A 4 años de su partida.
El 24 de enero de 2020 partía don Antonio Torrejón. Aquellos que llevamos algunos años en la actividad que nos cautiva, el turismo, solíamos llamarlo “el Don Bosco del turismo”.
Claro que para aquellos jóvenes que comienzan a incursionar en estas cuestiones, quizás esta denominación les parezca curiosa, pero porque no lo conocieron en persona y no dimensionan la importancia del intercambio de información y experiencias con alguien de ese calibre. Don Antonio era una persona agradable, sencilla, absolutamente generosa con enormes conocimientos que no dudaba en compartir. Bastaba una llamada telefónica o, en tiempos más modernos, el envío de un mail, para recibir casi inmediatamente, una respuesta, con el adjunto de archivos que me obligaba a una extensa lectura y con el aviso de “Julio, usá todo lo que te sirva…”. ( – Escribo esto con un nudo en la garganta – ). ¡Solamente un grande se comporta de esa manera!.
Antonio, oriundo de la bella ciudad de Puerto Madryn, nació un 25 de octubre de 1935 y siendo muy joven, a escasos 20 años, comenzó su trascendental trayectoria, organizando el Festival del Mar en esa localidad. Un año después fundó el Club Náutico Atlántico Sud.
Sus pasos decididos y con profundo compromiso social, lo llevaron a ocupar la cartera de turismo de la provincia de Chubut a partir del año 1.964 y desde ese momento no se detuvo jamás. Luego dirigió el Ente Patagonia Turística, impulsó la creación de áreas protegidas, entre ellas el reconocimiento, por parte de la Unesco, de “Patrimonio Natural de la Humanidad” a la Península de Valdés, entre infinitas acciones de las que fue autor y condujo con indiscutible idoneidad y que sería imposible enumerar en una sola nota. Ocupó en el devenir de los años diferentes cargos, peregrinando en favor de la actividad y de la unión de los diferentes destinos de la Patagonia, incursionando en el nuevo turismo y con una admirable visión de futuro respecto de la importancia de proteger el ambiente y potenciar un turismo como socio de la cultura.
No quiero parecer soberbio, pero solamente aquellos que supimos consustanciar esta importante actividad con el ambiente y la cultura, sabemos de la amargura de, muchas veces, sentir que predicamos en el desierto. Antonio lo hacía sin desfallecer, con una integridad y un profesionalismo que solamente se podía responder con compromiso y persistencia. Por eso no dudo en afirmar que él fue el precursor.
Para Antonio siempre era buena la oportunidad para asociar voluntades. Recuerdo que cuando lo encontraba en alguna charla con las más altas autoridades, bastaba que me viera para llamarme a su lado, presentarme y promocionar la gestión llevada a cabo en Ushuaia.
Una anécdota acontecida el 15 de agosto de 1972, que pude rescatar de una nota del 20 de agosto de 2022 de su hija Cecilia, en el sitio “diariojornada.com.ar”, nos permite conocer la estirpe de este recordado personaje: “Apremiado por llegar a Buenos Aires, mi papá reservó asiento en un vuelo de Aerolíneas Argentinas con el tiempo justo como para arribar a la Capital Federal, pero desperfectos técnicos del avión lo obligaron a subirse al vuelo 811 de Austral en el que debía viajar en la cabina, sin asiento. Nadie sabía que en ese vuelo ya se hallaban Víctor Fernández Palmeiro del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) y Anita Weissen de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, evadidos del penal de Trelew. También se sumaron al vuelo Mario Roberto Santucho, Roberto Quieto, Gorriarán Merlo, Marcos Osantisky, Domingo Mena y Fernando Vaca Narvaja. El avión fue secuestrado y obligado a cambiar el rumbo hacia Chile, en donde obtendrían un salvo conducto a Cuba”.
La historia a partir de allí se puso muy tensa, sobre todo a partir de que Santucho encañonó a Torrejón con un arma de grueso calibre, al encontrarlo en la cabina con su portafolio lleno de folletos turísticos. Con el correr de las horas la relación fue mucho más amable y relajada, al punto que, una vez en Chile, uno de los guerrilleros le ofreció la posibilidad de llamar a Puerto Madryn para avisar a su familia. Torrejón rechazó la oferta pero, valiéndose de la oportunidad, les entregó a los secuestradores un pesado paquete conteniendo folletería de promoción turística de Chubut y les dijo: “Les pido por favor que tomen estos folletos y que los entreguen en la conferencia de prensa que piensan dar aquí y en otros lugares. Será un gran aporte para la difusión turística de Chubut”. El pedido fue cumplido por los guerrilleros quienes, sin quererlo, se transformaron en promotores del destino turístico mencionado. Antonio lamentó no obstante no haber podido llegar a tiempo a Buenos Aires, adonde había sido convocado para recibir un premio representando a su provincia.
Al cumplirse un nuevo aniversario de su partida deseo homenajear al querido Antonio Torrejón, un hombre que hasta el último de sus días trabajó incansablemente por el desarrollo de un turismo responsable, para toda la región y el país, y que fue reconocido por las diferentes gestiones del organismo nacional de turismo, como asesor permanente. No podía ser de otra manera, había que aprovechar tanta experiencia.
Hoy, en que las instancias políticas amenazan con degradar al Ministerio de Turismo de la Nación, resulta inevitable recordar a personas que como Antonio dedicaron toda su vida a jerarquizar la actividad que muchos abrazamos con toda pasión.
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