La 19.640 y la industria del turismo

La 19.640 y la industria del turismo

La 19.640 y la industria del turismo

La 19.640 y la industria del turismoNuestra ciudad cuenta con condiciones naturales para desarrollar la industria y el comercio del turismo, como pocas en el país.  Posee una Carta Orgánica que establece condiciones para que sus habitantes elijan cuáles son las prioridades de uso del dinero público, a través del Presupuesto Participativo.  Dicha Carta Magna, determina mecanismos para que la ciudadanía pueda controlar los ingresos de cada centavo a las arcas municipales y en qué se emplea lo recaudado, a través de un Registro Informático de Ingreso y Egresos; también fija el Referéndum Popular, el Juicio Político y la Revocatoria de Mandatos.

Sin embargo, en Ushuaia, ningún ciudadano o ciudadana, ni el propio Concejo Deliberante, puede conocer cómo y en qué se emplea el dinero público. Y a la ciudadanía, sólo se le permite participar una vez cada cuatro años en procesos electorales.

En paralelo, nos encontramos con veredas que, salvo excepciones de unas pocas cuadras, son intransitables para personas con discapacidad, adultos mayores, o para quienes llevan bebés en un carrito.  De este modo se desalienta la diversidad de quienes nos visitan y se imposibilita la accesibilidad para el buen vivir de los residentes.

La falta de arboleda urbana, sumada al poco asfalto, hace de Ushuaia una ciudad gris, sin cortina de viento y con permanente polvo en suspensión. Esto vuelve a derivar en una postal poco confortable para el desarrollo de la industria y el comercio turístico, como para el vivir digno de sus habitantes.

La ausencia de políticas públicas en instalación de cestos de basura, unida al deficiente abordaje de la emergencia sanitaria por perros sueltos, generan un combo hostil para el turismo que recorre la ciudad y para nuestras vecinas y vecinos.

Bolsas de basura desparramada por doquier, combinada con un viento que no encuentra arboleda que lo contenga, termina decorando las costas del Canal Beagle y contaminando el único recurso turístico de la ciudad y que es la bellísima naturaleza que nos circunda.

Suponiendo que el turismo no se topa con las consecuencias de años de barrios enteros sin redes de servicios (en algunos casos con cloacas a cielo abierto que contaminan napas y dejan a la comunidad expuesta a diversas enfermedades); con ausencia de reductores de velocidad y de semáforos; con separaciones de arterias de doble mano que no le permiten a los peatones pararse en medio para cruzar de una vereda a otra; con escaleras públicas abandonadas sin mantenimiento e iluminación; con plazas que se inauguran y rápidamente son descuidadas; y con obras de asfalto que en meses se parten; para quienes viven sorteando estos obstáculos a diario y sin promoción económica del Estado Municipal, se hace complejo pensar en invertir en el desarrollo urbano del comercio turístico, optimizando lo invaluable de la naturaleza que nos rodea.

Como es de público conocimiento, una vez más nuestra ciudad, a merced de la voluntad de Buenos Aires, ha sido agraciada con 15 años de margen para planificar y desarrollar una industria que por fin se valga de lo que tenemos, que no dependa de la buena voluntad de gobiernos que residen a más de 3.000 km. y que, a través de sus medios de comunicación, opinan sobre cómo vivimos.

Quizás nuestros gobiernos municipales, deberían dejar de pastorear en campos que no cultivan, establecer una reforma tributaria que beneficie a la industria y al comercio del turismo, achicar los recursos destinados a sostener la engordada clase política y aprovechar lo que tenemos: un entorno natural como ninguna ciudad de la Argentina.

Esperemos que el próximo gobierno municipal, esté dispuesto a hacerlo.


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