Aprendizajes en tiempos de pandemia.
Dr. Ricardo Iglesias
Se terminó el 2020 que recordaremos como “El año de la pandemia”. Ese imprevisto que de un día para otro nos complicó la vida. Si bien la pandemia no se terminó, es un buen momento para destacar algunas conclusiones. ¿Nos servirá para algo esta experiencia? Invitamos a charlar con nosotros a un ex presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología y la Fundación Cardiológica Argentina, el Dr. Ricardo Iglesias, quien siempre tiene un punto de vista personal y nos puede brindar una reflexión profunda para valorar si nuestra vida será lo mismo luego de estos sucesos que pusieron a prueba a todo el planeta.
César Berenstein: ¿Cómo afectó la pandemia la salud cardiovascular de la población?
Dr. Ricardo Iglesias: La afectó en forma sustancial. Hablamos todos de la pandemia por la propagación de una infección a través del mundo el COVID 19, pero hay un término más abarcativo que es la “sindemia” que reúne dos conceptos: la enfermedad biológica generada por el virus y el aspecto social. El aislamiento está generando muchas dificultades. La población no se está controlando sus enfermedades crónicas y nosotros sabemos lo que significa la falta de chequeos en pacientes hipertensos, diabéticos o con enfermedad coronaria. Muchos de ellos requieren controles o ajustes de medicación ya que son enfermedades que tienden a progresar.
¿Considera que fue necesario el férreo aislamiento inicial que se implantó desde el Ministerio de Salud?
Fue muy importante el mensaje de “quedate en casa” inicialmente para organizar el sistema de salud. Pero a pesar del paso del tiempo y la progresión de la pandemia, el miedo a la consulta quedó instalado en la comunidad. Considero que hoy en día no se justifica porque los medios de asistencia ya se encuentran organizados para minimizar los riesgos de transmisión viral. Debemos lidiar con este problema que es la “no consulta” de quienes la necesitan. Tampoco solicitan auxilio quienes tienen síntomas que deberían generar gran alarma como el dolor de pecho o pérdida de fuerza en parte del cuerpo lo que llevó a la consulta tardía en contexto de infartos de miocardio o accidentes cerebro vasculares (ACV). En estos casos si no hay una intervención médica urgente hay células del corazón o del cerebro que mueren y no se pueden recuperar perdiéndose una oportunidad para evitar las secuelas de estas afecciones que pueden condicionar la vida de nuestros pacientes en el futuro.
En qué otros aspectos afectó la pandemia nuestra salud?
La pandemia incrementó en forma dramática el sedentarismo, quienes inicialmente hacían actividad física ayudados por plataformas de internet, lo fueron dejando con el pasar del tiempo. También la Sociedad Argentina de Nutrición nos advierte del aumento de peso de más de 5 kg en el argentino en tiempos de COVID 19. Tanto la comida como el alcohol nos proveyeron placer transitorio en momentos de mucha angustia y soledad. La pandemia constituye un nuevo factor de riesgo al asociarse con obesidad, ejercicio insuficiente, consumo de alcohol e incremento en el uso de cigarrillos.
El aislamiento también afectó aspectos psíquicos…
De allí que el término sindemia suma lo social a lo meramente biológico. Esta etapa que nos tocó vivir favoreció el desarrollo de ansiedad y hasta depresión. Nuestros abuelos al no poder relacionarse en forma personal con sus familiares se han estresado y han quedado de alguna forma aislados de sus relaciones cercanas. Las secuelas de estos sucesos no las vamos a ver de inmediato, sino con el transcurrir del tiempo. Lo más importante son las intervenciones que podemos llegar a realizar para revertirlo cuanto antes. En lo social sin dudas, debemos unirnos a los afectos. Llamar al abuelo, verlo a prudente distancia o en lugares descubiertos, mantener el contacto con amigos conservando el distanciamiento o por las vías virtuales que fuimos descubriendo a la fuerza. Nos faltará el beso o el abrazo cariñoso, pero el sólo hecho de compartir unos minutos con nuestros afectos reduce la angustia. Inicialmente todos realizamos esfuerzos por mantener nuestras relaciones sociales, pero con el tiempo se redujo el contacto con nuestros seres queridos. Contra esto debemos luchar, el afecto cura.
¿El aspecto económico también está incluido en el término sindemia?
Absolutamente. Se han perdido puestos de trabajo, se imposibilitó la actividad de algunos rubros por muchos meses. Me hace recordar lo que vivimos en Argentina en el año 2001, durante esa crisis hubo un incremento fabuloso de problemas cardiovasculares. Lo mismo se observó en otros países que pasaron momentos económicos difíciles como Inglaterra o Grecia. La repercusión en la salud de la comunidad de los trastornos sociales y económicos está muy bien documentada.
¿Qué aprendizaje consideras que es el más importante de todo lo vivido en los últimos meses?
El fundamental es que estamos aprendiendo a valorar la salud. Durante mucho tiempo no ha sido un tema prioritario para la población y nuestros gobiernos. Cualquier encuesta de los últimos 10 años en nuestro país nos indicó que la inseguridad o el desempleo eran los más relevantes para nuestra sociedad. Ahora tenemos más claro que la salud es un tema impostergable. Ha sido un llamado de atención para los sistemas políticos planetarios. También quiero destacar en este sentido la valoración del trabajo de los médicos y el personal de salud, que han sido relegados tanto desde lo económico como en el reconocimiento jerárquico. En esta situación que nos tocó vivir son ellos los que han puesto el pecho a las balas, mi homenaje entonces para aquellos que dieron su vida y su salud por el cuidado del prójimo.
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De los aprendizajes que nos deja la pandemia del COVID 19, quiero destacar un par de conceptos que hemos compartido con un médico tan prestigioso como el Dr. Ricardo Iglesias. En primer lugar, la salud debe ser prioritaria para todas las comunidades del mundo y por otro lado la idea de que el afecto cura. En este sentido tratemos de estar más cerca de nuestros seres queridos, acompañemos a quienes sufren las consecuencias de este extraño estilo de vida que hemos adoptado a la fuerza con la esperanza de que en un futuro no muy lejano recuperemos el contacto de un beso o una caricia y volvamos a ver las sonrisas que hoy se esconden detrás del barbijo.
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