Mea culpa

Mea culpa

Generosidad versus egoísmoMientras sigo con atención el juicio por el asesinato de Fernando Báez Sosa y veo a sus padres desmoronados por el dolor, no puedo dejar de ponerme un segundo en sus zapatos: están sufriendo lo indecible, les está pasando lo que ningún ser humano quiere pasar. Si la muerte de un hijo cala hasta las fibras más íntimas, la muerte con tanta saña, crueldad, salvajismo y completamente evitable, es todavía peor.

Y mientras tengo los ojos en la pantalla mi mente vuelve a la época en que jugaba al rugby, en los 80. Todos sabíamos muy bien cómo éramos, tanto por ser actores primarios en los hechos o por ser partícipes necesarios en la omisión de respuesta o reacción, ante lo que estaba mal.

Recuerdo que en los viajes a jugar con otros clubes, era una fija que había desmanes entre propios y ajenos. Una vez los jugadores de mi equipo y de mi club iban tirando desde el colectivo naranjas a los autos… Nadie me lo contó. Yo lo ví, pero el espíritu de grupo hizo que me quedara callado. Elegí el silencio pese a saber que eso estaba mal. Preferí no decir ni hacer nada para no generar peleas.

Es más, cuando convivíamos en los clubes los chicos de rugby con los de hockey, los primeros nos arrogábamos el derecho a usar los vestuarios antes que los otros. Los gordos embarrados les dejábamos un chiquero a pibes que lo único que habían hecho era elegir otra actividad. Ni que hablar de los chistes homofóbicos de los que eran blanco por “jugar un deporte de minitas».

Estando en un colegio inglés, una de las currículas deportivas era Hockey, y la pasaba mal. Primero porque no me gustaba ese deporte francamente, pero aparte para mí era un deporte de «maricas”. Nada más lejos de la verdad.

Fui violento, sí; me golpearon y devolví, aunque puedo decir que siempre fue en defensa propia. Pero que había violencia la había. Y que esa violencia muchas veces salía de noche, también es verdad.

¡No nos hagamos los giles… cómo perro que pateó la olla!.

Desde el mismo momento que se empieza a fortalecer el cuerpo con pesas para que ese cuerpo venza la resistencia de un cuerpo más endeble, hay violencia.

Sin embargo también hay que hacer mea culpa hoy cuando nosotros los adultos permitimos que se hagan “previas” en las casas, sabiendo que es una forma de salir entonados a la calle para pasar a ebrios en el boliche solo pateando un corcho. E inclusive siendo los siniestros viales y las muertes por violencia las primeras causas de muerte en adolescentes, dejamos que nuestros hijos tomen en casa, eso sí, bajo nuestra atenta mirada.

¡Hay que sacarse las máscaras!. Los que vivimos cerca de boliches vemos potenciales Fernandos todas las noches en que hay baile. Peleas de hombres con hombres, de mujeres con mujeres. El común denominador siempre es el alcohol.

No habla un abstemio.

Urge hacer cambios. Es imperiosa una ley Fernando, de aplicación en todos los lugares donde se formen chicos. La UAR – Unión Argentina de Rugby – tiene que aggiornarse y exigir que se expliquen a los chicos las consecuencias del uso indebido de la fuerza, dentro y fuera del campo de juego.

No sé puede permitir el alcohol en los terceros tiempos.

Es urgente que se haga algo con el uso indebido del alcohol. ¿Somos conscientes que con la bebida solo se busca alterar los sentidos y que eso está mal?. Nadie mezcla vodka de góndola con gaseosa de limón porque es sommelier. Se busca el efecto desinhibitorio que lleva a la violencia y a la muerte, tal cual estamos viendo estos días en la pantalla de nuestros televisores, como espectadores no inocentes y a los que nos llegó el momento cultural de hacer un mea culpa.


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