Una frase atribuida a Albert Einstein expresa: «Es más fácil desintegrar un átomo que un preconcepto». Son tan poderosos los preconceptos que, como ocurre con los paradigmas, terminamos obedeciéndolos sin tener idea el porqué o cómo nacieron. Hablamos de la idea preconcebida o las concepciones espontáneas. Esas que ayudan a encontrar la respuesta fácil, cómoda, la «apropiada» para oyentes desinformados.
La temática ambiental parece ser caldo de cultivo de los preconceptos. Por ejemplo: ¿notaron que se suele asociar la palabra «desarrollo» con la imagen de grandes chimeneas, enormes torres de energía o, común en nuestra ciudad, las montañas de contenedores?
Bueno, una manera de comenzar a luchar en contra de estas ideas preconcebidas es dudar, mirar la letra chica, ya que estas imágenes también pueden ser asignadas a la contaminación o destrucción del entorno.
Quienes promueven la producción y consumo sin límites se adueñan de las palabras «desarrollo», «producción, «trabajo» etc., como si éstas indefectiblemente requirieran de la destrucción de todos los bienes naturales e incluso culturales. Cualquiera que proponga otra mirada, una mayor reflexión o sensibilidad, es tildado arbitrariamente de enemigo del desarrollo, de la generación de trabajo a quien no le interesa la producción, pese a nutrirse de ella.
En definitiva pretenden hacernos creer que las palabras ambiente y producción van por caminos diferentes y contradictorios, como ocurre con la naturaleza y el desarrollo, la ecología y la economía, etc., y todo ello ajeno al concepto ético de la vida, aquello que nos debe obligar a pensar en el futuro, no solamente en el presente, en todos no solamente en algunos, en lo macro no solamente en lo micro.
Incluso quienes propician un nuevo paradigma, son rotulados como «los verdes», sin mediar más reflexión que ayude siquiera a pensar de qué color serian los de la vereda contraria, quienes sólo imaginan un modelo extractivo y de consumo irresponsable e ilimitado.
Para ayudar a una mayor reflexión, aquí va un listado de preconceptos:
- Es un mal necesario.
- La contaminación es aceptable si genera trabajo.
- Un paisaje natural prístino es un paisaje «ocioso» o «no productivo».
- El paisaje, a menos que le construya algo encima, no tiene valor.
- Crecimiento es igual que desarrollo.
- Mayor consumo, mayor desarrollo.
- Primero están los seres de dos patas, luego los de cuatro patas.
- Calidad de vida es mayor capacidad de consumo, no protección del entorno.
- La respuesta a la contaminación es reciclar, no dejar de contaminar.
- Desde esa óptica, el reciclado es responsabilidad del consumidor no del productor.
- La ciencia, si justifica es buena, si impone límites es mala.
- El cuidado del ambiente es problema de los ambientalistas.
- Las inversiones siempre son necesarias y buenas, aunque ayuden a algunos y perjudiquen a otros y un largo etc.
Bueno, ayer nuestros legisladores, y es de esperar que sea para siempre, han roto la mayor parte de estos preconceptos. No compraron espejitos de colores.
En una instancia histórica, no solamente para nuestra provincia, sino para la región y el país, han aprobado la ley que dice NO A LAS SALMONERAS, que no implica solo la negativa a una «industria» que tanto daño está generando en los mares de la región, significa un camino, un ejemplo, un enorme SI a nuestros bienes naturales que, por prístinos, no son ociosos. También significa un mensaje claro a que no todo lo que brilla es oro, no es cuestión de vender el alma al diablo por 50 puestos de trabajo, no sólo se trata de pensar en el hoy, sino en lo que estamos dejando.
Alguien dijo que quien siembra un árbol sabiendo que jamás podrá disfrutar de su sombra, es que ha comprendido el sentido de la vida.
Bueno, ayer nuestros legisladores inspiraron este mensaje y por ello, hoy somos un poco mejores. Ahora, vamos por la agenda ambiental. Península Mitre está esperando.
Diario Prensa
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