«Me dijeron que en el Reino del Revés,
nada el pájaro y vuela el pez.
Que los gatos no hacen “miau” y dicen “yes”
porque estudian mucho inglés”.
Nada más cercano a la realidad de este casi ya cuarto de nuevo siglo. Está pasando lo que me cantaba mi abuela a la siesta, con la bolsa de agua caliente… de la admirada poetisa María Elena Walsh.
Es que el mundo se ha convertido en todos los círculos que escribió Dante, con alguna que otra curita aislada de bonomía.
Drones que matan de a miles, huérfanos, hijos muertos entre tripas y escombros, todo con fines económicos.
Guerras donde miles tienen que desplazarse de sus lugares dejando todo para buscar apenas algo, volviéndose refugiados. Moscas, chicos panzones, buitres que los sobrevuelan esperando que se conviertan en restos. Muertos de hambre, sin techo, sin baños, en el sótano del mundo, invisibles a los ojos de un mundo indolente.
Hablo de Somalia, la ñata del Golfo de Adén, el cuerno de África. Con Etiopía en la nuca y espalda y y Kenia de la cintura para abajo. Es un país invisible por ser negro y pobre y que tendría que darle lágrimas a un mundo inconmovible. Es un país que recurrió a la piratería en el mar Arábigo, cómo lo hizo Morgan en el Caribe, pero en embarcaciones precarias y para buscar cosas que no tienen, secuestrando barcos de países gordos y angurrientos que pasan por sus costas para cruzar después por el Estrecho de Yemen.
Pero en este actual Reino del Revés, enfrente, cruzando el estrecho y dentro del mismo continente, hay un país que le paga 500 millones de euros a un jugador de fútbol en retirada, por 2 años de contrato. Eso es noticia mundial.
– ¡Venga por favor, María Elena!. ¡Tráigame alguna otra estrofa!
Me dijeron que en el Reino del Revés
nadie baila con los pies.
Que un ladrón es vigilante y otro es juez.
Y que dos y dos son tres.
Miles de millones de personas que ya no tienen o probablemente no tengan nunca una casa, siguen viendo las mansiones de famosos futbolistas, del tamaño de escuelas, con heladeras obesas y garages para 20 autos Cavallino Rampante, de todos los colores del arco iris.
Mientras, millones de insatisfechos con sus vidas cotidianas, con un futuro incierto, continúan asistiendo a esta pornografía mediática, con la nariz pegada contra el vidrio. Como perro mirando la parrilla…
Viven abofeteando a la sociedad mundial con su obsceno hedonismo.
– María Elena por favor… acérquese y díganos algo. No la queremos molestar, pero escucharla nos identifica.
«Me dijeron que en el Reino del Revés
cabe un oso en una nuez.
Que usan barbas y bigotes los bebés
Y que un año dura un mes.
¿Quién no pensó, por un momento, que la pandemia nos iba a hacer mejores personas?. Que la humanidad iba a resetearse y a evolucionar hacia algo mejor. Que íbamos a ser mejores personas, más solidarias, con más empatía con el que está en las malas. Que ese sufrimiento se iba a tornar en enseñanza e iba a hacer de la humanidad por fin algo mejor… ¡Pero sólo dejó más ricos a los ricos y a todo el resto pagando el morfi en cuotas!. Dejó expertos en masa madre y berenjenas; la aplicación del gimnasio y la que te trae la comida en moto.
Atrás quedó aquel aplauso a las nueve que tuvo la fuerza del empujón al molinete del subte, sin olvidar que muchos de esos aplaudidores, que batían las manos a rabiar por la labor de los médicos, enfermeros y otros agentes de la salud, también eran antivacunas y “expertos” en bioquímica, anticuerpos y trabajos científicos. O periodistas que tomaban tóxicos frente a cámara como si nada.
El mundo está como el pedal fuzz de Jimi Hendrix en el festival Woodstock 69′.
Es Dalí y Gaudi en un viaje lisérgico.
No hay ying ni yang.
Siga descansando en paz, querida María Elena. El Reino sigue al revés.
Diario Prensa
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