Hablemos sobre expectativa y calidad de vida.
La esperanza de vida o expectativa de vida es la media en cantidad de años que viven los miembros de una determinada población.
Muchas veces nos preguntamos cuántos años viviremos o cuántos años vivirán las personas con las que nos relacionamos.
La respuesta difícil de responder está encadenada a muchos factores, que en gran medida son incontrolables. No obstante suponiendo que somos personas ordenadas y obedientes a los consejos que nos ofrece la medicina, sigue siendo igual algo complicado de estimar.
La ciencia, entre otras disciplinas, también se preocupa por esta variable generando rangos estadísticos que echan un poco de luz sobre el tema. Está comprobado que estamos viviendo más años, en realidad muchos más, que las generaciones pasadas y que los niños nacidos hoy esperan estar en este mundo más que sus bisabuelos y abuelos. No obstante, es necesario reflexionar sobre varias cuestiones que pueden poner trabas a esto que se ha constituido como el gran avance de nuestras sociedades. Más que la perspectiva individual, es la social la que quisiera poner sobre la mesa. Más allá de cuánto vas a vivir vos, vale la pena pensar cuánto vivirán los que te rodean. Y los que no.
Ante el aumento de la longevidad como fenómeno moderno, una de las cuestiones olvidadas parece ser la desigualdad y si bien es cierto que la esperanza de vida ha aumentado, no debemos olvidar que es una media a futuro que resulta de analizar las probabilidades de supervivencia de grupos de diferentes edades. En esta materia solo podemos hacer estimaciones porque si bien está claro que en general viviremos más, no todos lo haremos de la misma manera.
Y en esta desigualdad la primera diferencia a marcar es que existen grandes contrastes numéricos entre países. Si la esperanza de vida media en el mundo es de 73,3 años, encontramos que ese guarismo en Japón es de 84,3 años; de 81,5 años en Portugal; de 79,9 en Perú, y en el extremo más bajo, de 50,7l, en Lesoto, Africa.
Estos desniveles no solo son una cuestión de hemisferios o de continentes, porque también existen diferencias dentro de esos mismos países. En España, por ejemplo, hay más de 6 años de diferencia entre los 84,6 años de esperanza de vida calculados para la comunidad de Madrid (87 para las mujeres y casi 82 para los hombres, señalando además una clara diferencia por sexo) y los 78,4 de Ceuta.
En Argentina la ultima medición se hizo en 2021 con una esperanza de vida de 75,39 años, siendo para las mujeres de 78,65 años y de 72,18 en el caso de los hombres. Es menos que Chile, que tiene 78, pero más que Brasil que tiene 70 a 73.
Tampoco la expectativa de vida es igual en todas las provincias de nuestra Argentina. Por ejemplo en Neuquén es de 79 años; en CABA, de 78 años; en la provincia de Buenos Aires de 76 años; en el Chaco de 72 años y en Tierra del Fuego, de 77 años.
¿Y a que se deben estas diferencias?. Dependen fundamentalmente de la genética de las personas porque es sabido que los hijos de padres longevos, tienen también mayores oportunidades de vivir más. Este factor es incontrolable porque es algo que solo se hereda.
Pero hay otra multiplicidad de factores que sí está en nuestras manos manejar:
El tipo de alimentación, la actividad física, el alcohol y el tabaco son cosas que se relacionan con la cantidad de años que te quedan por delante. El cómo te relacionas con los demás, el cómo generas una vida con alguna planificación, son cosas que también tienen que ver. Después se suman otros aspectos como por ejemplo contar con una buena asistencia médica. Todo esto tiene que ver con la expectativa de vida, tan vinculada a las inequidades.
El factor externo negativo determinante en la expectativa de vida es la pobreza.
Podemos mencionar que las personas que viven en situación de calle tienen una esperanza de vida considerablemente menor al resto de la población. Los estudios demuestran que viven unos 17 años menos que la media: hasta 36 años las mujeres y 44 años los hombres.
Si no abordamos está cuestión de enorme desigualdad, característica de nuestras sociedades actuales, no podremos en realidad hablar ni de sociedades longevas ni, mucho menos, de sociedades justas.
Volviendo al aspecto individual y a la pregunta de cuántos años tengo de expectativa de vida, la respuesta estará influida decisivamente en la forma en que me voy a cuidar. Ahora bien: si yo creyera que me queda un mes de vida, pensaría ¿para qué me voy a cuidar?. Pero si creo que me quedan muchos años por delante, entonces me debería cuidar para vivirlos lo mejor que pueda.
¿Y qué cosas se pueden hacer?
Vuelvo a repetir que influye decisivamente en el hecho de vivir más o menos años el tipo de alimentación, la actividad física, el estrés, el consumo desmedido de alcohol y de tabaco. Estas son cosas primordiales que se relacionan con tu conducta.
Otra muy importante es “escuchar al cuerpo”: pedir ayuda cuando hay un problema o hacerse chequeos regulares.
Realizar estas acciones ayuda sin dudas a tener más y mejor calidad de vida, pero sin olvidar que también está “la suerte”, entendiendo como tal a todos aquellos factores que por su naturaleza son impredecibles e imponderables. No obstante es una cuestión fáctica que la mayoría de las personas no se mueren de mala suerte, ni tienen problemas de envejecimiento precoz por mala suerte, sino por cosas que en su mayor parte están a su cargo.
En concreto: todos los que hemos nacido, en algún momento moriremos. Ambas cosas – nacer y morir – son certezas absolutas. Quizás no debamos poner el acento ni en una ni en otra y enfocarnos en el “cómo”. En cómo transcurriremos el tiempo – la vida – entre ambas. Buscar el modo de que sea con la mayor plenitud y felicidad, es la consigna vital a priorizar.
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