Reflexiones en Cuarentena
Una de las preguntas que todos los padres de niñas y niños pequeños nos hicimos en este tiempo fue cómo hablar con ellos sobre la pandemia, el aislamiento, los cuidados y esta “nueva normalidad” que habitamos.
Una de las primeras cosas que debemos tener en cuenta es que esa charla, la información que brindemos, así como las palabras que usemos, deben adecuarse al grado de madurez de cada niño. Algo que puede guiarnos en este aspecto es prestar atención a las preguntas que ellos nos dirigen, su detalle y complejidad, para no dar exceso de información o terminar confundiéndolos.
Por otra parte, es importante no transmitirles miedo, pero sí cuidado y responsabilidad. Debemos ser claros, podemos darles ejemplos, incentivarlos a que adopten medidas de prevención y por supuesto “predicar con el ejemplo”. Que vean que mamá y papá también tienen los cuidados que les piden a ellos y no son solo palabras. No nos olvidemos que los niños copian todo el tiempo, nos imitan, quieren ser como nosotros. La niñez es una etapa en la que las identificaciones que se van constituyendo juegan un rol fundamental en su conducta, en sus emociones y dan marco a su forma de percibir la realidad actual y futura.
Algo que también considero esencial que podamos aportarles, especialmente en esta situación de incertidumbre e imprevisibilidad es sostén, contención. Claro que a veces es difícil, porque todos estamos “en el mismo barco”, y el hecho de ser adultos no nos exceptúa de tener miedos. Pero si sentimos que ese miedo se convierte en pánico u experimentamos otros tipos de padecimientos, no hay que demorar el pedido de ayuda.
Otro aspecto que este contexto visibilizó, es la importancia trabajar en comunidad, coordinados, desde la solidaridad y el respeto, y dejar de repetir la lógica individualista en la que nos encontramos sumergidos como sociedad. Frente a ello, podemos hablar con nuestros pequeños, contarles su rol y el poder que tienen de influir positivamente, con sus acciones cotidianas, en la salud propia y de su entorno.
Una herramienta que me parece de suma utilidad para abordar este tipo de conversaciones, son los cuentos. Los niños adoran los cuentos y a través de ellos, podemos decir muchas cosas desde un mundo de juego e imaginación. Además, podemos proponerles hacer un cuento “cooperativo”, y armar una historia en conjunto, que seguramente nos termine sorprendiendo a todos.
Por último, aquí les dejo un cuento breve, que pensé para trabajar con los niños el poder que tenemos como sociedad de cambiar nuestro entorno, cuando le hacemos lugar a los otros y priorizamos los lazos en la construcción del mundo que nos cobija.
El rompecabezas mágico.
Pedro tenía un rompecabezas mágico. Se lo había regalado su abuela Beatriz. Era un rompecabezas muy especial ya que cada pieza era una imagen en sí misma. Con sus 8 años y a pesar de ser un aficionado a los rompecabezas, con este no podía. Esto se debía principalmente a dos razones. Por un lado, no había un modelo a seguir, una imagen que copiar, como solían tener todos lo que él armaba. Por otro, al tener cada pieza un dibujo completo, era difícil poder unirlas, encontrarles otro sentido. Esas piezas parecían no necesitarse como las de sus clásicos juegos. Pero Pedro no iba a darse por vencido y decidió pedir ayuda. Llamó a Sole, su hermana, y a sus amigos del cole Joaco, Meli y Juani. Todos empezaron a pensar cuál era el secreto de ese antiguo rompecabezas que parecía indescifrable. Probaron de mil formas, pero no lograban formar nada.
De pronto, en medio del desorden de piezas, Meli entrecerró los ojos y vio algo. Algo que asomaba en el espacio vació que dejaba cada imagen y parecía remitir a otra cosa. Algo que faltaba. Le contó entusiasmada a sus amigos, que rápidamente cambiaron su foco de atención y empezaron a ver aquellas imágenes de otra manera. Ya no eran varias decenas de pequeños dibujos sino una incógnita que asomaba en el espacio que dejaba cada uno. Guiándose por esta nueva línea, se adentraron en el descubrimiento de aquello que las piezas compartían, lo que parecía unirlas, con lazos transparentes, aunque no por ello menos fuertes. Luego de varias horas de incansable entusiasmo, lograron unir cada una de las piezas de aquel rompecabezas y formaron una imagen. Y luego una palabra, y otra imagen, y así estuvieron jugando toda la tarde. Se dieron cuenta que cada pieza tenía un lugar especial en el conjunto y que según como la acomodaran podían verse cosas distintas e increíbles, hasta donde la imaginación los llevara. Entendieron que juntos podían formar infinitas cosas. Solo depende del espacio y el lugar que le damos a los otros en nuestra vida.
Parte de este cuento, estuvo inspirado en el cuadro del artista plástico argentino Alejandro Costas “Cuando nos pusimos de pie” (1998), quién comentó en referencia a dicha hermosa obra “Si observamos donde está todo no vamos a encontrar nada, pero si miramos donde no hay nada, está todo.”
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