Otra gran hazaña de nuestro rompehielos Irizar

La Antártida Argentina forma parte del patrimonio cultural e identitario de cada ciudadano de nuestro país, desde la infancia misma, cuando en las aulas se trabaja con la silueta cónica de un territorio que se sabe lejano, gélido y propio. En concordancia, forman parte del calendario de conmemoraciones fechas como el 22 de febrero, Día de la Antártida o el 21 de junio, en que se alude al Día de la Confraternidad Antártica.
Para ilustrar a nuestros lectores sobre la historia de aquel pedazo de suelo en el que un grupo de civiles y militares a diario ratifican soberanía con su presencia, Diario Prensa Libre invitó al especialista en temas antárticos, docente y militar retirado, Alejandro Bertotto, a compartir sus conocimientos.

 

El Irizar remolca al Clipper Adventure por un estrecho pasillo de agua bordeado por paredes de hielo de hasta 2 metros de grosor, abierto con la potencia de la embarcación argentina. 

 

Recordábamos en la edición anterior el importante operativo desplegado por el rompehielos Almirante Irizar Q5 en el año 2002, cuando fue en auxilio, abriéndose paso en medio de un mar de 2 metros de grosor, del varado “Magdalena Oldendorff”, un buque de bandera alemana que había quedado atrapado en la Caleta Muskegbutka.

Hoy recordamos otra hazaña de nuestra embarcación argentina ocurrida en el año 2000, cuando fue en rescate del Clipper Adventurer, un crucero de 100 metros de eslora que quedó inmovilizado por el hielo durante un viaje de turismo antártico, con 176 personas a bordo.

El Clipper Adventurer es un buque de bandera bahameña que se vio en grandes apuros a unos 1.400 kilómetros de Ushuaia. Ante este incidente el rompehielos acudió en auxilio del mercante y se ubicó a unos 6 kilómetros del buque que se encontraba inmerso en una gran porción de mar congelado, totalmente impedido de navegar. El Q-5 pasó haciendo gala de toda su potencia a través del bloque de hielo y lo guió felizmente hasta aguas abiertas. Pero la labor no fue tan sencilla: el buque argentino debió fracturar el hielo y crear una zona libre de obstáculos para poder virar al Clipper Adventurer hasta finalmente remolcarlo hacia aguas abiertas, en medio de los aplausos y suspiros de alivio de sus pasajeros.

Luego de 11 horas de trabajo, el 1º de febrero del 2000, el crucero fue liberado aguas afuera del Mar de Bellingshausen para que pudiera continuar navegando por sus propios medios dado que no presentaba averías que lo pusieran en riesgo. Así una vez más, se reafirmaba la tradición solidaria y de excelencia profesional de la República Argentina, iniciada por hombres como Luis Piedra Buena y Julián Irizar, y continuada por tantos otros.

 

 

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