Hoy: Salvador Mazza
En estos tiempos donde todo parece ser igual, donde parece que el trabajo, el sacrificio y la acción de quienes nos precedieron carecen de valor, quisiera rescatar de la historia a hombres que otorgaron gran parte de su existencia al bien de los demás. Seres que no pensaron en el “yo” si no en un “nosotros”. Personas que cuando se observa el trabajo que han realizado para la salud publica, adquieren al cabo del tiempo mayor relevancia que la reconocida en su propia época.
Es el caso de Salvador Mazza, nacido en Buenos Aires el 6 de junio de 1886. Quizás su página más conocida haya sido la de comprobar científicamente la existencia del Mal de Chagas, la enfermedad descubierta por el científico brasileño Carlos Ribeiro Justiniano das Chagas, pero ignorada por la comunidad científica durante más de 20 años.
Esta enfermedad está estrechamente vinculada a la pobreza, porque las vinchucas, los vectores responsables de transmitir la enfermedad, se alojan en las grietas de las paredes de adobe o en los techos de paja de los ranchos. Por aquel entonces, hacía tiempo que Mazza trabajaba en la investigación de diversas enfermedades endémicas en el interior del país. Había realizado varios viajes de perfeccionamiento a los más destacados centros científicos de París, Berlín, Hamburgo y Londres.
El trabajo realizado por Mazza fue decisivo para la confirmación de la existencia de la enfermedad de Chagas, y significó un gran avance en el estudio de sus síntomas, otorgándole relevancia internacional. Mazza consiguió demostrar la presencia del parásito trypanosoma cruzi en los corazones de los pacientes enfermos, y perfeccionó el tratamiento de la misma. Tenaz e inquieto como era, Mazza se propuso también recorrer todo el país, diagnosticando y curando todo tipo de enfermedades.
El 7 de noviembre de 1946 se sintió mal y súbitamente sufrió un infarto agudo de miocardio. Murió aquel día en México, en la ciudad de Monterrey, probablemente aquejado de la Enfermedad de Chagas-Mazza.
Según la Organización Mundial de la Salud, hay actualmente en el mundo entre 6 y 7 millones de personas infectadas por Trypanosoma cruzi, la mayoría de ellas en América Latina. Es todavía hoy una de las endemias más expandidas y peor atendidas de la región. Eduardo Galeano apuntaba su poesía hacia este problema, con estas palabras: “No estalla como las bombas, ni suena como los tiros. Como el hambre, mata callando.
Como el hambre, mata a los callados; a los que viven condenados al silencio y mueren condenados al olvido. Tragedia que no suena, enfermos que no pagan, enfermedad que no vende. El mal de Chagas no es negocio que atraiga a la industria farmacéutica, ni es tema que interese a los políticos ni a los periodistas. Elige a sus víctimas en el pobrerío. Las muerde y lentamente, poquito a poco, va acabando con ellas”.