El jueves anterior nos despedimos de nuestra columna advirtiendo que continuaríamos con la temática de los años 70s en la isla. Un hecho sumamente extraordinario nos obliga a cambiar el prisma de nuestra propuesta dado que si hubo un marzo candente en 1973, este marzo de 2020 será recordado como el mes que los fueguinos dieron comienzo a la cuarentena por el coronavirus.
El autor de esta nota tenía pensado realizar una serie de entrevistas y revisar documentación disponible en el Museo del Fin del Mundo y en la Biblioteca de la Legislatura pero dicha planificación fue abruptamente interrumpida a partir del fin de semana. El domingo se conoció la suspensión de clases, la interrupción del servicio del grueso de la Administración pública central. El lunes comenzaron los reclamos del sector privado para guarecerse también de la pandemia. Para el día martes, la provincia estaba virtualmente parada.
Como en un film apocalíptico en el que en dos horas pasa de todo: inicio, desarrollo y desenlace de una dramática historia la isla se vio paralizada en tiempo récord. La rapidéz con que todo se detuvo emula quizá al silencio previo al de un tsunami, en el que la atmósfera es invadida por un silencio ensordecedor y no es posible detectar el canto de un pájaro a kilómetros de distancia. Suele decirse que la naturaleza siempre es sabia y que lo que el diablo sabe, lo sabe por viejo.
La primera noche
La noche del martes fue vivenciada por los fueguinos como la primera noche de la cuarentena. Por la tarde fueron corrigiéndose los últimos actos fallidos de la población civil local que aún circulaba por la vía pública en busca de esparcimiento, ese paisaje inadvertido de la cotidianeidad que hoy es valorado como oro puro por todos.
Y esa primera noche de las tantas que vendrán marcó el cambio cualitativo que precede a la excepcionalidad del encierro. Paradojas del destino si las hay. Los fueguinos que vivimos aislados ahora vemos reforzado nuestro aislamiento al punto tal de no poder salir de nuestras casas. No fue la nieve, el frío extremo ni el tan esperado cataclismo sísmico presagiado y fundado en la ciencia por los gabinetistas que contamos en el CADIC. Fue un virus que transmite una gripe agresiva que al parecer se conoce hace bastante tiempo. Se trata de una coyuntura de novela. El autor de esta columna, en su vida vivió tales condiciones, ni siquiera durante la Guerra de Malvinas, en la que los oscurecimientos se practicaban con cierta periodicidad. Nuestra generación vital es la primera vez que se enfrenta a tales condiciones.
Por eso esa primera noche será antológica. En el sueño pesado y liviano de los fueguinos, se encuentra la ansiedad de lo que vendrá, de cómo serán estas semanas de confinamiento, revisando las alacenas, temiendo por el desabastecimiento y en lucha abierta con aquellos que violan las normas de seguridad que, en definitiva, afectan al prójimo.
Por suerte las redes sociales y los medios de información confiables – como el histórico y tradicional Diario Prensa Libre – cobran una dimensión útil, y capturan momentos de conductas reprochables para anteponer el reclamo de solidaridad y la necesidad de cuidarnos entre todos.
También será el momento de redefinir nuestras relaciones interpersonales, de mantener distancias que demuestran actos de entrega, de abnegación, de miradas profundas en turnos consentidos, capaces de honrar la vida como nunca antes pensamos que íbamos a hacerlo.
Muchos despertamos de esa primer noche sintiendo que no somos los mismos. Todo lo que está ocurriendo es nuevo y que (en principio) durará dos semanas. Dos semanas que serán vividas con la novedad de lo que nunca nos sucedió.
Consecuencias políticas de la pandemia
La pandemia fue capaz de regalarnos la foto política del año. En un mensaje con inconfundible plafón político, el presidente de la nación junto a los jefes de los dos estados más poblados del país, brindó una conferencia de prensa con las medidas adoptadas para decretar la cuarentena general.
La foto del presidente Alberto Fernández (PJ), flanqueado por un lado por el jefe de Gobierno Porteño, Horacio Rodríguez Larreta (PRO) y por el otro del gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof (La Cámpora), envió un mensaje contundente hacia cualquier tipo de especulación o aprovechamiento político de la crisis.
Y ésta imagen es tan poderosa como elocuente hacia la vitalidad del sistema político argentino. Demuestra que la grieta maniquea que tanto daño nos hizo, al menos tenía el límite ante una crisis humanitaria. Porque esa foto habla de la contención que el sistema político, es decir, el motor ejecutor de las políticas públicas que la democracia y la República deben brindar a todos y cada uno de nosotros, ha puesto en movimiento esa maquinaria fenomenal de garantías para el acceso al sistema de salud, advirtiéndonos los límites que éste tenía ante un desmadre de la epidemia.
Esta vez la política dijo la verdad, desestimando las estrategias comunicacionales para posicionar un relato, desnudó los límites del sistema de salud y actuó en consecuencia, paralizando la circulación de ciudadanos para achatar la curva de contagio.
Otras secuelas esperanzadoras
Más allá del relato escatológico de las experiencias vividas por todos, hay que reconocer que hasta el momento el caos ordenado del encierro obligatorio de los fueguinos transita con aceptable resignación.
Una simple inspección de las redes sociales y mensajes de telefonía celular, replican un concepto universal de nuestro género: la solidaridad del cuidado doméstico para proteger al otro. Es un mensaje hermoso y esperanzador si se lo piensa más allá de la pandemia.
Después de todo, en el proceso de hominización que nos separó de nuestra animalidad hace dos millones y medio de años, la solidaridad fue una fuerza productiva fenomenal contra la individualidad genéticamente programada del mundo natural.
Las autoridades provinciales y municipales establecieron medidas draconianas para cuidarnos, además de activar diversos tipos de protocolos. Las calles se ven vacías, los negocios organizados para las ventas con delivery, la industria del meme no se detiene y nos regala campos minados del oro risueño del humor, un plusvalor bien nuestro y que tanto necesitamos.
No faltarán seguramente los cultores de la grieta que criticarán las medidas del arco político para paliar la crisis y la epidemia. Lo cierto es que las autoridades parecen no distraerse con enojos vedettistas ni chicanas accesorias. Ni el gobernador, ni los intendentes ni los legisladores y concejales. Todo se concentra en el núcleo de salvaguardar la salud pública. Si esa normalidad y criterio se sostienen desde arriba, la base social tendrá mayores condiciones objetivas de resistir un posible desmadre.
La intención de esta columna hoy es rescatar el transcurso de este momento tan especial para todos, asumiendo la cantidad de aspectos positivos que podemos divisar en momentos donde es preferible abrir las ventanas y disfrutar de ese sol que anuncie el fin del confinamiento. Porque algún día volveremos a salir en pos de rescatar aquella normalidad perdida para continuar nuestras vidas, aunque es posible que ya no seamos los mismos, porque este año, nos pasó lo que nunca pensamos que nos iba a ocurrir.
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