Nuestra provincia puede evidenciar claramente las consecuencias negativas sobre la naturaleza generadas por la introducción de especies exóticas. Nos ha ocurrido con el conejo, el castor, el visón, entre otras que prometían beneficios con su industrialización y hoy no sabemos de qué manera imponerles límites y mitigar sus enormes daños sobre nuestra flora y fauna nativa.
Resulta sorprendente escuchar un viejo noticiero argentino en el que se justifica la introducción del castor canadiense, año 1946, como una manera de “enriquecer la fauna argentina” invirtiendo $ 120.000 de entonces en 25 casales, tarea llevada a cabo por el Ministerio de Marina. Quizás sea éste el más claro ejemplo de la ignorancia gubernamental a la hora de pensar en beneficios económicos para una región.
Hoy, 72 años después, se pierden enormes cantidades de bosques nativos, tierras anegadas e inutilizadas, reparación constante en mantenimiento de caminos, paisajes modificados, etc., sin que hayamos logrado darle un uso a tan simpático e inocente animalito. Ahora resulta que el Gobierno provincial se encuentra en campaña intentando frenar su expansión, al considerarlo una “especie exótica invasora que produce un enorme daño a la biodiversidad fueguina y afecta, además, a la calidad del agua para consumo humano”.
Paradójicamente el mismo Gobierno se encuentra impulsando decididamente el desarrollo de un proyecto de salmonicultura, en las aguas del Canal Beagle, que significará la introducción masiva de otra especie exótica y que seguramente generará peores desequilibrios que el castor.
Mientras se nos pretende convencer que de esta manera vamos a cambiar la matriz productiva de la provincia, se le asigna a una organización dedicada a potenciar buenos negocios para Noruega, la tarea de evaluar la capacidad de carga del Canal Beagle, (entiéndase capacidad de producción) con la seguridad que los resultados se ubicarán en los límites de soporte del canal, antes de transformarse en un cementerio de moluscos, centollas y róbalos.
Hemos dicho en reiteradas oportunidades la importancia de preservar los atractivos singulares si es que pretendemos seguir creciendo como destino turístico. Sin embargo esta nueva matriz productiva que justifica, entre otras iniciativas, una obra millonaria como el corredor costero del Canal Beagle, promete ir de bruces con el desarrollo de un turismo sustentable.
Quienes impulsan el desarrollo salmonero están eligiendo los sitios más aptos. Están decidiendo cuánta producción de salmones se puede obtener de este canal. Cuáles son los sitios más protegidos y los sectores apropiados para la instalación de la infraestructura de apoyo. En definitiva cuáles son los sectores que se pueden sacrificar en pos de una “industria” de la que no sabemos cuántos puestos de trabajo generará, cuál será el proceso local o si es que se llevarán los salmones simplemente congelados. Ni tampoco los tipos y volúmenes de desechos que generará, los costos de los daños generados al agua, a la biología marina, a las especies nativas, al paisaje, al turismo. Estas cantidades de jaulas y sus actividades asociadas, implican un serio riesgo para la navegación, incluso para las naves que pasean turistas… ¿Esto se habrá tenido seriamente en cuenta?.
Ni siquiera sabemos, nos consta porque le hemos preguntado a la autoridad responsable sin una respuesta clara, si es que Chile pretende hacer lo mismo sobre la costa sur del canal, modificando todas las variables a la hora de analizar la capacidad de carga.
Pero más grave aún es “planificar” el desarrollo de una actividad sin medir las consecuencias sobre las demás actividades. ¿Acaso existe un inventario de atractivos sobre todo el canal? ¿Se planifica en función de los beneficios para las salmoneras o para el turismo?. ¿El accionar previsto será beneficioso para ambas actividades o mientras mejor nos vaya con los salmones peor nos irá con los turistas?. ¿Se ha evaluado el impacto sobre todos los espacios compartidos?. ¿Se ha considerado el perjuicio a la pesca artesanal y el daño a las especies que sustentan gran parte de nuestra cultura gastronómica?.
La provincia está “planificando” en función de una crisis. Nada bueno surge de la “planificación” en el medio de una tormenta. Pero lo peor es que se está impulsando un proyecto que ni siquiera es propio, ya que es el Gobierno nacional el de la iniciativa y, mientras en otros lugares le cerraron las puertas, nuestro Gobierno provincial una vez más las abre, sin mediar ninguna garantía de protección de nuestros propios recursos.
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