La deuda con Carlos Peña

La deuda con Carlos Peña

A cuatro años de la partida del periodista fueguino.

Llegó a Ushuaia con apenas pocos días de vida, en una época en la que muchas mujeres embarazadas optaban por trasladarse a Punta Arenas para tener a sus hijos en un hospital de mayor complejidad. Y aunque por esa circunstancia su documento no lo decía, era un argentino experto conocedor de la historia de su país y de su provincia. Pese a su entrega y su aporte a la cultura, nunca recibió ni siquiera un pergamino de reconocimiento de los entes oficiales o de sus integrantes.

La deuda con Carlos Peña
Carlos Vicente Peña Otarola, el querido Carlitos.

Carlitos, como todos lo conocían, trabajó en medios gráficos de Ushuaia y de Río Grande, y alternó esa actividad, de impecable criterio, redacción y ortografía, con el oficio de imprentero gráfico, aprendido de su padre, fundador de “El Imparcial”, uno de los primeros diarios fueguinos. Pese a que comenzó en la actividad a los 5 años, como canillita y la concluyó poco antes de cumplir 70, no obtuvo nunca ningún tipo de reconocimiento de parte de organismo público alguno. Con su aspecto humilde y bajo perfil, no pudo disfrutar de la alegría de ser distinguido por sus 65 años de trabajo constante e ininterrumpido. Alguna vez un concejal tuvo la iniciativa de declararlo ciudadano ilustre, pero aunque el trámite formal se concretó, el tema después cayó en el olvido y Carlos ni se enteró de ese gesto en su favor. Pese a todo, se fue con el reconocimiento más importante, el de los lectores de los medios en los que hizo su aporte, el de los de su propia creación, la revista “Calafate” y el de quienes leyeron por décadas y siguen leyendo la sección “Te acordas hermano” que aparece en la contratapa de Diario Prensa Libre.

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Ausente. Digno de estar también en el bronce, Carlos no está incluido en la nómina de comunicadores fueguinos fallecidos que aparecen en una placa en la plazoleta de Los Periodistas, en calle Gobernador Paz, frente a la Escuela Técnica. Sin haber sido reconocido nunca en vida, al menos nuestros representantes deberían sumar su nombre, ya muerto.

Detrás de su aspecto sencillo, su barba blanca, sus modos serenos y su andar lento, arrastrando los pies por la enfermedad que lo tenía a mal traer, se escondía un gran periodista. No vestía ropa de marca, ni olía a perfume francés y mucho menos hablaba de manera impostada, haciendo gala de sus contactos o de sus viajes al exterior… Era muy humilde, casi mimetizado con el paisaje urbano que lo vio pasar desde niño.
Carlos Peña Otarola, conocido por todos como “Carlitos” era de una época en la que la antigua escuela pública y un don natural, lo hizo acreedor de una excepcional narrativa, una equilibrada capacidad crítica y una incuestionable ortografía. Otros tiempos. Con esas herramientas, se abrió paso en el mundo de las máquinas gráficas y de la redacción periodística, alentado por un ambiente familiar que giraba en torno al diario “El Imparcial”, un medio gráfico de los años 50, editado por su papá, en la pequeña aldea que era Ushuaia.
Vendiendo diarios como canillita se interesó por todo lo que lo rodeaba, el paisaje, la flora, la fauna y las características siempre peculiares de la sociedad fueguina. Esa curiosidad se volcaría después en tantas notas escritas para medios del otrora Territorio Nacional de Tierra del Fuego, devenido después en provincia. Y si bien Carlitos, sin más título que su más de medio siglo de experiencia en la profesión podía escribir cualquier nota de interés general, era el periodismo histórico lo que más lo apasionaba.
Custodio de infinidad de fotos de epocas inmemoriales que los mismos vecinos le confiaban para después verlas publicadas en la tradicional sección “Te acordas hermano”, en la contratapa de Diario Prensa Libre, Carlos hacía honor a su misión de arrebatarle nombres y paisajes al inexorable paso del tiempo.

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Y como su pasión era la expresión – no la verbal porque era a veces callado e introvertido, sobre todo cuando tomaba conciencia de que los años le habían ido arrebatando uno a uno a sus familiares hasta dejarlo solo en la isla – también se manifestaba a través de la fotografía y el dibujo humorístico.
Este mismo año algunos legisladores riograndenses homenajearon a viejos periodistas de esa ciudad, entregándoles un reconocimiento por su trayectoria. Lástima que la eterna división entre ciudades, cordillera de por medio, también se refleje en este tipo de actitudes. O que los de Ushuaia, al menos, no imitaran la iniciativa.

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Además de haberse desempeñado muchos años en La Voz Fueguina y en Diario Prensa Libre, entre muchos otros medios en algunos casos desaparecidos, Carlitos fundó su propia publicación: Calafate

Con 70 años de edad y víctima de un cáncer que terminó por vencerlo, Carlos dejó de existir el miércoles 24 de octubre de 2018, en la ciudad de Río Gallegos, provincia de Santa Cruz.Como suele ocurrir con las personalidades que no buscan fama ni aplausos, nuestro querido Carlos se fue sin haber podido ni una sola vez tener el reconocimiento mínimo de haber sido invitado a una comida de viejos pobladores… ni de recibir siquiera un diplomita por su inconmensurable aporte a la tierra que aunque no lo vio nacer, fue su escenario de vida y objeto de su inmenso amor.
Que descanses en paz, Carlitos..


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