Alimentación saludable.
Aunque los cambios en los hábitos de alimentación no son sencillos y mucho menos mantenerlos en el tiempo, son modificaciones que pueden reducir el riesgo de enfermedades. Poner nuestro objetivo en una alimentación saludable no sólo individual sino a nivel familiar y comunitario, es un gran esfuerzo que bien vale la pena.
Para entender mejor, vamos a abordar primero la nutrición en el Antropoceno y la relación entre la alimentación, la salud y el medio ambiente. En una primera instancia tenemos que definir el Antropoceno. Se conoce con este nombre a una era que se inició durante la revolución industrial y que motivó una modificación profunda de la sociedad a nivel global. Desde entonces el cambio del ambiente en que habitamos lo genera la humanidad en forma vertiginosa por sobre los mucho más lentos cambios geológicos. Los sistemas de producción de alimentos también se vieron modificados y comenzaron a jugar un importante rol en el cambio climático que es una forma de modificar el ambiente en el que vivimos. La transformación de la cadena de producción y comercialización alimentaria puede mejorar no sólo la salud individual y de la comunidad sino nuestro pronóstico planetario y la subsistencia de las especies.
Nos vamos a proponer en una serie de notas que publicaremos en Diario Prensa Libre, abordar la relación beneficiosa “ganar – ganar” en la cual intentaremos confeccionar en esta oportunidad una dieta saludable. En una próxima nota abordaremos el concepto de alimentación sustentable, para finalmente buscar alguna forma de poder contribuir a estos dos conceptos ganadores a través de la producción familiar de alimentos vegetales.
La ciencia ha intentado confeccionar una dieta saludable que reduzca el riesgo de contraer enfermedades y lo ha hecho principalmente recomendando en diferente medida los distintos componentes especificando grupos de alimentos. Uno de los desafíos implicados en la elaboración de una alimentación favorable para nuestro bienestar es adecuarla a la edad, sexo, estado de salud, niveles de actividad física y las necesidades en poblaciones vulnerables como los niños y jóvenes o las embarazadas. Entendiendo que este enfoque sobrepasa las posibilidades de esta humilde nota, incurriremos en el error de masificar las recomendaciones.
El requerimiento de proteínas de calidad es aportado principalmente por las de origen animal. Estas son importantes sobre todo en niños y jóvenes y en los adultos mayores que tienden a reducir su masa muscular con el paso del tiempo. En estudios se ha sugerido que la carne roja puede incrementar la mortalidad, el riesgo de enfermedad cardiovascular y algunos tipos de cáncer por lo que la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer la declaró como carcinógeno del grupo 1 a los productos procesados y a la carne roja sin procesar del grupo 2. Deberíamos entonces reemplazar al menos en parte esas proteínas por otras que no hayan demostrado efectos desventajosos para nuestra salud como las frutas y verduras, los frutos secos y las legumbres. El pescado también puede aportar no sólo proteínas sino algunos ácidos grasos beneficiosos para nuestro sistema cardiovascular, los omega 3 y el pollo o el cerdo no han demostrado un aumento en la mortalidad diferenciándose en este punto de las carnes rojas, por lo que se acepta como saludable su consumo en forma moderada. En cuanto a las frutas y verduras la recomendación es de consumir al menos 5 porciones al día, lo que podría reducir la incidencia de enfermedad cardiovascular. El huevo es otra fuente de proteínas que debe ser tenido en cuenta y fue propuesto para la alimentación de poblaciones empobrecidas ante la imposibilidad de acceder a los diferentes tipos de carnes.
Los cambios en los hábitos de alimentación no son sencillos y mucho menos mantenerlos en el tiempo. Son modificaciones que pueden reducir el riesgo de enfermedades que hoy se denominan “cardiometabólicas” favorecidas por la obesidad, el sedentarismo y la alimentación inadecuada, que promueven el desarrollo de ateroesclerosis que es la enfermedad obstructiva de nuestras arterias que puede reducir la llegada de sangre a órganos muy importantes para nuestro funcionamiento como el corazón, el cerebro y los riñones. Otras modificaciones en nuestros hábitos pueden ayudar a mejorar nuestro estado de salud, principalmente evitar el cigarrillo y realizar actividad física en forma regular.
Poner nuestro objetivo en una alimentación saludable no sólo individual sino a nivel familiar y comunitario, es un gran esfuerzo que bien vale la pena. En el hogar y en las escuelas debería ser un tema prioritario. Nuestra vida depende en parte de ello. Nuestro futuro está en nuestras manos, al igual que nuestro alimento.
Con el grupo “Cardioecología” de la Sociedad Argentina de Cardiología, estamos trabajando en la promoción de nuevos conceptos en la prevención cardiovascular que incluye no sólo la alimentación saludable sino tratar de producir al menos parte de lo que nosotros consumimos.
¡Podemos cambiar nuestro destino!.
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