EXPLOTACION ANIMAL EN SU MAXIMA EXPRESION SOBRE MAS DE 70 PERROS DE LOS CUALES MURIO LA MITAD.
Walter Cayo posa con expresión de constante alegría en un sinfín de fotografías que se tomó con cada uno de los grupos de turistas que visitaron el centro invernal del que era responsable, Valle de Lobos, ubicado a pocos kilómetros de la ciudad de Ushuaia,
Turistas de Argentina en menor cantidad y en amplia mayoría del extranjero, lo acompañan en las imágenes.
Haciendo excursiones, navegando en kayac, escalando montañas, comiendo asado, tomando cerveza, o transportando a sus clientes en trineos tirados por perros, Cayo exhibía con orgullo la lucrativa actividad que lo hacía ver como un guía experto, servicial y simpático, a cambio claro, de la buena cantidad de dólares y otras monedas del mundo, con el que le pagaban sus servicios.
En el backstage, las ganancias no se reflejaban en los animales que él explotaba aun cuando famélicos o enfermos, morían por el esfuerzo que encima les exigía hacer. Ni que hablar de su cinismo en las fotos en la que aparece junto a tiernos cachorritos, en una muestra más de su total falta de responsabilidad en el manejo de los animales, a los que nunca se preocupó por esterilizar.
Esos pobres cachorros inclusive merecieron un párrafo especial en el dictamen del juez a cargo de la causa que lo tiene como imputado, cuando menciona que las perras se comían a su propia cría, hambrientas y estresadas por el sometimiento a pésimas condiciones de vida.
El hombre de sonrisa fácil, dejó morir al menos 44 perros y a una cantidad no precisada de cachorros, por no alimentarlos ni procurarles atención veterinaria.
Ahora, parte de todos esos dólares embolsillados deberán servirle para garantizar el embargo del millón y medio de pesos que le trabó la Justicia en una causa en la que no se puede cuantificar el daño real que causó porque lo hizo sobre “seres sintientes”, característica que tal vez a él no le quepa.
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