Historia de la sede de la Policía fueguina.
Al igual que ocurrió con las principales instituciones del incipiente pueblito, la Policía se asentó alrededor de las cuatro precarias casillas que los marinos que formaron parte de la expedición de Augusto Lasserre construyeron para que comenzara a funcionar la Subprefectura Marítima.
La institución policial, encierra una historia muy rica que resulta imposible resumirla en una breve reseña. Esta nota, en consecuencia, se limitará a describir la sede policial que se hallaba a escasos cuatro metros de la primera casa de Gobierno, conocida como “El Cabildo”. Se la puede descubrir en antiguas fotos ya en los primeros años del 1900, precisamente sobre el mismo sector que antes ocuparan las casillas de la Subprefectura Marítima construidas por la gente de la expedición de Augusto Lasserre en 1884, a mitad de cuadra en Maipú, entre las calles Lasserre y 25 de Mayo.
Como con muchos otros edificios, no hay exactitud respecto del año de su construcción, no obstante, fue una obra ya prevista por el gobernador Pedro Godoy. En las memorias del periodo 1893/94 reclama: “…Para los empleados de esta región, lo primordial hoy es el alojamiento y la manutención, verdaderos problemas cuya solución sería imposible, si el Gobierno de la Nación no proveyera a ella”. (1) Se refería a la necesidad de contar con el aserradero que abastecería de madera para determinadas obras gubernamentales, entre ellas el alojamiento para el personal público. Ese edificio cambiaría de destinatario convirtiéndose en sede de la Policía. También es necesario aclarar que, si bien el gobernador Godoy argumentaba la necesidad de partidas para poner en funcionamiento el aserradero, el mismo ya estaba funcionando precariamente.
Un inventario oficial del año 1908 menciona la existencia del edificio policial y lo describía de madera y chapas de cinc, de diez habitaciones, construido sobre cemento y piedra y sus medidas eran de 21 metros de frente por 17 metros de fondo. En su interior albergaba a la jefatura, la comisaría, la vivienda del comisario, botica, depósito y vestuarios, cuerpo de guardia, siete calabozos, talleres de carpintería y herrería, sector para caballeriza e incluso espacio para resguardo particular para algunos integrantes de la fuerza. Como ocurriera con El Cabildo, se había previsto la construcción de un pabellón para el personal, el que terminó construyéndose en la esquina de la Calle 7 – hoy 25 de Mayo – y se trataba de un edificio simple, de una sola planta, de 11,80 X 4,90 metros que posteriormente fue demolido para la construcción de la nueva sede de la Subprefectura Marítima.
Este inmueble no marca el inicio de las funciones de la Policía en este territorio. Antes, una de las primeras cuatro casillas construidas por la expedición de Augusto Lasserre parece haber sido pensada para esta fuerza, nombrándose al primer jefe de Policía, el capitán de Infantería de Marina Antonio Romero, el 12 de mayo de 1885. Posteriormente, al construirse el edificio gubernamental denominado El Cabildo, en 1886, se previeron las oficinas destinadas a los escasos hombres de la Policía, como así también la oficina del jefe y la vivienda familiar.
Cabe destacarse que la sede policial sobrevivió al feroz incendio del año 1920 que se llevó a la Casa de Gobierno, incluso convivió, un escaso tiempo, al lado del flamante Hotel Albatros, cuya apertura data del año 1966. Comenzada la década de los 70´ se daría inicio a una ampliación del mismo, que terminó transformándose luego en el Hotel Canal Beagle, por lo tanto, la sede policial fue demolida entre 1970/71.
Para entonces la institución se vio obligada a ajustar sus espacios, mudándose a un viejo edificio conocido como “La Colmena”, que se hallaba en la esquina sudeste de Gobernador Deloqui y Lasserre, precisamente donde pocos años después, se construiría la Seccional Primera de nuestra Policía, la que aún funciona en la actualidad. Pero ello es motivo de otra historia.
El día en que hubo casi una guerra civil
En la historia institucional de este territorio, no faltaron los recelos o conflictos. El más conocido fue el existente entre el Presidio y la Gobernación, cuestión que se manifestaba a través de guardicárceles y policías. Era una rivalidad quizás alimentada por depender de dos instituciones diferentes en el orden nacional. No fueron pocas las ocasiones en que se producía una puja por el poder entre el gobernador y el director de la famosa cárcel, por lo menos hasta que el Gobierno dispuso de la suficiente atención como para imponer mayor peso.
Resultaba absurda la actitud de ambas autoridades, por ejemplo, en la disputa motivada por la energía que generaba el Presidio, dado que era común que el director de esa repartición condicionara la cantidad de lamparitas y usos en las reparticiones gubernamentales, cuestión que desencadenaba el enojo del gobernador. Éste en represalia no lo invitaba a determinadas reuniones sociales, y en respuesta, no fueron pocas las ocasiones en que en dichas fiestas se cortaba la luz… Hubo casos en que algún agasajado capitán de naves en puerto fuera el que diera la orden de abastecer de energía desde el barco a la residencia del gobernador mientras durara la fiesta.
La venganza vendría a los días siguientes cuando las autoridades carcelarias hacían desfilar ruidosamente a los presidiarios por las calles de Ushuaia a altas horas de la madrugada frente a la residencia del gobernador, para perturbar su descanso.
Por otra parte, los sueldos de las autoridades del Presidio eran más elevados que las del propio gobernador e incluso los guardiacárceles ganaban más que los agentes de la Policía, lo que implicaba que en ocasiones algunos miembros de la Policía emigraran hacia el Presidio.
Esta mala relación empeoró notablemente durante la gestión de Adolfo Cernadas, director del Presidio en el gobierno de Juan María Gómez, en el año 1932. La responsabilidad de Cernadas era compartida por el subdirector Carlos R. Faggioli y el tercero en el mando, José Sampedro. Estos personajes habían sido denunciados por el médico de la asistencia pública, Guillermo Kelly quien, cansado de atender presos con huesos rotos, rastros de golpes, y malos tratos, decidió presentar una denuncia ante el juez. Parece que las investigaciones no tardaron mucho en comprobar las torturas a las que eran sometidos los detenidos, con elementos especialmente preparados para infringir los más dolorosos golpes, además de castigos que alimentaron la fama de terror de la cárcel. Las versiones fueron además apoyadas por algunos presos que, por otra parte llevaron a cabo sus propias denuncias.
Durante una noche, siendo aproximadamente las 0.30, un policía de guardia pasó por el frente del edificio de Godoy y la calle 9, hoy San Martín y 9 de Julio, sede del Club Social y Hotel Hispano, de donde provenían desgarradores gritos. El uniformado ingresó al lugar y encontró a Faggioli en mangas de camisa y totalmente ebrio profiriendo insultos y amenazando a cuanto parroquiano tratara de calmarlo. La autoridad policial lo llamó al orden y ante la desobediencia se convocó a un refuerzo que lo trasladó en calidad de detenido hasta el edificio policial.
Al otro día, anoticiado de los hechos, Walter Kammeratt, jefe de guardicárceles, formó a 48 de sus hombres quienes, fuertemente armados, desfilaron frente a Maipú y Godoy, como ya dijimos hoy San Martín, apostándose por el frente y parte posterior del edificio policial, apuntando todas sus armas amenazadoramente. Observando las maniobras el jefe de Policía hizo lo propio con todos sus agentes e incluso desempolvó un par de viejas ametralladoras.
Kammeratt solicitó parlamento con el jefe de Policía a quien le manifestó: “En caso de que el señor Faggioli continúe detenido, se conseguirá su libertad por la fuerza”. (2) Hubo varios minutos de muy tensa espera en los que, con seguridad, todos los protagonistas ya esperaban lo peor. Parece que con mayor criterio el titular policial decidió otorgar la libertad del cuestionado Faggioli, quien fue tomado del brazo por su jefe, no pudiendo confirmarse si ese gesto era porque aún le duraba la borrachera o por afecto.
El final de la historia parece haberse negociado equitativamente. Como era de suponerse, Cernadas, Faggioli y Sampedro fueron destituidos, en este caso por la Justicia, mientras que el jefe de Policía y su segundo, fueron reemplazados en sus funciones.
(1) “Ushuaia 1884-1984 / Cien años de una ciudad argentina”. Arnoldo Canclini / Municipalidad de Ushuaia / Pag. 60. (2) “Navegantes, presos y pioneros en la Tierra del Fuego”. Arnoldo Canclini / Editorial Planeta. Año 1999. / Pag 239. Bibliografía consultada: “Ushuaia. 1884 – 1984 – Cien años de una ciudad argentina”. Arnoldo Canclini / Municipalidad de Ushuaia. Pag. 60, 175 y 176 / Publicación de la Escuela Superior de Policía. Comisario Inspector (r) Don Aníbal Héctor Allen.- Diciembre del 2000. / “Navegantes, presos y pioneros en la Tierra del Fuego”. Arnoldo Canclini. Editorial Planeta. Año 1999. Pag. 237 a 240. |
Escribe: Julio César Lovece