Hoy: Arturo Oñativia
En estos tiempos donde todo parece ser igual, donde parece que el trabajo, el sacrificio y la acción de quienes nos precedieron carecen de valor, quisiera rescatar de la historia a hombres que otorgaron gran parte de su existencia al bien de los demás. Seres que no pensaron en el “yo” si no en un “nosotros”. Personas que cuando se observa el trabajo que han realizado para la salud publica, adquieren al cabo del tiempo mayor relevancia que la reconocida en su propia época.
Tal vez la actividad más importante de Arturo Oñativia como sanitarista haya sido realizada durante la presidencia de otro Arturo, que también era médico: el Dr. Arturo Humberto Illia.
Para Oñativia – en correspondencia con el presidente– la salud pública debía integrarse a los planes de desarrollo: el saneamiento ambiental, la educación, la ocupación plena con salario justo y la vivienda eran parte de un mismo propósito.
La Ley de Medicamentos (llamada Ley Oñativia) fue una de las primeras en ser enviadas al Congreso de la Nación durante ese período de gobierno. El proyecto no solamente se encaminaba a bajar el costo de los medicamentos, sino también a moralizar el negocio de los fármacos.
El gobierno le otorgaba al medicamento el valor de un bien social: un objeto comercial diferenciado, que las personas enfermas debían comprar de manera ineludible y forzosa. Todo indica que esta Ley de Medicamentos precipitó la caída del gobierno del Dr. Arturo H. Illia. De hecho, una de las primeras medidas del dictador Onganía fue derogarla.
Tampoco se debe olvidar que Oñativia motorizo la Ley de Profilaxis del Hipotiroidismo mediante la obligatoriedad de agregarle yodo a la sal que se comercializaba en nuestro país. Dicha disposición contribuyó a combatir el cretinismo endémico (bocio) en el noroeste argentino dado que en esas zonas alejadas del mar, la disposición de yodo era escasa a nula. Es por ello que la endemia desapareció.