Que saquen el nombre de ese edificio, no pasa nada.

Que saquen el nombre de ese edificio, no pasa nada.

Casa de la Mujer “Cristina Fernández”.

“Construiremos cincuenta por cada letra de su nombre. Por cada conquista. Por cada compañera que ha dejado la vida. Hasta que todo sea como lo soñamos”.

Hay cientos de hospitales que se llaman San Martín. Hay avenidas y localidades, y hay muchas más instituciones de todo tipo que se llaman Juan Domingo Perón. Por cada 10 calles con nombre y apellido de algún referente histórico hombre, habrá quizás una con el de una mujer. Casi siempre Evita. No conozco la estadística, ni los datos duros, pero conozco las calles. Las pateé todas. Y me alcanza con contar las 10 cuadras que me rodean para toparme con ninguna mujer, en casi ningún lado. Salvo uno. Hay un lugar que sí, pero igual molesta. Porque es mujer y ¡qué mujer…!.

Pienso primero que ayer fue el día de la eliminación de la violencia contra la mujer, pero cuánto nos falta. Y pienso después ¿significa esto que las mujeres no han hecho historia? No, la verdad no creo. Al contrario. Significa, sí, tres cosas.

La primera, que si esa mujer fue parte de la historia, como es mujer, por ser mujer y nada más que por esa condena, quedó relegada, escondida, oculta. Su vida y su muerte valían mierda. Las formas de violencias son amplias desde siempre. Ahora, al menos, después de mucha lucha, invisibles ya no somos nunca más. Igual ser mujer sigue siendo muchas veces un problema que hasta puede costarnos la vida.

Esto, claro, en caso de que esa mujer haya sido parte de un fragmento de historia, por ejemplo una batalla ¿no?. Recién ahora, 2021, se empieza a dar algún tipo de reconocimiento a las luchadoras que fueron y son la historia. No tanto como a Rosas, claro, del que conocemos todo y le cantamos canciones. Recién ahora conocemos sus nombres y a veces sus caras. Y eso que dejaron la vida por esta patria al igual que los nombres masculinos que repetimos de memoria y están en todos los libros. Así que cuando hablemos de patriarcado hablemos en serio, porque está en todos lados.

La segunda, que para que los hombres sean nombres de una placa en una oficina hoy, las mujeres se han quedado en sus casas cocinando, criando, curando fiebres y educando los hijos de ambos. Lo mismo que pasaba hace 200 años, de alguna manera pasa hoy que la mayoría de los hombres se jubilan con aportes porque salieron a trabajar, mientras que la mayoría de las mujeres requerirán moratorias para el acceso al mismo derecho. Porque también, de la casa se ocupa la mujer… Por eso es importante el «reconocimiento a las tareas de cuidado» que salió hace poco y que craneó una mujer. Jamás, pienso, un hombre hubiese podido siquiera imaginar lo que significa para una señora de 60 años que vivió una vida trabajando no remuneradamente, pero trabajando, llegar al día en que sale de una oficina gubernamental con su número de expediente de jubilación en la mano. O lo que debe significar para ella, con su dinero propio, comprar un juguete a sus nietos. O un pan dulce esta Navidad.

Y por último, dentro del simbolismo que nos violenta cada día quiero hablar del único nombre de mujer, referente y más, que tengo a menos de diez cuadras de mi casa. Es Cristina. Cristina Fernández viuda de Kirchner. Se llama así la Secretaría de la Mujer de la ciudad donde vivo. Esa Secretaría alberga, resuelve y contiene las distintas problemáticas que nos atraviesan a las mujeres. Todo esto que escribo es un poroto al lado de la cotidianidad que nos empapa a nosotras. Un poroto.

Ubicada en el centro de la principal calle costera de Ushuaia, me resulta poco sorprendente que en lugar de dar celebración a un edificio que lleva adelante políticas de Estado ante un tema tan sensible como lo es la violencia de género, un grupo reducido de mujeres insistió en que se le saque el nombre.

Si, mujeres. Ya dije que el patriarcado está en todos lados. Incluso en muchas mujeres. Por eso esta pelea no es contra los hombres como tantas veces se ha intentado instalar, sino contra el machismo que muchas veces también habita en mujeres. Y también es una cuestión de clase. Cristina viene a representarme a mí: mujer, madre, trabajadora y estudiante y no a la dueña de la mitad de una ciudad. Claramente.

Y si, el nombre. Entonces volvemos a ver cómo el nombre representa tanto, sobre todo cuando es de una mujer y particularmente si la mujer es Cristina ¿no?.

¿Qué es lo que molesta de que se llame Cristina?. Quizás que fue la primera mujer presidenta del país. Y sospecho que nadie se quejaría si se llamara «Néstor Kirchner». Pero si, les supura la herida cuando pasan y leen su nombre. Su nombre ha empoderado cada cosa que tocó. Ha puesto luz a momentos sombríos de la historia. Ha sido electa dos veces como presidenta, pero también ha hecho ganar elecciones en todo el país. Ese cerebrito y ese cuerpito tienen más capacidad que 10 tipos juntos de la oposición. Y eso debe ser súper doloroso.

Está demás decir, pero por las dudas, que las mujeres que se oponen a su nombre son también de la oposición al espacio político que conduce CFK.

Y quizás porque ese edificio, ahí, todo pituco y luminoso vino a poner fin y a poner luz, a hablar y discutir sobre la violencia que existe en todas las puntas del planeta. Esta ciudad no está exenta, por más que fulanita de tal intente decir lo contrario.

Quizás porque Cristina es garantía de dar discusiones en los ámbitos que corresponden. Entonces su nombre invita a discutir.

Quizás porque su nombre que ha empoderado a tantas, ha quitado algunos privilegios a otras. Entonces su nombre invita a empoderar.

Si yo gozo de escribir esto libremente hoy, y de que sea publicado en este diario; si yo tengo mi trabajo y en él fui representante gremial; si yo tengo la formación política que tengo siendo mujer y no permití que me arrebaten el nacimiento de mi hijo, y peleo por licencias dignas y soy menor de 35 años, es porque han pasado por la historia muchísimas mujeres que han construido este montón de posibilidades, de derechos, de conquistas, pero sobre todo hubo dos que han cambiado sistemáticamente y para siempre la historia: Eva Duarte y Cristina Fernández.

El día de la muerte de Evita hubo pintadas en las paredes consignando «viva el cáncer» y 150 tapas de Noticias con dibujos de Cristina golpeada o violada. Esas mujeres fueron las más violentadas política y simbólicamente de la historia. Pero no por esto, precisamente, es que son parte de la historia. Y quizás eso, precisamente, es lo que más molesta. Son parte de la historia por lo que han construido, por los edificios que hay y habrá con sus caras y sus nombres. Porque sus nombres representan a los nuestros.

Que saquen el nombre de ese edificio, no pasa nada. Construiremos cincuenta por cada letra de su nombre. Por cada conquista. Por cada compañera que ha dejado la vida.

Hasta que todo sea como lo soñamos.


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