No soy una persona que piense mucho en la muerte, pero a veces me pasa… Y cuando sucede no puedo ser indiferente ni evitar que los pensamientos despierten mis fantasmas internos, mis miedos empolvados en lo más recóndito de mi ser.
Si mañana me viniera a buscar y me diera su beso frío… si Caronte reclamará sus monedas… si me tocará el último viaje a tierras desconocidas… ¿qué pasaría?.
¿Qué recuerdo evocarían mis hijos?. ¿El olor de la tarta de manzanas?, ¿el sabor de la tarta de atún? ¿Seguirán riéndose de mis viejos chistes al pensar en mí? ¿Recordarán el amor de noches en vela ante algunas de sus nanas?.
¿Y qué recordará mi amor?. ¿Los viajes compartidos?, ¿la construcción de un hogar, de la familia?, ¿un chocolate regalado de sorpresa? ¿Las elecciones hechas juntos en el día a día?. Yo sí sé que me iré sintiendo su perfume en el aire.
¿Habré sido un buen hijo para mi madre?, ¿qué recordará de mí? ¿al niño que fui o al hombre que hoy soy?. ¿Tendrá una anécdota que me pinte de cuerpo entero y se la contará una y otra vez a sus amigas cuando la invada la nostalgia?.
¡Y mis amigos!. Esos que valen oro y son tan pocos. ¿Recordarán las aventuras indecibles que vivimos?, ¿el fuego de la fogata?, ¿brindarán por mí?. De lo que si estoy seguro es de que me sacarán del olvido con mil y un anécdotas. Son capaces de hacer que me convierta en un cuento de pescadores… que irán exagerando en cada nuevo relato.
Al final, cuando pase al otro lado…¿qué habrá?, ¿un río?, ¿una cerca?, ¿un valle?.
Quisiera ver a mi viejo ahí, parado y fumando un cigarrillo, esperándome. ¿Reconoceré su voz?. Lo imagino presentándome a las antiguas generaciones de la familia mientras me siento a su mesa. ¿Me verán con orgullo?, ¿hice algo para ser recibido entre esos grandes?.
Vivo. Y mientras así sea espero llevar el apellido con dignidad, para que cuando llegue el momento y como al pasar alguien diga: fue un buen tipo.
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