El gen de la violencia… y la falta de abrazos

El gen de la violencia… y la falta de abrazos

El gen de la violencia… y la falta de abrazos

¡Me parece que mataron a alguien en la escalera, Caro! – así me despertó Emi hoy a las cinco y pico de la mañana, diciendo que no iba a poder creer lo que había pasado. Y sí, claro. Tenía razón. Me levanté como de un salto de la cama y me fui a ver qué estaba pasando.
Había un chico, no tirado sino semi sentado. Muerto no estaba. Estaba vivo. En el camino, de un cuarto al otro, le pregunté a Emi si ya había llamado a la Policía. “¿Para qué? “ – me respondió – “si no van a venir… Además vi que lo movieron recién dos pendejos”.
Dijo «movieron» como si se tratara de un cadáver porque para él lo habían matado. Ahora son casi las 6 a.m. y pudimos hablar de lo que pasó.
Primero, para poner en contexto, en mi casa hay dos cuartos y como yo anoche tenía mucho frío (tengo una secuela del COVID que me tiene con el termostato fallado) y Emi, que tenía calor, se fue a dormir al otro cuarto porque es más fresco y porque yo, a pesar de que el cuarto en que dormí es más cálido, necesité 2 acolchados para no temblar del frescor. Esa habitación, la fresca, tiene una ventana que da a la escalera de Belgrano y San Martín. Si, ya se, no digan nada. Nosotros también vimos y escuchamos de todo ahí. También nos entraron a robar, también nos dejaron una moto robada en la puerta y también un día entraron a mi patio y me dejaron un casco. Por las dudas. No sea cosa que se nos ocurra salir sin protección. Pero un muerto es un montón…
Vimos todo tipo de violencias en la escalera. De género, pobres contra pobres, institucional, hombres y mujeres contra hombres y mujeres, chetos contra pobres y hace apenas unos meses, mis vecinitas vieron a un tipo armado caminando e intentando entrar a varias casas (entre ellas la mía) pero cuando intentamos denunciar como corresponde, no dieron relevancia a nada porque la declaración era de dos menores. Y encima nenas. Y que esto, y que lo otro. Y pasó.
Sin embargo buenos vecinos hombres y adultos, y algunas mujeres, nos juntamos, preocupados. Elevamos la queja a las máximas autoridades y el comisario se acercó al barrio junto con el jefe de comisarios. Se venía la campaña electoral. Solo pedimos un poco más de presencia policial y que iluminen la escalera.
Iluminar se iluminó. Hace poquito pusieron todo nuevo, quedó linda. Y no estamos en campaña ya. Sentí que el pedido de esa tarde había llegado. Pero presencia de la Policía cero. Y se hace cuesta arriba, porque si yo tengo que salir con mi bebé, sé que antes tengo que mirar que no esté pasando ninguna secuencia rara porque no voy a tener a quien reclamar, porque Policía no hay.
Por eso si crees que mataron a un pibe, no se te ocurre llamar a la Policía. Ni cerca. Además, quizás termina peor. Porque una nunca sabe bien con la Policía. O quizás no termina. O te pasa como a mí, que recién en esa visita me trajeron la información para poder reclamar la notebook que le robaron a mi compañero cuando entraron a mi casa en el año 2019.
El muchacho en cuestión no sólo no estaba muerto, sino que se levantó y se fue caminando después de que esos dos chicos lo dieron vuelta, porque los que lo habían golpeado lo dejaron al tipo desmayado boca abajo. Realmente lo habían golpeado mucho. Pero mucho.
«No paró de bardear. Bardeó y empujó a una mina con dos nenitas. Uno le quiso pegar y al final no lo hizo. Estaba muy borracho, o muy drogado, o todo junto. Pero se quedó solo en la escalera, pasaron cuatro pendejos. No se qué le dijo y uno lo empezó a golpear, patear, lo tiró de la escalera, lo dejó tirado y se fue», me cuenta Emi mientras escuchamos risas afuera.
Ninguno tenía más de 25 años. Unos nenes. También lo fuimos y anduvimos mucho en la calle. Él y yo. Ese haber andado me permite deducir que esa mujer y esas dos nenas serían la mujer de él y sus hijas. Las de ellas definitivamente, las de él quizás.
Seguro cansada de que se mame o se falopeé, pienso, salió a buscarlo. Encontrarlo en esta escalera es muy probable, pero ahora existen aplicaciones para saber la ubicación de otros. Yo viví otra calle. Era más intuitiva la cuestión, pero también sentí eso de tener que rescatar a un pelotudo por amor. Y fracasar, obvio. Porque no, no, no… no hay que maternar hijos ajenos, chicas. Las mujeres no somos un centro de rehabilitación.
Ay, Emi. ¿Cuántos abrazos le habrán faltado a alguien que golpea y golpea a alguien, lo deja tirado semi muerto y se va? Entonces hablamos del gen de la violencia, de la infancia rota. De lo reprimido que está todo a veces en los lugares pequeños. De cuántas cosas no se pueden decir por «miedo a».
A la reunión con el jefe de comisarios iban a venir como diez vecinos y vinieron solo dos. Miedo hay. Silencio también. Y si el pibe aparecía muerto, si lo mataban, eso era responsabilidad del Estado y de la comunidad toda que elige mirar para otro lado. Esa represión, esa violencia, si se da en un contexto de incertidumbre como el que viene atravesando la juventud hoy es una bomba de tiempo.
Yo no se hace cuánto no se sientan a hablar con un adolescente ( y hablo de pibes de hasta casi 25 años cuando hablo de adolescentes) pero si pudiesen detenerse y hacerlo, verían ahí mucha más información del futuro, diría uno que yo se, de lo que piensan.
Los pibes sienten el «no future» la consigna punk de los 70, como única realidad. No encuentran sentido a estudiar, a formarse, a vivir íntegramente. Casi no tienen compromisos a mediano o largo plazo. Saben que aunque lo hagan nadie les garantiza casa propia (ni alquilada), auto, ni trabajo estable con posibilidades de movilidad social. Sienten que están a la deriva. Que no hay futuro.
“¿Vos viste lo que sale una heladera? Yo trabajo así, como sin nada, y gano 35 mil pesos por mes. O sea, quizás en 4 años me compro una heladera. Ya para el lavarropas, no me alcanza. Ja”. – bromea Cande.
Si le sumamos ser adolescente a todo esto, y a una pandemia, realmente no sé, porque no soy ni psicóloga, ni socióloga, cómo puede continuar esta historia. Solo espero redes de sostén que no veo tejerse.
Y aunque el humano siempre tiende a su evolución, solo se me ocurre, como madre, tener un miedo interesante al pensar el futuro y en mi hijo y esa edad. Falta. Pero…
Un día va a salir, le dije a Emi. Se puede cruzar con un chacal… mi hijo y que lo golpeen hasta desmayarlo en una escalera, mi hijo y que alguien lo lastime y lo deje y quede a la buena de Dios, porque ni a la Policía nadie va a querer llamar. Mi hijo… Que le hagan daño a él.
Porque de algo estoy segura, no va a ser él quien lo haga.
“¿Lo decís porque es tu hijo?”. No, respondo. Lo digo porque le sobran abrazos, y porque casi nunca ve un policía.


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