AUNQUE EL TRIBUNAL ORAL EN LO CRIMINAL CONSIDERO CULPABLE AL EMPRESARIO FUEGUINO DARIO “GRINGO” WEISS Y LO CONDENO A 8 AÑOS DE PRISION, DISPUSO QUE EL SUJETO CONTINUE GOZANDO DE LIBERTAD PESE A QUE LA QUERELLA PIDIO QUE LUEGO DEL VEREDICTO SE LE DICTE PRISION PREVENTIVA PARA EVITAR QUE PUEDA VICTIMIZAR A OTRAS MENORES O SE PROFUGUE.
Tal como había ocurrido el día jueves último, cuando en el recinto de sesiones de la sede judicial del Barrio Monte Gallinero resonaron los alegatos, el viernes 11 de mayo a las 13.30, el imputado Darío “Gringo” Weiss, se mostró imperturbable.
Como si ya hubiera estado entregado a las circunstancias, consciente de que el peso de las evidencias era abrumador y de que por más que intentara conmover a los jueces con el relato de una historia de amor entre un hombre de 45 años y una niña de 14, todo sería en vano, el acusado se rehusó a hacer uso de su derecho de dirigirse al Tribunal, antes de ser sentenciado.
Seguramente creyó, acertadamente, que el hecho de que no hubiera ejercido violencia física sobre sus víctimas al tocar en sus partes íntimas y besado en la boca a una y accedido carnalmente, a la otra, no era algo que podía contar como atenuante. En algún momento de claridad mental quizás inclusive se dio cuenta de que los 35 abismales años de diferencia entre su edad y la de la niña más pequeña y los 31, con la más grande, no podían más que significar que lo que él hizo fue someterlas, vejarlas, corromperlas y ultrajarlas, con sus 45 años de hombre adulto y experimentado. Que aunque no las hubiera violado y golpeado, invitarlas a alimentar los caballos de la chacra de su familia o a comer caramelos en su oficina de la concesionaria de automóviles, entre otras acciones, constituyó una estrategia de seducción y persuasión para lograr lo que quería.
“Condénese a Héctor Darío Weiss en la causa N° 29.169 sobre infracción a la Ley 25.087, a la pena de ocho años de prisión por haber sido considerado autor del delito de abuso sexual simple reiterado en un número indeterminado de veces, con estupro en uno de los casos” – resonaron las palabras en el salón de audiencias.
Y como ya había ocurrido en las jornadas anteriores, Weiss no dijo ni hizo nada, ni dejó traslucir emoción alguna. Minutos después de hablar con el abogado que gratuitamente le asignó el Estado para su defensa, caminó hacia la puerta y con pasos apurados recorrió el pasillo central. Los periodistas lo esperaban para ofrecerle el micrófono, pero el condenado apuró la marcha y entró en su auto, esfumándose del lugar en cuestión de minutos.
En el interior del salón, los padres de las dos menores, lloraban y se abrazaban.
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