El “machuque” antártico

La Antártida Argentina forma parte del patrimonio cultural e identitario de cada ciudadano de nuestro país, desde la infancia misma, cuando en las aulas se trabaja con la silueta cónica de un territorio que se sabe lejano, gélido y propio. En concordancia, forman parte del calendario de conmemoraciones fechas como el 22 de febrero, Día de la Antártida o el 21 de junio, en que se alude al Día de la Confraternidad Antártica.
Para ilustrar a nuestros lectores sobre la historia de aquel pedazo de suelo en el que un grupo de civiles y militares a diario ratifican soberanía con su presencia, Diario Prensa Libre invitó al especialista en temas antárticos, docente y militar retirado, Alejandro Bertotto, a compartir sus conocimientos.

 

Dotación BASM en día de “machuque”.

Al menos para mí, una de las cosas más características de la invernada en la Antártida es el hecho de no utilizar moneda, dinero físico, tarjetas de crédito o home banking alguno, pues sencillamente no hay quién te venda nada, ni te preste ningún servicio mensual de energía, agua, combustibles, etc. Tampoco las compras son un tema cotidiano. Eso es parte del pasado, porque todo lo que ibamos a necesitar lo teníamos que comprar y embarcar antes de llegar a la base.

Pero es claro que si no podemos comprar un producto o servicio, lo tenemos que hacer, lo debemos generar nosotros mismos, con nuestras propias manos, con nuestro propio esfuerzo y dedicación. Prueba de ello lo da el jefe de usina, que mantiene todo el año y a toda hora los motores de la base generando energía. La vida diaria de todos está condicionada por el trabajo de esos motores. Lo mismo ocurre con los residuos, que son prolijamente clasificados según las normas del protocolo de protección ambiental, también llamado Protocolo de Madrid. Luego son tratados puntillosamente para controlar qué se remite al continente al final de la campaña, qué se compacta y se encajona (metales y vidrios) y qué se incinera.

Podríamos decir que todas y cada una de las tareas que son producto de no tener que abonar dinero, las reemplazamos con nuestro propio trabajo. A ese esfuerzo que además es la suma de la energía de cada uno de los miembros de la dotación lo llamamos “machuque”.

Los antárticos identificamos icónicamente el “machuque” con la acción de “hacer agua”. ¿Y qué es eso?. Como se imaginarán en la Antártida lo que más hay es agua, sin embargo una tarea imprescindible es “hacerla”, porque el agua se encuentra en estado sólido – hielo – que además se presenta de dos formas: dulce o salado. La de glaciar es dulce y la del pack marino, contaminado con sal de mar.

“Hacer agua” entonces se llama a la acción de buscar bloques de hielo dulce, del glaciar, que habitualmente son los de los témpanos para luego proceder primero a su fraccionamiento y transporte hasta las instalaciones de la estación, y después colocarla en los “derretidores”. Así se obtiene agua en estado líquido que nos servirá para la comida y en mucha menor medida para la higiene y limpieza. Este trabajo es realmente duro, extenuante, desgastante y por eso se dedica un día completo del tiempo de todos los integrantes de la dotación, sin diferenciar si se es cocinero, medico, meteorólogo, ingeniero, patrullero, mecánico o escribiente. Cuando hay “machuque”, nada más se hace en la Antártida y todos, desde el máximo jefe hasta el de menor jerarquía, comparten la misma fila de vaivén o de mano a mano, para transportar los grandes trozos de hielo hasta la sala de máquinas.

El “machuque” es una tarea dura que se sobrelleva con humor y espíritu solidario.

 

 

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