El perfil en las redes sociales de una persona puede dar noción del estado emocional de ese ser humano, según manifiestan los profesionales de la psicología. La agente Mónica Almaras en su perfil público de Facebook, postéa una foto que muestra la cara de una mujer sacando la lengua con forma de víbora.
Se dice de las personas que se identifican con estos animales en algunos casos que pueden ser muy agudos y de comentarios hirientes, malvados o incisivos. Por el odio bíblico hacia la serpiente, que inocula el veneno en su presa, se los describe como “quienes hablan de la persona malvada que critica y daña con su maledicencia”. Esto, según algunos libros científicos que analizan las distintas personalidades.
Si bien uno no puede generalizar, ciertas veces algunas personas proceden de una manera similar a la que reflejan en sus gustos. Podríamos entender que en este caso Almaras procedió de una manera similar a estos perfiles y así lo estableció en cierta manera la Justicia. Por ejemplo, difamó sin importarle los resultados de esa acción. El comisario Bustamante fue apartado del cargo, sumariado, pasado a disponibilidad y perdió parte de su sueldo por el solo hecho de haber sido denunciado falsamente de un delito que parece estar cada vez más vigente en los últimos tiempos y por el que las mujeres que lo sufren de manera cierta, este no fue el caso, pueden recurrir a los estrados judiciales y obtener respuesta inmediata. Se debe en gran parte a la nueva Ley de Género que establece un conjunto de medidas en favor de las víctimas como asistencia gratuita en centros de salud, una ayuda económica, asistencia legal y laboral o la facilitación de alojamiento cuando sea necesario. Este ha sido un gran avance en las leyes argentinas.
Almaras actuó de una manera maliciosa, invocando que Bustamante la acosaba y que no ascendía luego de estar 9 años en su rango porque para hacerlo supuestamente “debía tener algo con él”. Y la verdad es que no logró su ascenso por sus malas calificaciones, sus mentiras, sus inasistencias injustificadas y su falta de profesionalismo. Hasta llegó al punto de hablar de un “problema oncológico” para poder viajar, “padecimiento” que también resultó ser falso.
Este caso abre el interrogante sobre cómo se evalúa a los efectivos policiales. O quiénes siendo peritos de la Justicia afirman que una persona evaluada no es “fabuladora ni depresiva” y luego resulta ser que es “mitómana y que toma antidepresivos”.
Este caso deberá ser un llamado de atención para la cúpula policial que debe velar porque en las fuerzas de seguridad estén los mas aptos. Y para la Justicia que deberá observar quién los asiste.
Lito Lavia – Periodista
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Diario Prensa
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