Por Juan José MATEO
Licenciado en Historia - Miembro del Instituto de Estudios Fueguinos
En octubre de 2020 el humor televisivo enlutaba a uno de sus precursores más notables de la pantalla argentina. A mediados de aquel mes moría Raúl Portal, uno de los padres indiscutibles del humor absurdo. Dueño de una impostura histriónica y por momentos dramática, transmitía en su rostro los estados de ánimo de su personalidad contradictoria. «Yo pienso como un cavernícola», solía expresar, sin esconder sus recurrentes posturas culturales a favor del pensamiento político de la derecha argentina, lo que matizaba con sus espontáneas incursiones hilarantes.
Portal comenzó con su ciclo de humor cuasi absurdo a principios de de la década de 1980 en la antigua Argentina Televisora Color («ATC», el actual Canal 7 estatal). Luego fue parte del reconocido ciclo «Semanario Insólito» junto a Raúl Becerra, Virginia Hanglin y Adolfo Castelo (un partener en las lides de ese tipo de humor), hasta desembocar en el recordado «La Noticia Rebelde». Todos estos programas manejaban la noticia de actualidad en clave satírica y en ellos, Raúl Portal aportaba los toques más exaltados del humor absurdo. El país abandonaba lentamente el oscuro pasado del terrorismo de Estado y algo de ese humor absurdo tal vez sirviera para explicar las macabras causas colectivas de un país que enmudeció antes que el gallo cantara por tercera vez en los albores de la transición democrática.
Luego, sobre fines de la década de 1980, llegó el turno de «Notidormi», dándole sentido a la trasnoche de la TV argentina. En efecto, fue el primer programa que logró éxito luego de las 00:00 de la noche. Allí donde se acostumbraba a cortar las transmisiones, Portal le puso color a los sueños tardíos de los trabajadores de fines de los ´80s, épocas duras de hiperinflación, extensión de la pobreza y destrucción de riqueza.
Robocopia
Después de «Notidormi» y antes de los clásicos «Perdona Nuestros Pecados» (PNP) donde Portal repasaba los errores y momentos insólitos de la televisión argentina, nos interesa destacar particularmente el programa Robocopia pensado originariamente por Raúl Becerra, donde vimos quizá al mejor Portal en comunión con el humor absurdo.
El ciclo era transmitido luego de la hora del almuerzo por los últimos resabios de ATC, antes de la intervención que debía desembocar en la privatización. Previo a «Del tomate», del «Cha Cha chá» de Alfredo Casero, de los delirios de Pipo Cipolatti en «la TV ataca» de Mario Pergolini, del «Todo por 2 pesos» de Capusotto y Alberti, existió Robocopia, la genial señal de los trajes con diseño multicolor. Conducía el espacio un Portal iluminado y repentino, payasesco en la elocuencia del límite, con invitados desfachatados, secciones inverosímiles parodiando los almuerzos de Mirtha Legrand. Con una pintura de fondo de un Portal barbudo vestido de mujer, se presentaban grupos musicales en medio de la eterna cruzada del conductor contra los «manochantas, curranderos y parasitólogos» que entregaban «merdallitas y merdallones» a los necesitados de espiritualidad en busca de una escapatoria metafísica ante una realidad material y emocional adversa.
Robocopia fue la denuncia de la falta de ideas que demostraba la televisión de principio de los 90s. y la necesidad de acompañar culturalmente el ingreso del país a la era neoliberal. Robocopia, lejos de legitimar un régimen, fue capaz de burlarse de la realidad del lenguaje artístico, un ajuste de cuentas puertas adentro del propio medio de comunicación sumido en la frívola mediocridad de la fuga bobarista argentina. Y fue genial. Verdaderamente graciosa y ocurrente con un Portal que se lucía en la locura reflejada en su controvertida trayectoria.
Más allá de Robocopia y de todos los éxitos televisivos y radiofónicos, sin trasvestismos ni oportunismos, Portal es otro de los que pueden declarar sin tapujos que se muere como se vivió. Veamos por qué.
Políticamente incorrecto
A pesar de su polémica exposición pública, Portal gozó del privilegio autoimpuesto de ser siempre él mismo. Él y su forma de pensar, siempre inmutable, por lo que en lugar de lavar su propia cara, como hicieron muchísimos que pensaban lo mismo que Portal pero viraron pragmáticamente ante el cambio del humor general hacia el Partido Militar, se mantuvo fiel a sus convicciones y creencias. Pagó un alto precio por ello.
Fue capaz de denominar como «locas» a las Madres de Plaza de Mayo (después se retractó y nadie puede dudar que lo hizo luego de un examen de conciencia) y de continuar defendiendo la presunta inocencia del controvertido cura Julio César Grassi, condenado judicialmente por abuso infantil, hecho que Portal no quiso aceptar nunca. Amigo del coronel golpista Mohamed Alí Seineldin y de su contracara, el líder del Partido Obrero Jorge Altamira, Portal demostraba que algo de lo absurdo de su humor no estaba ausente en sus meditaciones políticas.
Funcionario de medios en épocas de la dictadura de Onganía y por una década, en el que ejerció su trogloditismo político, su versatilidad absurda lo terminó llevando por otros senderos. Portal fue, además, precursor de la difusión para la tenencia responsable de mascotas, a la que también dedicó programas específicos.
Era un tipo de derecha que se asumía como tal. Genuina y sinceramente. Seguramente hubiese puesto palabra sobre los debates actuales sobre el aborto y el feminismo sin tapujos ni conveniencias, desde su posición de troglodita asumido. Y hubiese estado bueno escuchar su posición más allá de una «grieta» a esta altura mediocre y oportunista, fundada por unos cuantos más en los números de las encuestas que en una sincera ideología o principio político.
Portal fue un genio del humor. Un troglodita de la derecha vernácula argentina. Un perfil descarnadamente sincero de todo aquello que muchos no compartíamos. Pero siempre fue bueno contar con alguien sincero en la televisión. La sincera robocopia de una parte importante del «ser argentino» que muchas veces nos cuesta asumir, pero que existió, existe y existirá siempre, expresada con total franqueza por tipos como Portal u ocultada en estrategias dilatorias por los inescrupulosos de siempre.
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