Un gesto que conmueve y renueva la esperanza en los humanos. En el Paseo Roque Sánchez Galdeano, un conductor y un chofer de colectivo detuvieron sus vehículos para permitir que una familia de patos cruzara la calle. El gesto, sencillo pero significativo, dejó una enseñanza sobre la convivencia entre las personas y la abundante fauna local.
El pasado sábado 30 de noviembre, alrededor de las 17, una escena singular conmovió a quienes transitaban por el Paseo Roque Sánchez Galdeano, la vía que conecta la calle Hipólito Yrigoyen con el aeropuerto. Una familia de patos, encabezada por el macho, seguido por la hembra y cuatro pichones, decidió cruzar la arteria de dos carriles divididos por una mediana o bulevar, en fila india.
El conductor de un vehículo, que circulaba por el carril en dirección al aeropuerto, se detuvo al percatarse de la presencia de los animales, permitiéndoles atravesar con calma. Pero la verdadera tensión llegó cuando los patos traspasaron la divisoria entre vías y comenzaron a cruzar hacia el carril opuesto, justo en el momento en que un colectivo de turismo de gran porte se aproximaba.
Para alivio de todos, el chofer del colectivo también reaccionó con rapidez y aminoró la marcha hasta casi detenerse, brindando a los patos el tiempo necesario para completar su travesía de manera segura. La familia continuó su camino, ajena a la conmoción que había causado, mientras los testigos de la escena se quedaban con una sensación de alivio y gratitud.
Este pequeño incidente recuerda la importancia de respetar la vida silvestre, incluso en espacios urbanos. Gestos como los de estos conductores demuestran que la convivencia armónica con la naturaleza es posible si se prioriza la empatía y el respeto por los demás seres vivos con los que compartimos la existencia.
El Paseo Roque Sánchez Galdeano, rodeado de áreas verdes y cercano a cuerpos de agua, es un corredor donde no es raro encontrar fauna local. Lo mismo ocurre en muchos otros lugares de Ushuaia, en donde los límites entre la ciudad y la naturaleza, el bosque y el cemento, son imperceptibles.
Semejante escena, más allá de ser una muestra perfecta de por qué se debe manejar con prudencia y a una velocidad que siempre permita actuar ante imprevistos se constituyó sin dudas en una reivindicación de la sensibilidad humana.