Por Juan José MATEO
Licenciado en Historia - Miembro del Instituto de Estudios Fueguinos
Hay ciertas series que por alguna razón nunca pierden el encanto y atractivo, motivo por el cual los canales de televisión abierta los siguen incluyendo en sus grillas desde hace años. En la Argentina, fenómenos como el Chavo del 8, demarcan una preferencia peculiar del público que, a pesar de haber visto al menos una vez cada uno de los capítulos reemitidos cíclica y constantemente, no tienen inconveniente de sentarse nuevamente frente a los televisores por el solo hecho de proseguir un ritual que en la mayoría de los casos no requiere explicación.
Otra de esas producciones artísticas privilegiadas es sin dudas «el Zorro», serie que desde hace muchos años no podemos dejar de ver cada vez que el televisor es encendido. Siempre está allí la dinámica de las vertiginosas persecuciones en caballo y duelos con espadas, los extensos decorados y los peculiares efectos de sonido. Los villanos consumados (como el Capitán Monasterio, el Magistrado Galindo o el temible Águila), los militares ineptos pero bonachones del Sargento García y el Cabo Reyes y desde ya, Don Alejandro de la Vega, su hijo Diego (el Zorro) y su fiel criado Bernardo. A ellos debemos sumar a Tornado y Fantasma, los dos caballos que ayudarán al Zorro a combatir las injusticias que se suceden sin descanso entre Los Ángeles y Monterrey.
Las mujeres, en cambio, estarán relativamente ausentes de papeles principales, cuestión subsanada recién a fines del siglo pasado, cuando Catherine Zeta-Jones protagonizara a la hija del legendario héroe (Anthony Hopkins) en «La máscara del Zorro» (1998), aunque el protagonismo étnico aún mantiene deudas en lo que hace al sustrato indígena y la población afroamericana.
Los orígenes del “Zorro”
Sin embargo, a pesar de la popularidad que goza el Zorro en la actualidad, muchos desconocen los orígenes de este personaje. El mítico espadachín con capa y antifaz, surgió en la novela de aventuras de Johnston McCulley publicada en 1919, llevando por título «La maldición de Capistrano», en la que se relataba las aventuras de un justiciero enmascarado luchando contra gobernantes autoritarios y corruptos en épocas del dominio colonial español. Situada en el pueblo de Los Ángeles (hoy Estados Unidos), al año siguiente la idea sería llevada al cine mudo ya bajo el título «La marca del Zorro», lo que a partir de entonces generó mayor interés del público en la propuesta argumental y en el personaje.
La idea de un héroe cuyo origen es un millonario o un noble que recurre a ocultar su verdadera identidad para impartir justicia ya estaba presente en Robin Hood y luego también aparecería reforzada en Batman, lo que corrobora cierto efecto empático con el gran público de novelas, cine y televisión. El Zorro, en ese punto, fue sin dudas un producto pionero del siglo XX. Cuando Walt Disney se decidió por adquirir los derechos de la historia y el personaje en la década de 1950, el Zorro contaba con una vasta literatura presente en decenas de libros, historietas y unas cuantas adaptaciones cinematográficas.
Con una visión única para la taquilla y los negocios, Disney aceptó las draconianas condiciones de McCulley que fallecería al año siguiente del estreno de esta serie de antología. Una producción costosísima para los estándares del momento, aplazaban una y otra vez la realización del zorro, hasta que los planetas se alinearon y los costos de producción terminaron adaptándose a la arquitectura financiera de Disney, que a la postre resultó un retorno millonario pocas veces visto.
¡El Zorro!
«El Zorro» comenzó a emitirse en su versión original en blanco y negro en Estados Unidos un 10 de octubre de 1957. La serie contó con 2 temporadas de 39 episodios cada una y luego de ser cancelada hacia 1959, en muchos de los países hispanoparlantes, se desconoce que existió una tercera temporada que sólo contó con cuatro episodios especiales de una hora de duración, realizados en 1960, con los mismos actores en los papeles ya consagrados. Y a pesar que fueron sigilosamente presentados por el mismísimo Walt Disney, la razón de su desconocimiento para nosotros es que no fueron doblados a nuestro idioma y tampoco formaron parte de las restauraciones que le agregaron color a principios de los años 90.
Con un total de 82 episodios, ésta mítica serie comienza con Don Diego de la Vega (interpretado por Guy Williams) regresando en 1820 a la California española luego de pasar tres años alejado de su ciudad natal, la pequeña localidad colonial de «Los Ángeles», donde lo espera su padre Don Alejandro (George Lewis), el mayor hacendado de la zona, quien descontento con el modo autoritario con que el codicioso Capitán Monasterio conduce la comunidad, le ha solicitado por carta que abandone sus estudios y retorne lo antes posible a la hacienda para ayudarlo.
La primer escena del Capítulo 1 titulado «Conociendo al Zorro», muestra entonces a Diego de la Vega como un hábil espadachín en un entrenamiento amistoso a bordo contra el capitán de la embarcación que lo transporta desde España hacia el Continente Americano.
«Su agilidad con la espada le será muy útil en California» -le advierte súbitamente el capitán con cierta resignación-. «Temo que va a encontrar las cosas muy distintas cuando llegue a los Ángeles. En California sólo hay órdenes y reglamentos. La fuerza militar es la que gobierna. No quiero desilusionarlo, pero creo que pronto se arrepentirá de haber salido de España».
Desde hace un año, las autoridades civiles fueron desplazadas por el nombramiento de un nuevo comandante cuya aspiración final es convertirse en el hombre más poderoso y adinerado de California. Es que el corrupto y autoritario Capitán Enrique Sánchez Monasterio (Britt Lomond) se vale de todo tipo de estratagemas para perseguir, encarcelar e incluso asesinar a los hacendados más influyentes del lugar, tiranizando a toda la población y esclavizando a los más humildes: jornaleros e indígenas.
“Cuando no puedas vestir la piel del león, entonces viste la del zorro”
Pero Diego de la Vega sabe que el honor señorial de él y su familia podría ser un blanco fácil para la tiranía militar que ejerce Monasterio, razón suficiente para pergeñar un alter ego enmascarado (Zorro), escudado en un supuesto joven intelectualoide y amanerado (Don Diego) que se escurrirá por las noches entre los tejados de tabernas y cuarteles, abortando una y otra vez los planes de Monasterio y sus lanceros.
Junto a su fiel sirviente Bernardo (Gene Sheldon) un sordo que ingeniosamente se hace pasar por sordomudo y que oficiará como los ojos y oídos del Zorro en las más variadas y risueñas ocasiones, es que Diego de la Vega confiesa en aquel primer capítulo sus peores temores frente a la situación que vive la ciudad de Los Ángeles. Si es imposible enfrentar la tiranía de frente, como un león feroz (a de la Vega le sobra coraje y pericia con la espada), mejor vestir la piel del zorro, capaz de confundir su pelaje azabache con las esporádicas y circunstanciales sombras de la nocturnidad. De allí en más será que «en su corcel, cuando sale la luna, aparece el bravo Zorro».
Por lo demás, la serie contó con personajes entrañables y muy bien logrados como el Sargento García (Henry Calvin), y en un segundo momento del Cabo Reyes (Don Diamond), quienes junto a Bernardo, lograrán momentos de singular comicidad. Cada uno era acompañado con una pieza musical distintiva, sobresaliendo el toque de flautas y los movimientos de mimo de Bernardo, lo que sumado a los diálogos absurdos entre estos dos militares con pocas luces, balancean la densa atmósfera infundida por el constante ejercicio de la tiranía de los villanos de turno.
Otro de los toques de distinción de la serie fueron los gritos del sorprendido Sargento García cuando aparecía el intrépido héroe en su caballo o corriendo por los tejados: ¡El Zorro! Momento en que todos nos preparábamos para ver alguna persecución monumental o un enfrentamiento de esgrima de antología.
Serie de culto, con una merecida fama y de preferencia irrenunciable del público argentino, El Zorro parece nunca pasar de moda, como si todos tuviéramos en claro que las luchas por las injusticias serán siempre necesarias. Y hasta tanto la incomodidad ante la tiranía continúe indignándonos como colectivo social.
En nuestro país, la tira comenzó a emitirse por primera vez en 1968 por Canal 13. A mediados de la década de 1980 fue emitido por segunda vez en su versión blanco y negro justo cuando recién terminaba la última dictadura militar. Verdad o consecuencia, para muchos habrá sido seductor que un «bandido» con clase y abolengo, pudiera burlarse una y otra vez de la tiranía de un comandante. Por suerte para la clase media argentina que no tuvo que poner el cuerpo apareció nuevamente el Zorro para ajustar cuentas. Mejor así.
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