La alegría de vivir un nuevo tiempo o
“El que vive en el ayer nunca llega a un destino. La vida es solo presente y el futuro, esperanza”.
La ciencia todavía no ha dilucidado el origen de la vida, pero de lo que sí estamos seguros es que es una maravilla que debemos no solo valorar si no disfrutar.
Al margen que cada uno pueda tener sus creencias o filosofía de vida, y más allá de que algunos busquen trascender y otros no, lo que sí está claro también es que nuestra existencia debe estar marcada por la búsqueda de la felicidad.
Estamos en este mundo para ser felices, y para eso los primeros que debemos tenerlo en claro, somos nosotros mismos.
En muchos casos dedicamos demasiado tiempo a hacer “lo que hay que hacer”, como un mandato: hay que estudiar, hay que trabajar, hay que tener cosas, hay que cumplir ciertos estándares impuestos por la sociedad de la que formamos parte; pero al hacer todo esto… ¿somos realmente felices?. Si la respuesta es no, hay cosas para replantearnos. Esto no quita que muchas veces tendremos que hacer cosas que no nos gusten demasiado… pero cuando todo el tiempo estamos haciendo cosas que no nos gustan, estamos haciendo algo mal.
Es bueno tener presente que independientemente de la edad que tengamos, siempre hay cosas atractivas para que hagamos. Desde la infancia se nota que no todos encontramos placer en las mismas cosas, pero a todos, con seguridad, algo nos gusta. Están aquellos que se inclinan por actividades físicas, otros son más intelectuales, están los que disfrutan de las tareas manuales y también a los que les fascina el arte. Estas cosas deben tener su espacio y su tiempo, dejando de lado esa mala costumbre de portergar el placer para más adelante. Quizás porque se cree que se trata de cuestiones que causan bienestar espiritual y emocional y no particularmente económico, la sociedad las tilda de improductivas erroneamente. Lamentablemente se valora sobremanera lo útil, en desmedro de lo que parece, sólo parece, no serlo.
En definitiva: ¿no será tiempo de entender que si una determinada actividad nos da gusto, es precisamente por eso que hay que hacerla?. Es más, podría uno hasta hacerlo como recompensa por cumplir tantas veces con lo que se debe o estamos obligados.
Salir a caminar o a correr, andar en bici, pintar un cuadro, sacar fotos, anotarse en un curso de lo que siempre quisiste aprender, leer un libro, ver una película, cocinar y mil y una alternativas más, nos aportan algo que no tiene un valor material pero sí un beneficio que debería ser conveniéntemente valorado: el disfrute personal.
Por ejemplo, con el paso del tiempo puede que se te dificulte correr, pero entonces podrás andar en bici o caminar; si bicicletear o caminar te agota, la pileta para nadar o simplemente caminar en el agua, será una buena opción y si tampoco esto se puede, estando sentados en una silla también nuestro cuerpo puede hacer ejercicios especialmente pensados para la situación. Es verdad que los años nos obligan a adaptar o suplantar alguna actividad, pero debemos recordar que cuando se cierra una puerta… se abre otra y hacia allí debemos ir en busca del placer.
Está comprobado que dentro de 3 o 4 generaciones sería raro que alguien se acordara de nuestro nombre, pero sí, con certeza, quedará de nosotros lo que seamos capaces de transferir a las generaciones venideras. A ellas les llegará sin saber de dónde ni quien lo originó, nuestro legado, bueno o malo, porque los conocimientos no son un patrimonio exclusivo. Tenemos la obligación moral de devolver lo que fuimos capaces de aprender. Alguien nos enseñó a nosotros y con eso nos acortó tiempo de experimentación. Tenemos que saber que la mejor forma de aprender es mediante la palabra y la experiencia ajena, porque hacerlo por experiencia propia muchas veces puede implicar dolor…dolor que podríamos ahorrarnos o ahorrárselo a otros. Además, algo siempre habremos agregado a lo recibido, y eso será parte de nuestra herencia.
También debemos aprender a ser generosos, dado que al fin y al cabo, los seres humanos somos seres comunitarios. Nos distinguimos de otras especies por haber logrado trabajar en equipo y atesorar los conocimientos ganados generación tras generación. De otra forma todavía estaríamos haciendo fuego golpeando piedras. Dar a otros algo a cambio de nada, otorga placer y reconforta el espíritu.
Aceptémoslo: somos el compendio de todo lo que nos enseñaron + todo lo que leímos + todo lo que vivimos + todo lo que reflexionamos individualmente. Y eso en algún momento hay que transferirlo. Es nuestra obligación como miembros de la humanidad, ser útiles a las generaciones venideras.
Nuestro reloj se puso en marcha el día que nacimos y se detendrá cuando nos vayamos de este mundo. Por esa razón “estamos en nuestro tiempo”, y este mágico momento de vida es para disfrutarlo. Respetando las diferentes creencias de cada uno, lo único comprobable es nuestro aquí y ahora. Por esa razón este es el tiempo para hacer esas cosas que nos gustan, esas que nos entusiasman, esas que nos hacen sentir felices.
Es cierto también que no vivimos en una panacea y que todos tenemos problemas que generan malestar y angustia. La clave está en la actitud con la que enfrentamos la vida. Podemos centrarnos en los inconvenientes y en los dolores, o podemos también poner nuestra mirada en lo bueno que cada día nos regala. Y eso no depende de nuestra condición social, nuestra buena o mala fortuna, ni siquiera de nuestros achaques. Depende de entrenar nuestro pensamiento para ver el vaso de la vida medio lleno y no medio vacío.
Es vital que aprendamos a no postergar las cosas que nos gustaría hacer, aprender aquello que siempre quisimos y no nos dimos el tiempo, ver y compartir momentos con las personas que amamos y que nos hacen felices, concretar aquel viaje postergado, salir al sol (cuando hay) o a que el viento nos pegue en la cara y nos moje un poquito la lluvia. Todo esto y más, ayuda a que nos acordemos que estamos vivos y que nuestro tiempo es ¡ahora!.
Aceptémoslo de una vez: nuestra existencia es efímera y nada comenzó cuando llegamos ni nada cambiará demasiado cuando nos vayamos. Disfrutar nuestro momento no solo debe ser un anhelo, si no un derecho a ejercer día por día. Como un caramelo delicioso que en vez de masticarlo y deglutirlo rápido, lo paladeamos suavemente, dejando que se disuelva lentamente en la boca hasta que solo quede su sabor en el recuerdo…
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