Reflexiones en cuarentena
Si tuviéramos que pensar uno de los grupos sociales que por mayor cantidad de tiempo han visto afectada su vida cotidiana y está aún lejos de poder retornar a sus actividades “normales”, pensaríamos sin duda en ellos, las niñas, niños y adolescentes en pandemia. Y qué mejor que empezar esta nota, después de haber escuchado una charla de la Lic. Beatriz Janin, psicóloga y psicoanalista, presidenta de Forum Infancias, sobre los “Desafíos de la clínica con niños y adolescentes en tiempos de pandemia”.
Pensando en ellos, cuya voz queda muchas veces invisibilizada, o que son objeto de decisiones de otros “que los tienen a cargo”, es que quería traerles algunos ejes que la disertante tomó para repensar las problemáticas más habituales con las que llegan los pacientes al espacio psicoterapéutico.
Una de las primeras cosas que como psicoanalistas sabemos es que el síntoma de un niño o adolescente guarda relación con la conflictiva de los padres y con el lugar que ocupa en el deseo de ellos. Partiendo del hecho de que nuestra estructura psíquica se forma a partir de las relaciones que se arman con nuestros otros primordiales, es una consecuencia inevitable que lo que pasa en el entorno familiar les afecte.
Otro aspecto a tener en cuenta es que, en nuestros vínculos, depositamos no solo nuestra libido sino también la agresividad. Durante el tiempo de aislamiento, al haber un acotamiento de nuestras posibilidades de interacción con otros, puede pasar que esa pulsión destructiva se vuelva contra uno mismo, por lo que resulta fundamental que podamos encontrar vías para vehiculizar el malestar que nos aqueja.
Se escucha a una mamá decir que su hijo a esta altura camina por las paredes y a un papá contar que su “pequeña” volvió a dormir a la cama de los padres. Y es que, así como los adultos nos angustiamos por la situación que estamos viviendo, los niños también tienen distintas manifestaciones, que son lógicas y esperables en relación con el contexto que nos rodea. En tal sentido, es quizá para prestar más atención, la conducta de aquellos que se adaptaron rápidamente a la nueva cotidianeidad, que la de aquellos otros que han experimentado cambios.
Ahora bien, frente a estos cambios, es importante por un lado no patologizar, habilitando pensar todas estas reacciones en contexto, y por otro tener presente que son transitorias y no van a durar para siempre. Que en muchos casos, tiene que ver con algo que está pasando ahora y como eso toma forma en cada familia, en cada casa, ya que los chicos son muy receptivos al estado psíquico y al posicionamiento de los padres frente a determinadas cuestiones.
Uno de los temas más recurrentes que generaron malestar en este tiempo es lo relativo a las tareas escolares. Los padres se encontraron encarnando múltiples roles, lo que generó una sobreexigencia por cumplir con los objetivos institucionales que trajo aparejada distintas consecuencias. Ante este panorama, es importante nuevamente, ubicarse en el contexto extraordinario que estamos atravesando y poder relativizar algunas cuestiones, en el sentido que lo que no aprendió este año, lo hará el año próximo y quizá sí poder hacer foco en estimular la pulsión de saber, el deseo de los niños por investigar, más allá del contenido académico puntual.
La contracara de esto es poder entender a los padres, contenerlos, alojarlos en sus sufrimientos y frustraciones, porque cada papá y mamá hace lo mejor que puede en relación a los recursos que tiene y muchas veces estas demandas de tener que cumplir terminan generando un círculo de agresividad y violencia que se manifiesta básicamente en lo vincular.
Respecto a los adolescentes, un indicador a prestar atención es la desvitalización, que suele traducirse en esta imposibilidad de pensar más allá de la situación actual, que se constituye en una sensación de presente eterno. Sabemos que los adolescentes tienen una relación especial con el tiempo, y así como para un adulto un año no es nada, para un adolescente es una eternidad; el presente cobra otra relevancia, y en pandemia la temporalidad adquiere otro ribete más dramático, como si esto fuera a durar para siempre. Por ello es importante promover el deseo, la posibilidad de proyectarse más allá de la situación actual y que se pueda vivir como un periodo que estamos pasando, pero que no va a ser para siempre.
Situación especial es la de quienes están finalizando este año el secundario, y se ven privados de los clásicos rituales como el viaje de egresados o la fiesta de fin de año, y donde surge la necesidad de armar nuevas estrategias para tramitar el duelo que supone terminar la escuela.
Otro tema es la tecnología, la utilización de pantallas, que retomando comentarios que hice en columnas anteriores, no debemos demonizar, siendo clave el uso que le da cada uno. Cuando el uso de celular, PCs, tablets, posibilita el lazo social, la interacción, como las videoconferencias, los juegos en red, etc. es una herramienta y responde a la necesidad de poder dar continuidad, así no sea físicamente, al encuentro con otros.
Este tiempo extraordinario que vivimos, impactó en todos de formas diferentes, generando distintas reacciones y haciendo evidente en algunos casos, conflictos que en la vorágine del día a día no teníamos tiempo de detenernos a pensar. Entonces, ¿qué cosas deberíamos tener en cuenta con los chicos?
Por un lado, no estigmatizar, no patologizar ni transformarnos (especialmente los profesionales) en cazadores de trastornos; porque muchas de las reacciones que los chicos y adolescentes están manifestando son propias del contexto que estamos atravesando. Y un ejemplo muy claro de ello, es cuando un paciente relata que se lava mucho las manos o teme salir, lo que en algún momento puede interpretarse como una cuestión patológica, hoy tiene que ver con la realidad que habitamos.
Por otra parte, es fundamental crear redes, dispositivos que contengan, que sostengan, y donde las personas puedan canalizar y tramitar lo que están viviendo. En algunos casos será cuestión de replantearse las lógicas tradicionales, como el lugar que tiene en la enseñanza, la tarea y la evaluación individual, para abrir nuevas posibilidades de trabajo donde la grupalidad y el aprendizaje circulen de otras formas.
Además debemos dar lugar a lo creativo, a lo innovador, para transitar este periodo, tramitar el malestar y transformar nuestra vincularidad, respetando las medidas sanitarias que están para cuidarnos y prevenir que enfermemos, pero observando que los cambios a los que nos tuvimos que habituar no sean un obstáculo que nos paralice y así podamos seguir proyectando en movimiento.
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