Estos últimos días se ha venido debatiendo, por momentos álgidamente, la presentación sorpresiva, inconsulta y extemporánea del proyecto de ordenanza de creación del ENUTUR, Ente Ushuaia Turismo. Este organismo reemplazaría a la actual Secretaría Municipal de Turismo. Se trata del incremento de una estructura que no incidiría demasiado en la ya existente y cuyas misiones y funciones en su gran mayoría ya son contempladas por el actual organismo.
Dos cuestiones, incluidas en el proyecto, han generado un enfrentamiento entre el Municipio y el sector turístico local. Una de ellas es la desaparición de la Agencia de Desarrollo Ushuaia Bureau que, aunque las autoridades lo nieguen, al desfinanciarla totalmente, la desintegrarían. La otra es la creación de un impuesto al uso urbano o tasa turística que deberán comenzar a abonar todos los visitantes. Estas medidas son las que han despertado no pocas críticas, con el agravante que se están imponiendo decisiones que deberían haber sido consideradas dentro de un extenso debate intersectorial que el Municipio parece haber ninguneado de ex profeso.
Es bueno recordar que la Agencia de Desarrollo Ushuaia Bureau nació hace casi 20 años y ha sido fruto de un proceso altamente exigente y como consecuencia de un enriquecedor debate que concluyó con la aceptación de una serie de políticas que se diseñarían y llevarían a cabo en conjunto, entre el sector público y el privado. Un proceso envidiado en gran parte del país.
Sus recursos se nutren de la tasa que venía pagando todo el sector comercial de Ushuaia y que se aumentó para esos fines. Este costo ya ha sido incorporado por el sector privado y ha permitido el sustento de una infinidad de acciones que, aunque no muy difundidas, construyeron y alimentaron un mecanismo que hoy parece indispensable, además de efectivo.
Ante este panorama no se entiende de ninguna manera entonces que la Municipalidad haya tomado la decisión arbitraria de destruir este organismo mixto, no hallándose otra explicación que el anhelo de utilizar nuevos fondos y de manera inconsulta. Esto nos lleva a analizar la idea de imponer un impuesto al turismo que, además de dejar en duda cómo y dónde se lo cobraría, implica una serie de interrogantes respecto del destino de lo recaudado.
Es necesario en este punto destacar que el sector turístico y quienes vivimos de él, ya pagamos impuestos y ello produce importantes ingresos en el Municipio. Con toda seguridad que estos beneficios son mucho más abundantes conforme ha crecido la afluencia de visitantes a nuestra ciudad. También es cierto que en varios destinos turísticos internacionales, han implementado el cobro de tasas con el objeto de desalentar la sobrecarga de visitantes o mejorar la calidad de los atractivos, aunque quienes han pasado por estos debates no logran asegurar si cobrar una tasa al turista realmente ayuda al destino o si, por el contrario, genera un efecto negativo.
Estas tasas son el resultado de un proceso que nosotros aún no hemos vivido y si bien es verdad que hay sobrecarga en determinados atractivos, como el Parque Nacional o el sendero a Laguna Esmeralda, ello se soluciona con una mejor redistribución de la afluencia, sumando muchos otros escenarios que actualmente se hallan sub explotados.
Otro aspecto que debemos tener en cuenta es que, en ciudades que han decidido cobrar este impuesto, han notado que un porcentaje del turismo prefiere alojarse en localidades cercanas, a fin de ahorrarse esta erogación y solamente “hacen uso” de determinados atractivos. Este no sería el riesgo que podemos llegar a correr, por lo menos por ahora, aunque habría que ver cuál será la determinación que tomen los cruceros.
Al margen de este debate existe un claro convencimiento que la actual situación obliga a un análisis entre el sector público y privado. Es absolutamente inconcebible que se pretenda imponer una medida de estas características, sin abrir una instancia, todo lo extensamente necesaria, en la que todos los sectores privados e incluso académicos, puedan opinar. Si no es por la actividad que hoy sostiene a gran parte de la economía de la ciudad, debería ser por lo que recomienda la política misma. Esta jamás resulta constructiva cuando alguna de las partes avanza inconsultamente o incluso agravia a aquellos sectores que tienen derecho a opinar, cuestionar o controlar. De ese debate puede que surjan otras alternativas sobre la cofinanciación de determinados gastos, como por ejemplo la demanda presupuestaria que tiene la Secretaría Municipal de Turismo para la promoción. Por este y otros aspectos se creó la Agencia de Desarrollo Ushuaia Bureau hace 20 años, luego de un proceso en el que logramos madurar, pero que aún hoy, algunos parecen no entender.
Los expertos afirman que los turistas son muy sensibles al precio de los productos e independientemente de su poder adquisitivo, no están dispuestos a que se les cobre más de lo que el producto vale. Y ello incluye todo tipo de medida que en definitiva pueda erosionar nuestra capacidad competitiva.
Quizás, más que pensar en cobrarles “una entrada” a los turistas, deberíamos agudizar el ingenio para lograr que estos consuman más y mejores productos, ampliar los promedios de estadía, mejorar la calidad de la visita y potenciar el efecto multiplicador del turismo, entre otras estrategias.
Un estudio hecho en Islas Baleares, España, concluye en que una tasa turística de 1 euro produce una reducción de visitantes del 1 %. En Maldivas, en cambio, aseguran que un aumento del 10 % del impuesto al turismo “reduce la demanda en un 5,4 %”. Otro estudio asegura que las tasas turísticas en Francia, España e Italia, han generado una baja en la afluencia de británicos, uno de sus principales mercados. Algo similar ha ocurrido en Barcelona y Venecia, aunque como ya hemos dicho, se trata de destinos que justamente pretendían esa disminución. Obviamente que no todos los mercados pueden responder de la misma forma y no se puede, de ninguna manera, asegurar que en nuestro destino pueda ocurrir lo mismo.
Finalmente, no se puede evitar pensar que estamos retrocediendo y que toda esta controversia es el resultado de una medida impulsada por quienes no terminan de entender determinados procesos. Y lo que es peor: no les interesa entenderlos. Han decidido ignorar que la mejor forma de potenciar la actividad turística es en el marco de una sociedad entre el sector público y el privado. Estamos ante una cuestión que parecía hallarse resuelta y en armonía, pero que hoy se encuentra rota.