En guardia

En guardia

Me siento en estado de alerta permanente, como león con la cebra recién muerta frente a su hocico… vigilando, para que nadie se meta con la comida de sus cachorros.
Estoy viendo cómo tantos compatriotas invitaron a comer al zombie a su casa. Se tiraron al precipicio sin la goma elástica amarrada a los tobillos. Parece que la cosa era tirarse de ese puente, que es el país que no les gusta, pero sin importarles y mucho menos imaginarse las piedras filosas que nos esperan abajo a todos, en el fondo del desfiladero.
También tengo frecuentes discuciones en el trabajo con compañeros que laburan y viven del sueldo del Estado, que tienen obra social, jubilación, paritarias, vacaciones, y no entienden que cortar ese árbol implica también caer con él, abrazado a una rama.
Mientras tanto todo está maridado con los precios de la vida cotidiana. Todos buscando precios y cuotas continuamente, como una necesidad vital; dejando el queso de rallar para la otra semana y mirando la bandeja de tres bifes angostos como quien se para a contemplar un reloj suizo en el free shop. Miro góndola tras góndola… y padezco los gastos extras del mecánico que me cuenta que le suben los repuestos de autos medio pelo de laburantes, que sube el precio que cobra el tipo de la grúa, y el costo del coso del cosito de la casa de repuestos al valor de las joyas de Swarovsky. Esos cambios de precios cortan el ánimo como el sable corta al melón en la punta de la pica. Y encima son precios que duran lo que la batata en la trompa del chancho.

En guardia
En tanto todo esto pasa, el cortisol me y nos empasta la sangre al punto de dificultar la respiración y catapulta la ansiedad hacia un futuro sombrío y oscuro.
También están los comerciantes sin precios, que sacan el pago en cuotas en autodefensa, a cambio de no subirle el 22% a los calzones rojos, a las batas azules y a las medias blancas. Pero solo a eso. Y están los otros, que acovachan la mercadería, para cubrirse a futuro y especular, o simplemente como pescador en río revuelto, para sacar algún manguito más para poder prender la parrilla y tomarse un vino de tres lucas el domingo. Mientras tanto el pueblo está al lado del camino fumando el humo.
Y una parte de la sociedad adulta que ya vivió penurias pasadas, que lloró los muertos en la plaza con las políticas neoliberales del 2001, ven hoy a esas mismas caras que convencen a los más jóvenes por Tik Tok en un laburo siniestro de manipulación, y no reaccionan. Caras que no dudaron en bajarle el 13% a los sueldos de los jubilados para pagar una deuda y sostener el 1 a 1; personajes de Marvel que fueron a chorearle a los viejos indefensos que ni escupidas pudieron lanzar para defenderse. Esos mismos hoy nos plantean soluciones y le prometen la vacuna del cáncer de pulmón al fumador empedernido. Esa sociedad que vivio la hiperinflación, la guerra de Malvinas , los alzamientos militares, las bombas en las embajadas, el helicóptero con pasajeros cobardes e ineptos, ve el futuro asustada como cuando te van a hacer un tratamiento de conducto y al dentista le tiembla el pulso.
Me siento, al igual que muchos, como una laucha atrapada entre regimientos apretados de ratones, sin poder salir, secuestrado involuntariamente entre esa horda que va convencida a arrojarse al mar siguiendo al flautista de Hamelin.
Veo al futuro repetir el pasado, pensando a dónde irá a atenderse la gente si desaparece el hospital publico como tal, si desaparece la educación pública, dónde estudiara el hijo del trabajador que podía mandar a su hijo a la universidad, dónde se va a operar de la vesícula ese señor que perdió su trabajo o cómo va a comprar los remedios el abuelo hipertenso que ya no tenga más PAMI. A dónde irán los que se queden sin trabajo cuando de un plumazo consideren que la ley 19640 es ilusoria y que en Tierra del Fuego solo se embala. ¿Qué van a hacer esas familias?. ¿Se van a disputar un semáforo para tirar pelotitas al aire o para limpiar los vidrios de los coches?.
Es cierto que hay muchas cosas por mejorar y que algunas cabezas no tendrían que necesitar más sombreros, venga quien venga. Es así.
Hace días que lo único que quiero es huir conociendo el camino seguro y llevarme a los que más pueda conmigo… pero ni siquiera puedo convencer a los que más quiero.


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