El tiempo pasa

El tiempo pasa

El tiempo pasa

Generosidad versus egoísmo

A los 52 años pasé una estadía prolongada con mis viejos, en un tiempo que fue de mucho aprendizaje y crecimiento personal. Pensé que iba a ayudarlos pero fueron ellos los que me volvieron a enseñar.

Entendí la adversidad del paso de los años y la salud, y que aceptar, libera.

Mientras tomábamos mate en el jardín, aprendí de plantas y fertilizantes naturales; del café en las azaleas para acidificar la tierra; de la luz de la tarde sobre la tomatera y de la planta de la felicidad.

Hablamos de la vida del abejorro negro de panza amarilla, divagamos juntos pensando si las abejas viajan sin plan de vuelo en la búsqueda de néctar y escuché atentamente sobre la vida del gecko de Titi que de un día para el otro desapareció. También dedicamos tiempo a contemplar el nido de golondrinas con sus pichones en el tejado.

Vi en ellos mi futuro, hoy no tan lejano. Aprendí lo que necesitaba saber para vivir el ahora, para disfrutar de la vida a pleno a cada instante, sin joder a nadie y a transitar con calma cada paso hacia mi propio atardecer. Aprendí por qué cosas vale la pena esforzarse y por cuáles no. Y que cuando aprieta el frío es mejor un polar calentito fallado y no un Lacoste de media estación.

Aprendí que es preferible tener paz a tener razón.

Que el silencio como opción no lastima a nadie y recalcula la ruta como Waze.

Urgente hay que juntarse para festejar la compra de un auto usado, disfrutar lo más que se pueda con amigos, con familiares, dar besos y abrazos infinitos hasta que se salga algún ojo del apretón. Atesorar momentos: ese es nuestro ahorro para el futuro.

Hay que reírse hasta hacerse pis, disfrutar lo sencillo, una viola afinada con un tenedor, alentar a un pimpollo al que le cuesta florecer, escuchar a esos pájaros que cantan entusiasmados buscando pareja con un tono apenas más alto que como canta Luis en el bar Mona Lisa.

Hay que dejarse acariciar el rostro por el viento con olor a río, suave y cálido como palma de abuela.

Dejar lo postergable, saber delegar y priorizarse. El tiempo es veloz diría el “Ruso” Lebón.

Justamente en estos días tres amigos murieron y otros fueron “heridos de muerte”. Yo mismo soy un soldado en una trinchera, sin ser el que más chance de recibir una bala tiene. No hay banderas blancas en esta etapa de la vida. La vida no toma prisioneros.

Los escuché a mis viejos también decir que la vida es corta… y me llevan solamente 30 años de diferencia. Por mi cuerpo ya pasaron 35 abriles desde que fui a Bariloche.

Envejecer con lucidez plena genera mucha angustia, ansiedad e incertidumbre. Pero a esos tres, les aviso, se los puede vencer viviendo al máximo cada día, estando más presentes y siendo más conscientes, empáticos y solidarios.

Nuestros temores se esfuman cuánto menos críticos, menos jueces y más actores protagónicos de nuestra vida somos.

Vivamos el hoy. Disfrutemos de la sencillez de lo cotidiano. “No future” dirían los Sex Pistols ¡y cuánta razon que tenían!.

La vida es un castillo de arena que ignora cuándo va a venir la ola.

Hoy para todos sin excepción, fue nuestro último 2 de octubre del 2024. Que entonces valga la pena.


 


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