A comienzos del siglo XX, las mujeres eran una excepción en la medicina argentina, una profesión dominada por hombres. Imágenes de graduados de 1904 muestran camadas enteras sin ninguna presencia femenina. Sin embargo, tres mujeres desafiaron las barreras de su tiempo y marcaron el camino para las generaciones futuras: Cecilia Grierson, Julieta Lanteri y Alicia Moreau de Justo. En un contexto donde la educación superior y muchos derechos civiles estaban vedados para las mujeres, estas pioneras se convirtieron en ejemplos de lucha y transformación.
Cecilia Grierson (1859-1934)
Cecilia Grierson, nacida en Buenos Aires, fue la primera médica de Argentina y América Latina. Tras el fallecimiento de su mejor amiga, Grierson decidió estudiar medicina, algo inaudito para una mujer de su época. En 1889, se doctoró en Medicina y Cirugía, logrando un hito histórico. Pese a sus logros, enfrentó constantes discriminaciones en el ámbito profesional. Aunque fue pionera en procedimientos como la cesárea y fundó la primera Escuela de Enfermería del país, nunca se le permitió ocupar cargos importantes en hospitales o en la universidad por su condición de mujer.
Julieta Lanteri (1873-1932)
Julieta Lanteri, de origen italiano, fue la primera mujer en graduarse del Colegio Nacional de La Plata y, en 1906, obtuvo su título de médica en la Universidad de Buenos Aires. Su osadía la llevó a convertirse en la primera mujer en votar en América Latina, durante las elecciones municipales de 1911, aprovechando un vacío legal que no especificaba restricciones por género. Su vida estuvo marcada por una constante lucha por la igualdad y los derechos civiles, inspirando a muchas mujeres a seguir sus pasos en medicina y en la participación cívica.
Alicia Moreau de Justo (1885-1986)
Médica ginecóloga y una destacada activista política, Alicia Moreau de Justo combinó su vocación por la salud con una incansable lucha por los derechos de las mujeres. Fue una de las principales impulsoras del sufragio femenino y presentó un proyecto de ley al respecto en 1932, que no prosperó debido a la oposición conservadora. Además de su labor médica, Moreau de Justo se desempeñó como periodista y conferencista, dejando un legado que trasciende las fronteras de la profesión.