de perder al poblador nativo de mayor edad con el que contaba. La pérdida no es significativa por ese dato, propio de los registros estadísticos fríos, sino porque don “Paco”, como cariñosamente era conocido, supo ganarse el reconocimiento y aprecio de mucha gente por su particular manera de ser.
Su papá, don Emilio Fernández, llegó al Territorio Nacional de Tierra del Fuego en el año 1909. Había nacido en España, al igual que Manuela García San Román, con quien formó una familia. Ambos se radicaron en Ushuaia, él, trabajando como policía, y ella, cumpliendo el rol de ama de casa y madre de siete hijos. Uno de ellos era “Paco”, quien llegó al mundo en el mes de septiembre de 1925. En medio de la pequeña aldea austral, el fueguino cursó sus estudios primarios en la Escuela N° 1 Domingo Faustino Sarmiento. Antes y después de entrar a clases y los fines de semana, ayudaba en el cuidado de animales en la chacra familiar, emplazada en donde hoy se ubican los barrios El Mirador y Altos del Mirador, sobre la calle Héroes de Malvinas, antes de llegar, en dirección Sur – Norte, al barrio 640 Viviendas.
A sus 20 años de edad y siguiendo los pasos de su padre, Francisco se empleó en la Policía Territorial, dependiente en aquella época de la Gobernación Marítima, cumpliendo tareas de radiotelegrafista entre 1946 y 1951. Luego de solicitar la baja, ingresó en la radio postal local con la misma actividad bajo la sigla L.P.C., que funcionaba a 3 Km de la ciudad, las 24 horas del día. Su principal función era la de atender los buques en navegación y los que entraban en puerto aunque una de sus mayores responsabilidades consistía en atender cualquier pedido de auxilio o emergencia – SOS – para lo que debía estar atento a las frecuencias internacionales de 500 kilociclos. Precisamente en ese período Tierra del Fuego sufrió un desastre natural que sacudió las principales estructuras de la época y que él recordaba con lujo de detalle. Fue el temblor del año 1949 que quedó impreso en la memoria de quienes lo vivieron y sobrevivieron. En 1982, como empleado del Correo y Telecomunicaciones, Francisco se acogió al beneficio de la jubilación y se dedicó a disfrutar más tiempo de la compañía de su esposa, Ana Canga. Juntos por muchos años cultivaron las hermosas rosas que engalan la casa familiar ubicada en la esquina de las calles Gobernador Paz y Roca. Cuando enviudó, “Paco” siguió cuidándolas con gran esmero, a modo de homenaje de su compañera de toda la vida. Entre las paredes de esa casa llena de recuerdos, dueño de una disciplina personal envidiable, el querido poblador vivió solo, preservado ante la amenaza del COVID, con una gran independencia y autonomía, aún en los más duros meses de la pandemia.
En un rincón, la radio fue su infaltable compañía, como así también la visita de su descendencia y de gran cantidad de amigos.
Entrevistado por Prensa Libre en una oportunidad en que la pared de su casa, del lado de la calle Roca, fue blanco de los aerosoles de autores anónimos y desaprensivos, don Francisco expresó su desconsuelo e hizo un llamado a la reflexión. En su estructura mental le resultaba inconcebible que alguien no respetara lo ajeno y que no valorara el esfuerzo y el trabajo que significaba mantener hermosa una casa.
El día miércoles 20 de abril “Paco” cerró sus ojos para descansar eternamente en paz, con 96 vitales, productivos y bien llevados años.
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Diario Prensa
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