Un estudio que se realiza a bordo del rompehielos ARA “Almirante Irízar”, muestrea por agua, atmósfera y sedimentos los impactos de esta problemática global.
Antártida – Entre el amplio abanico de proyectos de investigación científica que se desarrollan en la Antártida a bordo del rompehielos ARA “Almirante Irízar”, el de microplásticos logra captar la atención por el alcance global de esta problemática.
En el marco de la actual Campaña Antártica de Verano 2024/25 (CAV), en el laboratorio Nº3 de la cubierta 1 del buque de la Armada, el Licenciado en Biología y becado doctoral del CONICET, Emiliano Hines, junto a un reducido equipo de trabajo conformado por Lucas Cammillieri de la Dirección Nacional del Antártico, y Nahuel Ravina de la Administración de Parques Nacionales, llevan adelante un estudio sobre la presencia de este componente en el sexto continente.
El Licenciado Hines, quien pertenece al Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras, lidera esta investigación enmarcada dentro de la red del proyecto REMARCO, la cual articula con el Instituto Antártico Argentino (IAA) y la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), con cuyo apoyo nace el proyecto Nutec Plastic, que busca obtener datos censados y monitoreos de la contaminación por microplásticos en la Antártida.
Para ello, los investigadores embarcan en el “Irízar” y, durante las derrotas que el buque realiza durante las Campañas Antárticas de Verano para reabastecer las bases y recambiar personal, se efectúan las tomas de muestras, que se inician desde que el buque navega por el Río de la Plata, continuando por toda la plataforma del Mar Argentino, el Pasaje Drake y ya en la Antártida en el Mar de la Flota, el Mar de Bellingshausen y el Mar de Weddel, con especial énfasis en las Áreas Marinas Protegidas Yaganes y Namuncurá-Banco Burdwood.
“Cada 24 horas se filtran muestras atmosféricas con un volumen fijo de aire, buscando partículas de microplásticos en esos filtros; tomamos muestras de agua de mar cada aproximadamente 100 millas (dependiendo de la velocidad de la unidad) en los laboratorios que posee el ‘Irizar’, y mientras hacen la logística en cada base, aprovechamos ese tiempo para desembarcar y tomar muestras de sedimentos y agua en las costas”, explicó Hines.
El proyecto inició en la CAV 23/24, donde solo se concentraron en muestras de agua de mar. Sin embargo, tras los resultados, se decidió ampliarlo a sedimentos y atmósfera. El Licenciado Hines reveló que en dicha oportunidad “se recolectaron y clasificaron 84 puntos diferentes de muestreo, cuyos datos se enviaron a los laboratorios del OIEA sitosen Mónaco, donde se determinaron las abundancias de cada sector y qué polímeros estaban presentes en las mismas”.
Allí se encontró una mayor presencia del plástico más producido en el planeta: el polipropileno. De este material están realizadas las cañerías, bolsas plásticas y las artes de pesca. “Hasta hace unos años, se creía que la corriente circumpolar funcionaba como una barrera protectora del ambiente; sin embargo, en este último tiempo surgió el interés internacional por investigar el tema, dado que se comenzaron a revelar datos de presencia de microplásticos”, comentó Hines y agregó: “Las diversas investigaciones arrojaron información sobre cómo estas partículas polímericas se mueven a nivel atmosférico y precipitan llevando esta contaminación a lugares casi despoblados como la Antártida o el Ártico”.
En 2019, durante las reuniones consultivas del Tratado Antártico, se solicitó a todos los países miembros que comiencen a enviar a sus investigadores a determinar las abundancias de microplásticos y monitorear la situación. Los resultados de estos estudios van a permitir actualizar diversos incisos de protección ambiental en el sexto continente, como mejorar los tratamientos de agua y actualizar protocolos para evitar los vertidos de este contaminante.
Hoy en la Antártida existen tres grandes fuentes contaminantes para microplástios, que son focos a trabajar para reducir su impacto. “El turismo, donde en la última temporada de verano en el hemisferio sur concentró a una media de 130.000 personas que llegaron en cruceros; luego la contaminación focal de cada una de las Bases Antárticas de todos los países que tienen presencia aquí, con mayor concentración al norte de la península; y por último la pesca, quizás el sector menos consciente o preparado en buenas prácticas ambientales, donde las artes de pesca suelen degradar plásticos o directamente los barcos las pierden, quedando estas a la deriva, atrapando peces y degradándose con el tiempo”, expuso Hines.
A futuro, la intención en el estudio de microplásticos es sumar también el monitoreo de lagunas antárticas, que son fuentes de agua dulce para nuestras bases, como así también algún organismo bioindicador que consuma sin discriminar partículas y en lo posible que se ubique en los principios de la cadena trófica antártica, como el krill, que es alimento de aves y mamíferos.
“Este el buque que nos permite otras dos cosas importantes. La primera es llegar a lugares inaccesibles para otro tipo de embarcaciones, como lo es la Base Antártica Conjunta Belgrano II, a la que se accede rompiendo la placa joven de hielo. Y por otro, las enormes distancias que recorre, que para los muestreos es muy importante. Todo esto sucede además con bondades en el alojamiento para el personal científico y con una gran predisposición del personal de a bordo”, remarcó Hines.
En este momento, el rompehielos se encuentra navegando hacia la Base Antártica Conjunta Esperanza, donde se iniciará el trabajo logístico de la presente CAV, continuando para este equipo de investigación la toma de muestras.