12 de octubre de 1884.
Cuando el coronel de Marina Augusto Lasserre pisó tierra, en la costa de Ushuaia, lo estaban esperando una comitiva inglesa y algunos cientos de indígenas. La misión fue crucial para marcar soberanía y marcó el inicio, a partir de la instalación de una subprefectura, de lo que es hoy nuestra ciudad.
“Voy a proponer un pequeño gasto”. Con estas palabras el abogado Cristóbal Pereira, diputado de San Luis, presentó en la sesión del día 4 de octubre de 1882, un proyecto para incluir en el Presupuesto Nacional de 1883, la creación de dos nuevas subprefecturas marítimas, basado en que “aunque hemos llegado hasta el Río Gallegos, la jurisdicción de la República Argentina alcanza hasta la Isla de los Estados y el Cabo de Hornos”.
El gobierno de Julio Roca puso en ejecución el proyecto y mediante Resolución de fecha 24 de septiembre de 1883, determinó la instalación de las dos subprefecturas, una en la Isla de los Estados y la otra en Tierra del Fuego.
Designado para concretar la misión, el comodoro Augusto Lasserre desembarcó en la Bahía de Ushuaia en septiembre de 1884, en donde se encontró con el reverendo Thomas Bridges e integrantes de la Misión Anglicana allí instalada, junto a unos 350 yámanas. Tras una conversación entre ambos, en las que el marino le habría dejado en claro que Argentina era soberana en el lugar y la aceptación de Bridges de varios miles de hectáreas de tierra cedidas por el Estado argentino como reconocimiento a la labor evangelizadora prestada hasta ese momento, se arrió la bandera británica y se izó la argentina.
El responsable de la Misión Anglicana, Thomas Bridges, cuyos descendientes continúan residiendo en Tierra del Fuego, registró el hecho en su diario personal, con estas palabras: «Domingo, octubre 12. Un hermoso día de brisa. Hoy tuvo lugar la inauguración de la Subprefectura. Gracias a la cortesía del coronel Lasserre, fuimos amablemente invitados a ser partícipes de la ceremonia. En nombre de la Misión prometí cordial ayuda al Gobierno y expresé de parte de los nativos su deseo de ley y protección y su propósito de adaptarse a las leyes. Ellos también se reunieron en masa en la orilla para expresar su simpatía y lanzaron ¡hurras! después de la salva de 21 cañonazos que fueron oídos a bordo de la ‘Paraná’”.
Este acto no estaba pensado en realidad como la fundación de Ushuaia, ya que no era ese el objetivo. El espíritu de la misión era que el Gobierno argentino marcara posesión de los territorios australes de manera formal y permanente. No obstante, las sencillas construcciones de madera y chapa que se levantaron para albergar la dotación de personal militar, posteriormente se constituyeron en el asiento de autoridades gubernamentales que luego regirían en la incipiente aldea, devenida décadas más tarde en ciudad.
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