Los siniestros encargados de la locomotora del presidio

Los siniestros encargados de la locomotora del presidio

En adhesión al cumpleaños del Museo del Fin del Mundo, 18 de mayo de 1979, publicamos seis historias, una por día. A continuación, la cuarta de ellas.

En la foto, Marcos Mauricio y José María Leonelli, dos mendocinos de mediana edad y de rasgos muy parecidos, aparecen en la locomotora del presidio de Ushuaia. Sin ese rústico traje a rayas azules y amarillas, podrían parecer dos ciudadanos comunes y corrientes que no inspirarían a nadie ningún temor. Seguramente, si se les hubiera preguntado qué extrañaban, tan lejos de su hogar, hubieran dicho: que el champán. Todo lo demás es resignación. Es que su pasado estuvo envuelto en una holgada vida de lujos, mujeres, fiestas y dinero. En Ushuaia terminaron siendo los encargados de la locomotora del presidio, los responsables de que funcionara correctamente y que siguiera cumpliendo sus recorridos, trasladando a los condenados a su trabajo diario, próximo al Monte Susana, y luego, trayendo la leña para la calefacción.
Ciudad de Mendoza. Son las 11.30 del 20 de diciembre de 1916. Juan Putativo y su esposa, María Miletti, caminan distraídamente cuando, al llegar a la esquina de Urquiza y Salta, escuchan unos gritos ahogados. Inmediatamente tratan de identificar de dónde vienen esos lamentos y comprueban que provienen de una vivienda que se halla a unos pocos pasos, en Urquiza 191. Apresuradamente corren buscando a la Policía. Mientras tanto, en el interior de la vivienda, Tufik Ladekani, un joven prestamista de origen sirio, luchaba por su vida. Había aceptado la propuesta de un negocio con los Leonelli, quienes además disponían de una funeraria con relativo éxito, ya que el almacén que tenían junto a esa casa se había fundido al poco tiempo de fallecer el padre.
Marcos Mauricio ataca a la infortunada visita con la palanca de freno de madera de un carro que tenía un grueso remache de hierro en el extremo, asestándole un golpe en la cabeza, mientras tanto José María enrosca un alambre en el cuello con el que comienza a estrangularlo.
En el exterior corren desesperadamente los testigos, con los agentes de Policía, Juan Guerrero y Andrés Orozco, quienes comienzan a golpear la puerta de entrada. Son atendidos por uno de los hermanos que enseguida despierta sospechas al mostrar los puños de su camisa manchados con sangre. Se viven momentos de desesperación cuando los guardias finalmente logran ingresar y detienen a los criminales. Arriban otros agentes y comienzan a recorrer cada rincón de la vivienda, hallando en los fondos de un sótano a la reciente víctima ya fallecida, toda ensangrentada, con la cabeza rota, un alambre retorcido en el cuello y el cuerpo cubierto de papeles y basura.

Los siniestros encargados de la locomotora del presidio
Ya pasado el mediodía son conducidos a la comisaría tercera de la ciudad de Mendoza donde son alojados en diferentes celdas e inmediatamente interrogados. Las contradictorias declaraciones, el nerviosismo que embarga a ambos personajes y la negativa a brindar detalles del hecho, hacen dudar a las autoridades y sospechan que haya más víctimas en el domicilio allanado.
También es detenida la madre, Teresa Paolantonio de Leonelli, absolutamente conmovida y que parecía desconocer las andanzas de dos de sus cinco hijos. Si bien los criminales no hablaban de sus frondosas deudas, precisamente el hecho de haber reconocido que las tenían, motivó en los peritos una más profunda investigación que los llevaría resolver otras sospechosas desapariciones denunciadas con anterioridad.
Ya con otras perspectivas, comienzan a explorar la vivienda de los Leonelli y, a poco de hacerlo, encuentran, en el sumidero, otro cadáver en avanzado estado de descomposición, al que posteriormente identifican como Juan Dávila, un infortunado acreedor hipotecario que, al intentar cobrar lo que se le adeudaba, encontró una horrible muerte. Había desaparecido el 15 de marzo de 1915. La esposa de Dávila había salvado milagrosamente su vida ya que se había negado a asistir a la invitación de los siniestros asesinos, quienes la habían convocado a conocer la casa, para supuestamente vendérsela como parte de la deuda que tenían.
Tiempo después se encontró otra víctima semienterrada que aún llevaba enroscada en su cuello una toalla y algunas cuerdas con las que había sido ahorcada en el fondo de un baño. Se trataba de Julián Azcona, un español, vendedor de cigarrillos, que se había relacionado comercialmente con los Leonelli, y a quien le debían $ 6.000, suma que había intentado cobrar fallidamente en reiteradas oportunidades.
Hasta cuatro días después de iniciadas las excavaciones se continuaron encontrando partes de cuerpos humanos, restos de animales, ropas, huesos, el sombrero de Dávila y hasta los restos de un bebe de escasos siete meses de gestación. Otro cadáver fue hallado en El Zanjón, hoy conocido como Canal Cacique Guaymallén. Se trataba de Francisco Petruolo, también ultimado por los acusados. Tenían con el occiso una deuda hipotecaria por un monto de $ 10.000. Otras familias presentaron denuncias por la desaparición de Alejo Samper y Tomás Guajardo, asegurando que eran también acreedores de los Leonelli, aunque nunca se hallaron pruebas para inculparlos y los cuerpos tampoco.
Finalmente Marcos y José María confesaron y fueron llevados a juicio, siendo acusados solamente por los casos que pudieron ser respaldados con pruebas. El primero sufrió la pena de muerte, pero la Asociación de Damas Pro Glorias Mendocinas, que llevaban una campaña en contra de la pena capital, lograron que el gobernador de entonces, Carlos W. Lencinas, conmutara la pena por prisión perpetua. El segundo, fue condenado a 25 años de prisión.
Los hermanos Leonelli fueron destinados a cumplir su condena en Ushuaia. José María fue liberado luego de cumplir 20 años de prisión y se perdió totalmente su rastro, en tanto Marcos falleció entre los helados muros de la temible cárcel del fin del mundo.
Y aunque no se puede asegurar si se trata de un mito, en el año 1930 la vivienda de la masacre fue destruida por un incendio. Mientras demolían lo poco que quedaba hay quienes aseguran que fueron encontrados nuevos restos humanos.

Bibliografía consultada:
“Sangrienta navidad” por Carlos Campana. Los andes.com.ar / “Los hermanos Leonelli asesinos seriales de principio de siglo. https://hugoolaguna.wordpress.com/2018/06/29/los-hermanos-leonelli-asesinos-seriales-de-principio-de-siglo/
Caras & Caretas Nro. 953 – 6 de enero de 1917.


Edición:
Diario Prensa
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